Hace tiempo se me ocurrió que una buena forma de contribuir con este fantástico blog de Cine de los 80 (teniendo en cuenta que pese a su nombre no versa única y exclusivamente de cine y que yo particularmente hago aportaciones relativas a la música) era haciendo ocasionalmente una especie de seguimiento y comentario de lo que fueron y siguen siendo algunas de esas grandes bandas de los 80 que a día de hoy siguen en activo. Tendemos a barrer para casa y no podía empezar esta serie de artículos sino con mi grupo favorito de todos los tiempos, que no es otra que Depeche Mode, banda a la que aún con casi 40 años de actividad, legiones de seguidores a lo largo del globo y una discografía cuantiosa y armonizada además a base de recopilatorios, colecciones de remixes, covers y tributos, hay quien en un ejercicio de anormalidad o muestra de poco seso e “inteligencia musical”, gusta de faltar al respeto aprovechando la ocasión de que DM saca un nuevo disco (y/o gira) y por el hecho de contar con un espacio donde excretar su ignorancia dentro de un medio de comunicación que se ve que precisa de amarillismo hasta en lo que a cobertura musical se refiere, vendiendo el susodicho e ingrato escritor su alma al diablo por un puñado de feedback.
Con este escrito no voy a “vengar a la banda” (no hace la más mínima de falta), e igualmente no pretendo que éste sea ni mucho menos el artículo definitivo sobre la misma, simplemente quiero hacer una aproximación musical (y poco ordenada), partiendo del recuerdo y empleando “mi oído presente”, algo para lo cual he contado con la participación de un viejo amigo al que conocí precisamente en una de tantas fiestas Depeche Mode – The Cure en Granada hace casi 20 años. Un amigo con el que recientemente he quedado de tapas en la ciudad que conquistó mi corazón hace tanto y con quien he aprovechado la última oportunidad que hemos tenido de vernos para, además de parlamentar sobre otras tantas músicas bastardas como él mismo diría, para tratar como siempre sobre esta fuente de devoción pretermusical que es Depeche Mode, todo ello mientras algún que otro vinilo cambiaba de manos conforme los tercios de cerveza Alhambra iban cayendo uno tras otro.
NorbertX podría ser elegido como Presidente de la República Depechera del Barrio de La Chana si ésta llegase a existir alguna vez en estos tiempos de aspiraciones independentistas, sueños políticos rotos y masas idióticas a uno y otro lado de esos muros invisibles que las mencionadas masas tanto gusto tienen en común por construir. Pero para mi amigo, mi persona y el resto de gente que conformamos las legiones depecheras, las palabras “construcción” y “masas” suelen sacarnos una sonrisa cuando no un suspiro de esos que invitan a uno a cerrar los ojos y evadirse mentalmente a tiempos pasados y mejores.
Porque seamos sinceros, esta va a ser la premisa esencial de esta serie de artículos: lo que nuestras bandas favoritas de antaño hacen hoy día poco o nada puede compararse a lo que hacían tiempo atrás, ello a pesar de que Depeche Mode sea una banda que entre sus seguidores cuenta tanto con sanos y fervientes devotos (una palabra más justa y acorde que la de “fans”) como tercos talibanes que se empeñan en que “una mierda huele bien si la ha cagado Depeche” o que todo es de 10 si lleva el nombre de la banda en la portada.
(SPIRIT... O CÓMO POLARIZAR A TUS SEGUIDORES EN 12 PISTAS)
Evidentemente sobre gustos no hay nada escrito pero no se puede negar que la discografía de los Depeche de antes del nuevo milenio barre cruel e impepinablemente a la posterior. No quiero con esto decir que por ejemplo el último disco (“Spirit” de 2017) sea un completo fiasco sino que simplemente, y es mi humilde opinión, no llega a la calidad que cabe de esperar de una banda de este calibre y a estas alturas, le pese a quien le pese (y a mí el primero por cierto).
Como diría mi amigo NorbertX, no podemos esperar que a estas alturas de la película saquen por ejemplo un nuevo Violator u otro Music For The Masses pues los tiempos cambian tanto como los sentimientos y las vivencias de los componentes de la banda. Asimismo (y esto es algo que a muchos de esos talibanes les hace sacar el hacha de guerra de vez en cuando en los foros y redes sociales como si con ello fuesen a conseguir más “depechenivel” o algo así) la mano de Alan Wilder se echa mucho, muy mucho de menos, tanto que cuando le dio por hacer aquel remix del “In Chains” tras salir el Sounds Of The Universe, dicho remix sonaba más a Depeche Mode que la propia canción original. Pero no pasa nada, pueden seguir llamándonos lloricas a quienes sí reconocemos el buen hacer de Wilder a pesar de que en su momento sus propios compañeros no quisieron hacerlo. Este remix y la aparición de Alan al piano para acompañar a Martin Gore cantando “Somebody” en Londres nos daría alas para volar dentro de un sueño de reunificación del que a día de hoy, varios años después de aquel momento NO QUEREMOS DESPERTAR.
Además de Wilder, que no fue sino el mejor recambio que pudo haber para un Vince Clarke (que se fue tan pronto como vino), no podemos dejar de mencionar la mano de los productores e ingenieros de antaño, alguno de los cuales (como Daniel Miller que hizo brillar a DM durante su primera y más analógica etapa) parece contentarse desempeñando actualmente otro tipo de papel en los últimos lanzamientos de la banda. La ingeniería de Gareth Jones o la magia de Flood (que a pesar de preferir más la compañía de los U2 puso su maestría al servicio de los Depeche de principios de los 90 con un resultado absolutamente impecable) en la producción fueron de un valor inestimable para el todavía cuarteto inglés que poco tardaría en reducirse a trío (y demos gracias que no perdimos más por el camino).
¿Y cómo no mencionar a la hora de hablar de evolución ese punto de inflexión que sería tiempo atrás aquel Black Celebration?, ese disco mediante el cual “aquellos adolescentes que estaban creciendo bajo un mal Gobierno y cosas de esas” se convertirían por fin en hombres, capaces de salirse de la norma, apostar fuerte y ganar gracias a esa gran fusión de romanticismo y solemne oscuridad que fue esta prosecución del camino allanado con los temazos incluidos en un no menos agradecido Some Great Reward.
Está claro que las cosas han cambiado mucho respecto de los mencionados discos, más aún de aquellos Speak & Spell, A Broken Frame y Construction Time Again.
Las palabras que más podrían honrar a Depeche Mode quizás fueran las de “progresión” e “inconformismo”, emprendiendo décadas atrás una búsqueda interminable por alcanzar un sonido único y propio pero evitando por todos los medios el anquilosamiento que ello suele conllevar. Pero esta búsqueda quizá llegó tiempo atrás a su fin y ni la banda ni sus devotos queremos verlo pues admitirlo sería casi como enterrar nuestra juventud de espíritu y dejarnos devorar todavía más por este “mundo lleno de nada”. Todos sabemos que aún queda bastante hasta que ese fatídico capítulo final se escriba pues el mundo interior en el cual Martin mina sus letras es basto e inconmensurable por no decir que a Gahan le queda todavía esqueleto que mover y dolor por compartir. Si a todo esto le sumamos el hecho de que los devotos continuarán a hierro, siguiendo a la banda, comprando sus discos (suenen mejor o peor que los de antes), se puede decir que hay DM para rato, más aún al pensar en que las filas depecheras crecen con el paso de los años gracias a la sangre de nuevas generaciones que viven con una intensidad parecida el legado viviente que sus padres y madres ya les vienen transmitiendo: la música de Depeche Mode y la profesión religiosa que ésta conlleva.
BONUS TRACK: BREVE RESUMEN DE LOS CONCIERTOS DE DM EN ESPAÑA (2017)
+ POR NORBERTX +
"¿Por qué número va?"… lo que podría ser el típico comentario que podemos realizar al llegar a cualquier charcutería de barrio, es el leitmotiv de los devotos más madrugadores en cualquiera de los dos conciertos que Depeche Mode ofreció en España dentro de su Global Spirit Tour. Costumbre anglosajona que consiste en ponerse un número o inscribirse en una lista por orden de llegada cuando se llega a la puertas del recinto en cuestión, con la finalidad de salvaguardar cierto orden en la cola (al menos entre los 100-150 primeros) y evitar sorpresas inesperadas de amigos, familiares y avispados “fan –turistas de última hora”.
Se dió el pistoletazo
de salida en el Palau Sant Jordi el pasado 7 de Diciembre y continuó el día 16
en el antiguo Palacio de los Deportes ahora rebautizado como Winzik Center de
Madrid , entre medias ofrecieron 3
conciertos en Italia.
Ambos conciertos
contaron con el mismo set list de veinte temas, fueron bien diferenciados, en
la ciudad condal tuvo un carácter sentimental, intimista y solemne, mientras
que en la capital sobrevoló un aire electrizante y visceral, destacar que este
era el último concierto antes del parón navideño y disfrutaron de casi tres días
de descanso desde su anterior show en Bolonia, si bien es cierto que el mayor
nexo común entre ambos fue la sensación de haber acudido a sendos conciertazos
y es que independientemente de la aceptación o calidad general de sus últimas
obras (de Spirit sólo sonaron “Going Backwards”, la monumental “Cover Me” y
“Where´s The Revolution”), sus directos no defraudan y convencen allá por donde
van, manteniendo una línea superior a la mayoría de sus coetáneos, ofreciendo
ceremonias rítmicas donde la redención en comunión del grupo con sus fans es
mágica, centrándose en temas de otros tiempos, mezcla de oscuridad y bacanal de
éxitos ofreciendo dentro de las limitaciones horarias y de extenso repertorio
lo mejor de sí mismos sin perder el alma, aunque nunca llueva a gusto de todos.
Conciertos de esencia
clásica donde relucen las nuevas intros de “Everything Counts” y “Walking In My
Shoes”, esta última rescatando el “Random Carpet Mix” realizado por Willian
Orbit , uno de los más celebrados de aquel entrañable y cada vez más lejano
1993, la aplaudida y emotiva versión albúm de “Home” en detrimento de su versión
acústica de las últimas giras que junto a
“It´s No Good”, “Barrel of a Gun”, “Useless” e “Insight” nos recordaban
que Ultra cumplía veinte años. La melodramática y sosegada voz de Martin L Gore
aportando descanso y paz a un Dave Gahan
que sigue manteniendo el peso de los directos, rubricando actuaciones soberbias
y sugerentes con momentos estelares que nos devolvían unos DM más sintetizados
para el disfrute de muchos en la imperecedera “World In My Eyes” o “Stripped”,
cuyo tramo final es una apoteósica subida de temperatura con una mastodóntica
“A Question Of Time” y subiendo a lo más alto con “Personal Jesus”, después
todo se vuelve oscuro y frío convirtiéndose en la mejor plegaria para una vez
más “Reach out and touch faith”.
Otros artículos musicales por Root Wounds para Cine de los 80:
- PANORÁMA ELÉCTRICO: UNA APROXIMACIÓN AL SYNTHWAVE
Magnífico y completísimo artículo. Gracias
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