Ochenters,
cogemos el “Delorean” y nos trasladamos al año mil novecientos
noventa, es decir el último año de nuestra gloriosa década de los
ochenta y por desgracia lo que os traigo hoy es una de esas películas
que cumplen esa tradición que dice: “Segundas partes nunca fueron
buenas”.
El
coronel McCoy vuelve a la acción con el fin de acabar con un cártel
de la droga y con su capo, Ramón Cota el cual mantiene apresados a
un grupo de agentes de la DEA.
OPINIÓN:
Queridos
y queridas, si en mi escrito previo a éste, lo que hacía era rendir
loa y pleitesía a una buena película de acción, con un plantel de
actores y porque no decirlo leyendas del celuloide, su secuela, por
desgracia, no llega al nivel del anterior film, pero aún así es
digna de ver.
Primer
error de la película, no dejar el montaje en manos de Aaron Norris,
hermano de Chuck y director de la película. Se nota que la película
no es realizada enteramente por el director, hay exceso de corte y
pega. Norris no es malo dirigiendo, sobre todo escenas de acción ya
que recordemos que fue coordinador de especialistas de casi todas las
películas de Chuck, pero tal y como reconoció el mismo Chuck, el
montaje que se ha visto, no es el que inicialmente estaba previsto.
Segundo
error, si en la primera película Alan Silvestri nos dejaba para el
recuerdo una partitura tan dinámica y divertida que era imposible no
mover el esqueleto y ponerse a imitar a Steve James o Chuck, en ésta
la partitura es un completo querer y no poder, que no es capaz de
meterte en la película en ningún momento, ni siquiera en las que
son las mejores escenas de la película, las del los treinta minutos
finales, en los que asistimos al asalto de la casa de Ramón Cota (
Billy Drago, el cual me haré cargo más adelante).
El
asalto es magistralmente rodado por Norris ( parece ser que esta
parte del montaje sí la hizo entera él), especialmente cabe pararse
en la pelea entre Chuck y el esbirro de Cota, con unas coreografías
marciales que hacía tiempo que no se le veían a Norris y en los que
demuestra que estaba en muy buena forma. De otro modo destacan los
tiroteos entre el pequeño comando Delta, sobre todo desde el
helicóptero y los secuaces de Cota, los cuales por cierto si nos
fijamos, veremos que hay varios que mueren más de una vez , cosas
del presupuesto digo yo, porque hay uno que muere lo menos tres veces
en menos de cinco minutos y sí lo he rebobinado para cerciorarme,
creedme. Además Norris tuvo el tino de enlazar las escenas de la
casa con el escape hacia la jungla de Chuck con Cota, haciendo que
el ritmo no decayese en ningún momento amén de dejarnos con la
brutal escena en la que el helicóptero americano hace volar por los
aires el pilotado por el general Olmedo y por supuesto, ese final,
ese glorioso final en el que un Ramón Cota colgado del arnés en el
que supuestamente iba a ser llevado ante la justicia americana, ve
como su vida pende de un fino hilo y lógicamente si vas en un
helicóptero, colgando de un fino hilo, que va a pasar, pues que te
esmorras y la palmas y más si estás a unos cuantos miles de metros
de altura…
La
mansión de Cota por cierto, era la casa de Imelda Marcos, la por
entonces primera dama de Filipinas que como podemos ver, no tenía
gustos baratos, lo cuál venía de perlas al papel de narcotraficante
encarnado por el notable Billy Drago, uno de los mejores villanos de
los ochenta, que siempre destacaba por su frialdad y sadismo ,además
de por una ambigüedad que siempre fueron marca de la casa y en esta
película da buenas muestras de todo ello, como cuando mata al topo
de la DEA a sangre fría o a la esposa del compañero de Norris.
La
película no deja de ser un manifiesto antidroga ( bien es sabido
además que Chuck Norris es un activista antidroga muy reconocido en
los Estados Unidos), sobre todo en contra de los cárteles
colombianos ( la bandera de San Carlos es claramente la bandera
colombiana) encarnados en la figura de Pablo Escobar, al cual se le
hace un claro homenaje en la película con el avión Cesna que vemos
en la mansión cuando ésta es atacada por el comando Delta.
En
fin ochenters, que la película cierra una brillante década de
acción para Chuck Norris y para toda una época en la que el cine de
acción era territorio conquistado por los auténticos macho-man del
cine americano.
Por
Molano
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