Ochenters,
completamos ya nuestro emocionado recorrido por las tres películas clásicas de
Star Wars: después de la aclamada “El imperio contraataca”, y como no hay dos
sin tres, “El retorno del Jedi” cerraba la trilogía de “La guerra de las
galaxias” (o eso nos creíamos nosotros), en 1983.
Para entonces,
Lucasfilm y sus filiales eran empresas boyantes, Star Wars una marca de éxito y
George Lucas, junto con su amigo Steven Spielberg, el nuevo “rey Midas” de la
Meca del cine (no deja de ser curioso que un cineasta sin ambición como Lucas,
que tan solo aspiraba a una cierta independencia creativa, consiguiera lo que
ningún otro antes).
No obstante, en la
edición de los óscar de 1980, la soberbia “El imperio contraataca” solo había
conseguido cuatro nominaciones y dos estatuillas (mejor sonido y efectos
visuales), el premio a la mejor película fue para el correcto melodrama “Gente
corriente” de Robert Redford y ni siquiera la de nuevo espectacular partitura
de John Williams obtuvo estatuilla que fue a parar a “Fama”.
Todos estábamos
expectantes por ver el desenlace de las aventuras de Luke, Leia y Han Solo que
tan incierto había quedado en el segundo film. Esta vez la maquinaria de
producción funcionó a pleno rendimiento y en apenas dos años la tendríamos en
cartel, no obstante, también surgirían contratiempos.
EL ASUNTO DE LOS TÍTULOS DE CRÉDITO
Como todos sabemos, Lucas
no había puesto títulos de crédito al principio de “La guerra de las galaxias”
para dotar al comienzo de toda su intensidad dramática y eso había molestado a
los envidiosos del mundillo. Al volver a hacer lo mismo en “El imperio
contraataca”, el sindicato de directores le multó con 250.000 dólares.
Enfurecido, Lucas dejó el sindicato.
Como seguía reacio a
sentarse en la silla de director, su idea era
contratar a su amigo Steven Spielberg (entonces disponible y con el que
luego haría tándem para Indiana Jones), pero el sindicato de directores de Hollywood,
del que Spielberg era miembro no lo permitió. ¡Ochenters, hubiera sido la
bomba! ¡Spielberg dirigiendo Star Wars!, pero no pudo ser.
Obligado a buscar
director fuera de Hollywood, Lucas se fijó en el joven realizador galés Richard
Marquand, que había obtenido un cierto nombre con la intriga bélica de serie B “El
ojo de la aguja”, y le ofreció nada menos que la dirección del capítulo crucial
de su gran obra, un encargo, que, como luego se vio, le venía demasiado grande.
Lejos de facilitarle la labor como productor ejecutivo, a Lucas solo le dio
quebraderos de cabeza y es algo de lo que en privado se arrepiente (de hecho, Marquand, fallecido en 1987, es uno de los grandes ausentes en los "Detrás de las cámaras" de la franquicia).
LA VENGANZA DEL JEDI Y LA MUERTE DE SOLO
El título inicial de
la película no iba a ser “El retorno”, sino “La venganza” del Jedi. Todos
estaban de acuerdo, se había imprimido la cartelería, puesto en marcha el
merchandising, incluso circulaban entre el equipo las primeras camisetas con el
logo “The revenge of the Jedi”. Sin embargo, un día entró George Lucas por la
puerta y simplemente dijo: “Un jedi no se venga”, y hubo que cambiarlo todo.
Lo que también cambió
fue lo que podría haber sido uno de los bombazos del guión que hubiera
trastocado la historia por completo: La muerte de Han Solo.
La idea partió
inicialmente del propio Harrison Ford, y el guionista Lawrence Kasdan estaba de
acuerdo. Su plan era que el personaje de Sólo se sacrificara por Luke y Leia y
pasara de simple héroe a adquirir la categoría de mito. Pensado con lógica, era
un movimiento coherente; Han no tenía familia, responsabilidades, ambiciones o
propósito de vida y de los tres era el más indicado para dar un punto dramático
y potente al capítulo final, y así acrecentar el vínculo ente Luke y Leia (su
romance con Solo habría sido un mero escarceo, como en la vida real). Sin
embargo, Lucas, obsesionado por concluir con un “Happy end” al estilo Hollywood,
se opuso a la idea y fue el que convenció personalmente a Ford, que ya era
mundialmente famoso como Indiana Jones, de que su Han Solo debía pervivir (francamente,
ochenters: para luego dejarle morir de forma tan insulsa y poco elegante en el reciente
episodio VII, era mejor que hubiera muerto heroicamente en la épica batalla de
Endor).
Descartada la muerte
de Solo, George Lucas estuvo barajando la posibilidad de sacrificar en su lugar
a Lando Calrissian estrellando el Halcón Milenario en la segunda Estrella de la
Muerte (un detalle que se intuye incluso en el montaje final en un comentario
entre Han y Lando antes de separarse), pero los productores se lo
desaconsejaron alegando motivos de imagen: no era buena idea “matar a la única
estrella afroamericana de la película”.
De esa forma, sin
correr riesgos narrativos, todo encajaría dentro de los cánones
hollywoodienses: los buenos ganan, los malos pierden y el final feliz queda un
poco almibarado, quizás la única crítica que se puede hacer a la película, que
por otro lado es cinematográficamente espectacular.
RODAR EN EL BOSQUE
Desde el principio,
la idea de George Lucas para la frondosa luna de Endor era rodar en los
espectaculares bosques de secuoyas de los parques nacionales de California,
pero las autoridades del estado no lo permitieron y hubo que recurrir a
terrenos privados.
Para entonces todo lo
que olía a Star Wars era considerado un “chollo” y los propietarios pedían
cantidades exorbitantes por ceder sus terrenos para el rodaje, así que, para
abaratar los precios, al equipo de producción se le ocurrió una ingeniosa idea:
inventarse una supuesta película de serie B llamada “Blue Harvest” y comenzar a
filmar. La estrategia surtió efecto mientras solo se movían por allí los pequeños,
inquietos y encantadores Ewoks, pero cuando aparecieron por allí Mark Hamill o
Carrie Fisher la cosa ya no se pudo ocultar.
Allí
se rodó una de las escenas más impactantes de la década. La persecución de los
speeders a toda velocidad entre los gigantes arbóreos. Para que resultara
espectacular y realista (recordemos que por entonces se rodaba de verdad, sin
el falso digital de hoy), se recurrió a un hábil truco de cámara: el operador
recorrió a pie unos ocho kilómetros a lo largo del bosque andando al paso,
sorteando obstáculos y rodando con una steady
cam, pero en vez de grabar a la velocidad normal de 24 fotogramas por
segundo lo hacía a un solo fotograma por segundo, así, al editarlo de nuevo en
la sala de montaje a 24/1 parecía que el speeder volaba a más de 160 km por
hora. Para las escenas con actores se usaron logradísimos fundidos.
LEIA Y JABBA EL HUTT
Uno de los nuevos
personajes que aparecía al principio de la película era el enorme y viscoso
Jabba el Hutt, el jefe del hampa de Tatooine que tiene congelado en carbonita a
Han Solo en su guarida del desierto (todos recordamos la intensa escena en que
Leia, disfrazada de cazarecompensas, lo libera y luego es capturada).
Para
dar verosimilitud al personaje de Jabba, se confeccionó un gigantesco muñeco de
goma que accionaban ocho operarios para mover desde sus manos a sus ojos o su
asquerosa lengua a la que obligaban a acercarse a Leia tras convertirla en su
esclava. Por cierto, a Carrie Fisher le repugnaba verdaderamente el muñeco de
Jabba y sus gestos de asco y repulsión cuando estaba junto a él eran del todo
reales.
Además, a Fisher
había otro aspecto de esas secuencias que también le incomodaba. El escueto,
sugerente y provocativo traje de esclava que tenía que lucir y que hizo volar
la imaginación de los adolescentes de la época. No se sentía cómoda con tener
que llevarlo (recordemos que la princesa Leia era un icono feminista desde “La
Guerra de las galaxias”). Además le preocupaba que se le moviera el sostén y
por eso en la escena en la que acaba con Jabba, que inicialmente iba a ser más
larga, con golpes y forcejeos, sugirió ella misma el recurso de ahogarlo con la
cadena. Paradógicamente, y después de tantos reparos, el traje de esclava se ha
convertido en uno de los preferidos de las fans de Leia junto con el vestido blanco
clásico.
Otra
de las escenas espectaculares es la del mar de las dunas, donde está la fosa
del gran Sarlakk, donde Jabba pretende arrojar a los protagonistas y les espera
“una digestión de mil años”. La escena se rodó en los estudios Elstree de las
afueras de Londres, donde se recreó al monstruo de la arena. Cuando uno de sus
tentáculos atrapa por el pie a Lando Carlrissian, el actor Billy Dee Williams
quedó enganchado de verdad y sus gritos, sus gestos de angustia y dolor también
son reales, porque además le alcanzaron la pierna los petardos que simulaban
los disparos laser.
EL INCIDENTE CON DAVE PROWSE
El
momento culminante de la película va a tener lugar en la conocida como Segunda
Estrella de la Muerte, que el imperio construye en secreto en la órbita de Endor
y los rebeldes quieren destruir antes de que esté operativa. Allí se
concentrarán las dos flotas y Luke se enfrentará en duelo de espadas de luz con
su padre Darth Vader en presencia del malvado emperador, mientras sus amigos en
la luna santuario tratan de destruir el blindaje de energía para que la
Estrella de la Muerte pueda ser atacada por el Halcón Milenario y los cazas Ala
X.
Como
sucediera en “El imperio contraataca”, el guión de “El retorno del Jedi”
también guardaba sorpresas. Una de ellas era que Luke y Leia descubrían que en
realidad eran hermanos mellizos (lo que dejaba camino libre a la pareja
romántica Leia-Han), la otra era la muerte de Darth Vader, que pese a ser un
argumento casi cantado, George Lucas se obsesionó por mantener en secreto.
Por
eso se incomodó hasta el enfado cuando en pleno rodaje lo vio escrito en una
revista británica a la que Dave Prowse, el actor que interpretaba a Vader,
había concedido una entrevista. Lucas le culpó de haberlo filtrado pese a que
en ningún momento de la entrevista lo menciona y es tan solo una conjetura a la
que llega el periodista por su cuenta, como después reconoció (no hacía falta
ser un lince; los fans, sin que nos lo dijera nadie, ya podíamos intuir un
final trágico para Vader).
Pese
a que la noticia tuvo escaso eco, a partir de entonces, Prowse fue arrinconado
por Lucas y la mayoría de sus escenas las rodaba su doble (de hecho sigue
apartado y nunca ha sido invitado a eventos oficiales desde entonces). Ni
siquiera le iban a dejar participar en la secuencia final en la que un Vader
recuperado para el lado bueno de la fuerza arroja al emperador al abismo antes
de que mate a su hijo con el rayo sith. Sin embargo, su doble era incapaz de
coger al emperador en vilo y tuvo que ser el propio Bowse, desde bambalinas, el
que se ofreciera para hacerlo, algo a lo que accedió Lucas a regañadientes. Sin
el menor problema, Prowse realizó la escena a la primera.
Lo
que sí parece que Lucas tenía decidido antes del incidente de la filtración,
era sustituir a Prowse en la escena en la que Luke retiraba la máscara a Vader y
por fin se le veía la cara. Lucas prefería un rostro venerable y paternal, y
las facciones de Prowse le parecían demasiado duras, por lo que eligió a otro
actor, Sebastian Shaw. Sin duda fue un duro golpe para Dave Prowse, como
reconoció en el reciente reportaje “Soy tu padre” que reivindica su figura.
El
final de la película, tras la batalla en el boscoso Endor con los Ewoks y la
destrucción de la Estrella de la Muerte, combina el emotivo y épico funeral
jedi de Vader, quemado en una pira encendida por su hijo Luke, con, como no
podía ser menos, una fiesta en el poblado Ewok para celebrar la derrota del
imperio y la vuelta de la libertad a la galaxia, en la que no falta la música,
los fuegos artificiales y una foto de familia con todos los protagonistas.
LA SAGA DESPUES DE LOS OCHENTA
Saciado de éxito,
George Lucas pasa la siguiente década dirigiendo su imperio desde el mítico
rancho Skywalker en el condado de Marin. Con la ILM, colabora con directores
como James Cameron o Steven Spielberg, introduce en las salas el sonido THX, en
los noventa reestrena remasterizadas las tres películas con añadidos digitales
intrascendentes o poco afortunados y sigue con la venta y desarrollo todo tipo de
productos como juguetes, libros, comics o videojuegos.
Para olvidar quedan
las conocidas como "precuelas" de principios del siglo XXI (Episodios
I, II, y III), en las que se embarca un George Lucas que lleva más de veinte
años sin dirigir y que acusa falta de forma. Además, decide escribir él también
el guión (algo que siempre le costó y por eso recurría a especialistas como
Brackett o Kasdan).
El resultado de esas
tres películas, duele decirlo, es decepcionante, con una historia mediocre,
plagada de errores de bulto y contradicciones argumentales con la saga
original, inventos absurdos (como los polémicos "midiclorianos" que
afortunadamente Disney ha borrado de un plumazo), o personajes discutibles que parecen
puestos de pegote para lucir el digital como el pretendidamente gracioso Jar
Jar Binks.
Para colmo, se empeña
en rodar toda la película en formato digital cuando es una tecnología todavía
en desarrollo, lo que lastra visualmente el resultado y le hace poco creíble
tanto en los escenarios, con ese artificioso tono pastel, como en personajes principales,
como Yoda o los androides R2 y C3PO, que parecen de dibujos animados.
Solo acierta en la
elección de dos de sus protagonistas, Natalie Portman como Padme (la madre de
leia y Luke), aunque va diluyendo su personaje hasta convertirlo casi en una
figurante en la tercera entrega, e Ewan McGregor como un joven Obi Wan Kenobi,
que cala el espíritu de Alec Guinnes hasta tal punto que los fans ya piden que
tenga un serial propio.
Sin embargo el actor
que elige para el personaje que debía ser clave, Annakin-Vader,
Hayden Christiensen,
resulta insulso, poco convincente, y tampoco le ayudan sus frases ni el frágil
argumento, que pinta un Vader de caricatura, desnaturalizando al que en la saga
clásica era el villano más potente que ha dado el cine de aventuras.
Ni siquiera la
vigorosa banda sonora compuesta de nuevo por el incombustible John Williams
consigue salvar los muebles, y los ansiosos fans salen una y otra vez del cine
desconcertados.
Después de ese fiasco,
el fenómeno Star Wars entra en un impass, y su creador, el grandísimo pese a
todo George Lucas con el que siempre estaremos en deuda, no se ve capaz ya de
continuar y decide retirarse del cine para dedicarse a la filantropía, pero no
quiere que su gran obra se apague y opta por la decisión más razonable, vender
su franquicia a Disney, un socio con el que hace años explota la marca en sus
parques temáticos.
Como hizo antes con
Marvel, el gigante del entretenimiento decide que Lucasfilm opere como marca
independiente y sitúa al frente a una persona del entorno de Lucas y Spielberg,
la reputada productora Kathleen Kennedy con la intención de revitalizar la
saga.
Con buen criterio,
Disney lo primero que ha hecho es volver al estilo de la saga clásica
(recuperando a los actores originales junto con nuevos talentos), con un
argumento sencillo pero potente, escenarios y personajes reales y creíbles, y
el uso de los efectos digitales sólo para lo imprescindible. El resultado hasta
el momento satisface a los fans.
CONCLUSIÓN
Volvamos a 1977. Nada
sería igual sin “La Guerra de las galaxias”. Somos lo que somos y cómo somos
porque vimos en el cine “La Guerra de las galaxias”, la cinta que marcó a
nuestra generación, significó un antes y un después en la historia del séptimo
arte, hoy es un fenómeno social y cultural global en plena vigencia, y que
comenzó "hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana..."
La fuerza estará con
nosotros siempre.
Por VICTOR SANCHEZ GONZALEZ
No hay comentarios:
Publicar un comentario