Star Trek III, En busca de Spock (Star Trek III, The search of Spock, Leonard Nimoy, 1984)



Ochenters, nos hemos percatado de en la serie de reseñas sobre las pelis de Star Trek, nos habíamos dejado por el camino nada menos que En busca de Spock, así que vamos con ella.
Por entonces, Leonard Nimoy atravesaba por una etapa de desapego con el personaje que le había encumbrado y le había convertido en un icono a nivel mundial. No quería verse encasillado o siendo objeto de mofa en espacios de humor como el ácido Spitting Image de la televisión Británica. Estaba reciente la publicación de su primera autobiografía con el revelador título de “No soy Spock”, en la que reivindicaba el resto de su carrera artística y sus cualidades interpretativas más allá de las orejas de goma de Star Trek, sobre todo en los años setenta tanto en cine, teatro o televisión.

LEONARD NIMOY EN LA SILLA DEL DIRECTOR
         Mucho se ha escrito sobre ese desapego de Nimoy por su personaje: que estaba harto de Star Trek y exigió por contrato que muriera su personaje en “La ira de Khan”, que si no volvería jamás a ponerse las orejas de vulcaniano, que si Paramount le ofreció la silla del director para que volviera… En su posteror y definitivo libro de memorias “Yo soy Spock” , Nimoy lo niega todo, y ofrece su propia versión: fue él mismo quien se propuso para dirigir la tercera entrega, y los directivos de Paramount, entonces encabezados por Michael Eisner, el que luego sería presidente de Disney, se mostraron encantados con la idea, y, una vez más, Harve Bennet escribiría el guión, toda una garantía.
         Su compañero y amigo Bill Shatner, mucho más prosaico y desenfadado, reconoce en sus memorias ese desapego temporal de Nimoy con su personaje, pero que Star Trek iba tan lanzada en los ochenta, que, si no hubiera seguido Leonard Nimoy, los de Paramount hubieran puesto a otro diciendo “este es ahora Spock”, así que había que continuar.


EL ARGUMENTO
Tras el argumento único de “Star Trek, la película” y su relativo fracaso, el resto de los episodios iban a tener continuidad narrativa. Por tanto, para hablar de “En busca de Spock”, hay que retrotraerse al capítulo anterior, “La ira de Khan”. Recordemos: en el esfuerzo titánico por derrotar a su archienemigo por antonomasia, el capitán Kirk compromete al Enterprise hasta el punto de su destrucción total por sobrecarga en el reactor. Solo un miembro de la tripulación puede salvar a todos los demás: Spock, por su naturaleza vulcaniana tiene más resistencia a la radiación que los terrestres, “el bien común es más importante que el bien de unos pocos… o el de uno solo”. Por ello, se ofrece para entrar en el reactor y salvar la nave, pero queda atrapado en el interior y, en una de las escenas más emotivas de la serie de películas, y, podríamos decir, de todo género de ciencia ficción, se despide a través del cristal de su capitán con la frase “he sido y seré siempre… su amigo”.

Sin embargo, hay un detalle de esa memorable escena que pasa desapercibido, pero que en las revisiones se detecta a la primera: poco antes de entrar en el reactor, Spock le susurra al oído al Dr. McCoy “recuerda” y le toca levemente el cuello con dos dedos.
Le ha transmitido su katra, su conciencia, antes de morir, ser expulsado y caer con su sarcófago en el recién nacido planeta Génesis. Al principio de “En busca de Spock”, Sharek, su padre vulvaniano, se presenta ante Kirk para exigirle que le entregue el katra para llevarlo a Vulcano. Esto coincide con el extraño comportamiento que empieza a manifestar McCoy, enloquecido, incoherente y repitiendo que esto o aquello “no es lógico”. Conclusión: el Enterprise debe volver a Génesis para recuperar lo que quede de Spock y poder reintegrar su katra.
Con este MacGuffin (recurso que sirve de hilo conductor a la historia) y unos inevitables klingons como malvados, Benett y Nimoy se pusieron manos a la obra con el guión y el reparto.


LOS PERSONAJES
         No repetiremos de nuevo la lista de “los siete magníficos” de la franquicia, aunque sí nos detendremos en alguno de los nuevos personajes de la película. Todos estaban muy contentos con el trabajo de Kristie Alley como la oficial vulcana, protegida de Spock, Saavik, en “La ira de Khan” y en esta entrega tenía también un papel destacado.
Sin embargo, por una negligencia de los abogados de Paramount, en su contrato para “La ira de Khan” no se había incluido la rutinaria cláusula de compromiso ante posibles continuaciones (algo habitual, sobre todo con actores noveles como era el caso), así que la joven actriz era libre de negociar de nuevo para esta película, y su agente se descolgó con una cantidad exorbitante que la situaba a la altura de estrellas como DeForest Kelley que llevaba diecisiete años en la franquicia.
         Se intentó negociar una rebaja, pero ni ella ni su agente cedieron, así que hubo que recurrir a otra joven actriz, Robin Curtis, que desde el principio encajó en el papel, y dejó al director Nimoy, al equipo y a los fans muy satisfechos.

Para el malvado de turno se recurrió al siempre solvente Christopher Lloyd, que, recordemos, por entonces no era todavía el famoso Doc de “Regreso al futuro” sino tan solo una estrella televisiva por su papel en la serie “Taxi”. Interpretaría al renegado comandante Kruge (un papel para el que también se barajó a Edward James Olmos), y, pese a los kilos de maquillaje, hace un trabajo impecable como el líder klingon que quiere robar el secreto del Génesis para su raza.
         Como curiosidad, otro de los klingon, el lugarteniente Maltz, lo interpretó un por entonces desconocido John Larroquette (Juzgado de Guardia, El pelotón chiflado).

           En el bando de los héroes repetirían personajes de la anterior entrega, como el amor de juventud del capitán Kirk, la belleza madura Bibi Besch, como la Dr. Carol Marcus (por cierto, impresionante el parecido que se buscó para la reciente “Star Trek, en la oscuridad” con la actriz Alice Eve), y el hijo de ambos, David, interpretado por el joven Merritt Butrick. 


Además, por exigencia del director y como luego sucedería en “Misión: salvar la Tierra”, cada personaje de la serie original, tendría un papel relevante en la historia y momentos de lucimiento. Aunque sin duda, el “momentazo” de la película es cuando Saavik da la noticia a Kirk de que su hijo ha muerto asesinado por el renegado Klingon en la superficie del planeta Génesis. Nimoy dio libertad a su amigo Shatner para plantear la escena, que, en principio, se iba a basar en el derrumbamiento psicológico del personaje, sin embargo, al echarse para atrás, el actor tropezó y cayó, pero se continuó rodando. La escena quedó tan redonda que se positivó tal cual e impresiono tanto a los directivos de Paramount como a los fans en los cines. Después de la escena, propia de un drama Shakesperiano, Leonard Nimoy, medio en broma medio en serio, le dijo  a su amigo: “Bill, ha sido impresionante, deberías dedicarte a la dirección.”

DOS INCIDENTES EN EL RODAJE
         La escena final de la película iba a ser un combate a puñetazos entre Kirk y Kruge en un planeta Génesis en destrucción. Como el presupuesto aguantaba, se montó un impresionante set con decorados móviles que tenían que simular enormes rocas inestables por las que los protagonistas saltaban en su lucha. William Shatner cuenta en sus memorias que, en los ensayos, las rocas estuvieron a la altura de la ambiciosa escena; sin embargo, a la hora de rodar, “en vez de caer estruendosamente, rebotaban flácidamente como enormes zurullos de fibra de vidrio”. La verdad es que en las revisiones, la secuencia rezuma aroma a cartón piedra barato, no así el resto de los efectos especiales, encargados de nuevo a la prestigiosa ILM de George Lucas, que han resistido bastante bien el paso del tiempo.

         El otro incidente, según cuenta también Shatner, ocurrió el penúltimo día de rodaje cuando se declaró un incendio en el plató que amenazaba no solo los decorados de Star Trek para el último día, sino otras producciones inminentes como la propia serie T. J. Hooker, en la que tenía que participar él mismo unos días después. Así que, ni corto ni perezoso, el capitán Kirk, vestido con el uniforme de la flota estelar, se fue a por una manguera y se unió a los operarios que combatían el fuego de tal forma que “conseguimos aplacar las llamas y cuando llegaron los bomberos, la batalla casi había terminado”.

         El rodaje concluyó el 15 de octubre de 1983, y la película se estrenó el 1 de junio de 1984, con una buena acogida de crítica y la nada despreciable cifra de recaudación de 76 millones de dólares.

Por Víctor Sánchez González


















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