Ochenters,
hoy comentamos una de las series emblemáticas de nuestra infancia y
adolescencia, Verano Azul, convertida
en canon de la España de su época, y una de las más exitosas y repuestas de
Televisión Española. Ya os adelantamos, que, como fans declarados de la serie,
nos hemos permitido un análisis crítico y en perspectiva, también sobre sus aspectos
colaterales, los personajes, y la época, siempre desde el cariño y la
nostalgia, ya que la vivimos con ellos y como ellos.
La
serie fue un proyecto original del guionista y director Antonio Mercero, un
renovador del lenguaje cinematográfico y televisivo, reconocido
internacionalmente por su premiadísimo mediometraje La cabina (1972), y que ya había cosechado el éxito en tv con la
serie Crónicas de un pueblo (1971-74).
Al igual que Verano Azul es inseparable de Mercero, también lo es del compositor
de su archifamosa sintonía, Carmelo Bernaola, que concibió una melodía alegre y
optimista, propia del título y el espíritu de la serie, y que ya forma parte de
la banda sonora de nuestra vida. Quién no la recuerda cada vez que monta en
bici.
EL
ESTRENO TARDÍO
El proceso de producción de la serie
hasta su emisión duró en total tres años, entre escritura del guion,
localizaciones, rodaje y montaje. Se rodó entre finales de agosto de 1979 y
diciembre de 1980, sobre todo en la localidad malagueña de Nerja (auténtica
protagonista también de la serie), aunque también en Vélez-Málaga y en Motril y
Almuñécar (Granada). Sin embargo, debido a su complejidad y a la burocracia de
TVE, no llegó a la primera cadena de Televisión Española hasta el 11 de octubre
de 1981, y sus 19 capítulos se emitieron cada domingo en la sobremesa hasta el
14 de febrero de 1982.
EL
ARGUMENTO Y LOS PERSONAJES
La
serie trata sobre el verano de descubrimientos de un grupo de niños y adolescentes,
en el que despertarán al mundo y a la vida, acompañados de dos amigos adultos,
una pintora en horas bajas y un viejo marinero retirado.
La
pandilla de Verano Azul la componen
siete chavales de diferentes edades, cinco chicos y dos chicas:
BEA
(Pilar Torres): Es la “guapa” del grupo y objeto de interés amoroso de los dos adalides de la panda, Javi y Pancho.
Ella mantiene en todo momento la incertidumbre a ese respecto sin decantarse
por ninguno, pero, vista la serie tantas veces, da la impresión al final de
preferir un poco más a Pancho (que es además el que más hace por conquistarla,
Javi espera más que le caiga “por derecho”). Bea es la hermana mayor del
benjamín del grupo, Tito.
DESI
(Cristina Torres): es la amiga inseparable de Bea y siempre está a su sombra.
Pese a ser una joven con atractivo, es retratada como “fea” (al llevar gafas y
corrector dental), y además ella asume ese complejo. También lleva mal la
separación de sus padres.
JAVI
(Juan José Artero): Es el líder de la panda. Orgulloso, seguro de sí mismo, y
hecho al mando. Es alto, guapo, rubio, y viste de marca. Aunque no lo
reconozca, está enamorado de Bea.
PANCHO
(José Luis Fernández): es un amigo temporal de la pandilla, ya que, al
contrario que los demás, no es veraneante sino que vive en el pueblo, es
huérfano, no estudia, y trabaja como repartidor para su tío. Al principio
rivaliza con Javi, tanto por el mando del grupo como por el amor de Bea, pero
luego se hacen grandes amigos, pese a que son personalidades y estilos opuestos
(Pancho es un chico de la calle, moreno, guapo también, con el pelo largo y un
poco “macarra”).
QUIQUE
(Gerardo Garrido): es el equivalente de Desi para Bea, el mejor amigo de Javi,
y relegado siempre a un segundo plano. “Menos guapo”, algo fondón y con un
protagonismo limitado.
PIRAÑA
(Miguel Ángel Valero): En realidad se llama Manolito, pero recibe el apodo por
su voracidad a la hora de comer. Es uno de los pequeños junto con su
inseparable Tito. Pese a ser el “gordito” del grupo, también es el más
intelectual, el que lee, y a menudo instruye no solo a Tito, sino también a los
mayores.
TITO
(Miguel Joven): Es el pequeño del grupo, y también el más ocurrente, espontáneo,
y con las frases más divertidas (“Jo, tío, es que tu padre es un plasta”). Como
hermano de Bea, es muchas veces el nexo de unión entre chicos y chicas, y
también protagonista junto con su amigo
Pi, de las situaciones más rocambolescas y jocosas de la serie.
El
protagonismo principal de la serie recae también en dos adultos, que se hacen
amigos de la pandilla por casualidad:
JULIA
(María Garralón): Es una pintora de mediana edad, una mujer instruida, sensible,
y de indudable atractivo, que vive envuelta en un halo de misterio. Es el
referente sobre todo de las dos chicas de la pandilla, que siempre recurren a
ella en busca de consejo.
CHANQUETE
(Antonio Ferrandis): Es el personaje más carismático sin duda de la serie, un
pescador retirado que vive en un idílico cerro frente al mar, en su viejo
barco, La Dorada, habilitado como
vivienda junto a su huerta. Si julia es el referente de las chicas, Chanquete lo es de todos, pero en especial
de los chicos, a los que aconseja recurriendo a su experiencia y al refranero
común, como un filósofo del pueblo y de la vida. Es conocido y querido por todo
el vecindario, socarrón y de fácil risotada.
Junto
a los protagonistas infantiles y juveniles, que la serie convirtió en iconos
para toda una generación de niños y adolescentes, encontramos también a sus
familias, madres y padres, encarnados por actores profesionales del cine y la
televisión, que reproducen de alguna
forma los estereotipos más instalados en la época, y a los que incluso se los
podría encasillar en el espectro sociológico e incluso ideológico del momento
(la España de la Transición): el padre tradicional de “ordeno y mando” y
bofetada fácil (conservador), encarnado por el padre de Javi, Javier (Manuel
Gallardo), el padre dialogante, tolerante y comprensivo, partidario de tomar
las cosas con mesura (progresista), el padre de Bea y Tito, Agustín (Manuel
Tejada, que aparece además muchas veces leyendo en la playa “El País”).
Luego
tendríamos también otros modelos sociales, como el padre entrometido, el de
Quique, Enrique (Fernando Hilbeck), el padre siempre ausente, aunque
consentidor y dadivoso, Jorge (Carlos Larrañaga), el padre de Desi, y el padre
que cree que “se las sabe todas”, Cosme (Manuel Brieva), el padre del Piraña.
Sin
embargo, si hay un modelo estereotipado de la época, que se refleja en la
serie, es el de las madres, retratadas casi siempre tomando el sol o en labores
domésticas, cotilleando entre ellas, o despotricando de sus maridos, de los que
asumen ser dependientes en todos los aspectos (en contraposición con el
personaje de Julia, una mujer “sin hombre”, autosuficiente, que vive sola, y
tiene un pasado misterioso del que nunca habla, salvo a retazos).
Las
madres de Bea y Javi, Carmen y Luisa (Elisa Montés -hermana de Emma Penella y Terele Pávez, y madre de Emma
Ozores-, y Helga Liné, ambas actrices de recorrido, curtidas en el Landismo, los Spagetti Western y el Destape),
son dos bellezas maduras que aparecen exhibiendo sus hermosos cuerpos, cubiertos
tan solo por diminutos bikinis, mientras chismorrean entre ellas de todo y
todos (“esa, esa, es que está separada”), ya que dan la impresión de ser amigas
de antes y veranear las dos familias juntas.
Por
su parte la madre de Quique, Mercedes (Concha Leza), aparece como una mujer
manipuladora e intervencionista, que convence a su marido para que se “infiltre”
en el grupo de los muchachos, todo un desastre.
Como
su hijo, la madre del Piraña, Nati
(Ofelia Angélica), es el arquetipo de mujer “gorda” y bonachona, casada con un
hombre pequeño y delgado al que dominar, y que atiborra a su hijo de comida ( Pi aparece en casi todas sus escenas
deglutiendo bocadillos, hasta en la bici). Y finalmente, la madre de Desi, Pilar
(Concha Cuetos), la “mujer doliente”, abandonada por su marido (Larrañaga), un
mujeriego empedernido que, sin embargo, piensa que sigue siendo de su posesión
(es curioso que Cuetos interpretara un personaje muy similar en el capítulo de Curro Jiménez en el que aparecía, y por
cierto, Mercero volvería a recurrir al tándem Cuetos-Larrañaga en los noventa,
para su teleserie Farmacia de Guardia).
Ya
en su estreno, la serie, pese a ser todo un éxito, llegó a TVE podríamos decir
que un poco desfasada. Aunque solo habían pasado un par de años, la España de
1981 casi 82, no tenía nada que ver con la de 1979. En moda y en música, se había
pasado ya de la rumba y el pasodoble, al punk, el rock duro y el tecno-pop, de
los apretados y exiguos bañadores Turbo,
a los bermudas de color fuxia, de la coleta y el vestidito de tirantes, a los
cardados, las hombreras y las faldas ra-ra. El mayor deseo de la chavalería ya
no era tanto la bicicleta como el Walkman,
estábamos en plena Movida y de fuera
llegaba la explosión del pop anglosajón de los ochenta.
Sin
embargo, hay otros aspectos de la vida infantil y juvenil, que aparecen en la serie,
y que si tenían plena vigencia, como los recreativos, el cine de verano, el
tabaco ocasional semitolerado, el futbol de chapas, tirar piedras, o “mirarle el
culo” a las chicas. Y por supuesto, las bicicletas. Si tanto se ha dicho del
protagonismo de Nerja en Verano Azul,
¡qué decir de las bicicletas! ¡Si eran las que teníamos los chavales de la
época! (por ejemplo, en mi caso, era la BH azul de Desi).
Además,
la serie tuvo el atrevimiento de abordar, aunque que fuera de forma incidental
y suavizada, asuntos impensables en la televisión de aquellos tiempos, como la
separación y el divorcio, la menstruación femenina, el derecho de protesta, la
especulación inmobiliaria, el medio ambiente o los conflictos generacionales.
Consiguió así, romper ciertos tabúes, aunque sin cuestionar otros tan
“hispánicos” como la religión o la autoridad. También abordaba fenómenos muy en
boga a finales de los setenta, como el fenómeno fan y los ídolos musicales, o
el movimiento Hippie.
Analizada
en perspectiva, la serie reflejaba también la ideología del partido dominante
del momento, la extinta UCD (que más tarde heredaría el PSOE), ese conformismo
con lo establecido, con cierta tolerancia pero sin cuestionar el orden
existente en aras a la “convivencia”, el llamado “Espíritu de la Transición” (hay
un discurso de Chanquete en ese
sentido, aunque con la excusa de una pelea, “huyamos del enfrentamiento,
olvidemos el pasado”).
LOS
EPISODIOS MÁS EMBLEMÁTICOS
Como suele ocurrir en las series
corales, hay capítulos en los que la historia se centra sobre todo en las
vivencias de uno de los personajes, otros en un actor invitado, los hay en los
que prima la aventura, la trama romántica, una temática seria o más cómica.
Aunque no nos faltan ganas, no desgranaremos los 19 capítulos, pero sí tres de
los más emblemáticos. El episodio 3 “a lo mejor”, el 16, “No nos moverán”, y el
18, “Algo se muere en el alma”.
EPISODIO
3 “A LO MEJOR”
La temática de este episodio es el
conflicto generacional. Los chavales de la pandilla están hartos de obedecer
“porque sí” a sus padres, y debaten la manera de rebelarse con una huelga al
estilo obrero. Al final acuerdan no responder ni que “sí” ni que “no” a sus
padres, y cuando les digan algo, contestar “a lo mejor”. La estrategia resulta
un fracaso, así que deciden cambiar de táctica, y responder de forma elaborada,
pero hablando con las sílabas al revés, con lo que nadie les entiende. Al
final, después de un montón de situaciones cómicas, padres e hijos, junto con Chanquete y Julia, acaban ante la policía local.
Es sin duda el episodio más divertido
de la serie, y en él participa como actor invitado el orondo Ricardo Palacios, secundario
en infinidad de Spagetti Western,
haciendo del agente municipal apodado Barrilete,
dicho al revés Telerriba (“Hay que
aprender idiomas, Telerriba”).
EPISODIO
16 “NO NOS MOVERÁN”
Su temática es la especulación
inmobiliaria. Una promotora quiere edificar un gigantesco complejo de torres de
apartamentos, y para ello es imprescindible que Chanquete les venda su terreno frente al mar, pero se niega a tal monstruosidad,
pese a las múltiples ofertas, y las presiones del alcalde, los comerciantes del
pueblo y el resto de propietarios. Fracasado el intento “por las buenas”, la
inmobiliaria decide utilizar malas artes, primero intentando desacreditar a Chanquete con propaganda, y luego
agrediéndole físicamente para amedrentarle (a lo que su amigo Frasco, dueño de la taberna, responde a
tiros contra la sede de la inmobiliaria). Finalmente, la promotora envía a las
bravas a sus excavadoras para derribar La
Dorada, pero Julia y la pandilla se plantan delante, entonando una versión
de la famosa canción protesta “No nos moverán” (“¡del barco de Chanquete, no nos moverán!”)
El capítulo denuncia uno de los males
endémicos de nuestro país ya por entonces, y que se prolonga hasta nuestros
días: la especulación inmobiliaria, la corrupción, y los pelotazos
urbanísticos. Además sirve de excusa para algo tan impensable en aquel momento
como era emitir por el canal público, y aunque fuera con la letra modificada,
una canción tradicional de reivindicación de los movimientos izquierdistas,
popularizada, entre otros por Joan Baez o Quilapayún.
CAPÍTULO
18 “ALGO SE MUERE EN EL ALMA”
Es el famoso capítulo de la muerte de Chanquete, que fue anunciado a bombo y
platillo por la prensa nacional incluso antes de su emisión, algo nada
habitual, en lo que hoy se conoce como un “spoiler” en toda regla. Se trata de
un episodio único, y al margen del tono y el estilo de la serie, en el que toda
España lloró al son de la famosa sevillana “Cuando un amigo se va” (“El barco
se hace pequeño, cuando se aleja en el mar…”).
Como
fan de Verano Azul, y en general de las
series televisivas, considero que el episodio de la muerte de Chanquete, es un final en exceso
dramático y trágico, que además ponía fin definitivo a la historia en impedía
de facto una posible continuación de la serie. Hubiera sido igualmente
plausible, y no exento de tensión dramática, un final menos funesto,
simplemente con la tristeza del fin de las vacaciones y las despedidas (el propio
capítulo 19 “El fin del verano”). Los fans hubiéramos llorado igual, pero sin
morir nadie, y se hubiera dejado abierta una posible segunda temporada con los
mismos protagonistas.
Fue
tanta la repercusión de este capítulo, que España entera llegó incluso a creer
que el propio Antonio Ferrandis, Chanquete,
había fallecido de verdad. A este respecto, contaré una anécdota personal: A mediados
de los ochenta iba con mi abuela por Gandía cuando nos topamos con Antonio
Ferrandis en una parada de autobús. Yo me quedé pasmado, pero mi abuela sí que
hablo con él, y fue muy amable. Me cercioraba por fin de que los rumores no
eran ciertos (el actor falleció en 2000).
VALORACIÓN
Y LEGADO
La
serie fue un éxito rotundo desde su estreno, y congregaba a grandes y pequeños
frente al televisor cada fin de semana (bien es cierto que era la época en que
todos veíamos lo mismo, al haber solo los dos canales de la tele pública). Por
ello, en la iconografía de nuestra generación, está a la altura de otras series
españolas míticas como Curro Jiménez,
Turno de Oficio, Anillos de oro o Brigada
Central.
Lanzó
a la fama a sus protagonistas. En especial al veterano Antonio Ferrandis, un
curtido actor secundario, fajado en el cine del Landismo, en papeles casi siempre de tipo serio, por su calva, su
bigote, y su imponente vozarrón; muy lejos del entrañable Chanquete, un “abuelo” bonachón de barba y pipa (sin duda Verano Azul fue el papel de su vida, como
Curro Jiménez para Sancho Gracia o Juncal para Paco Rabal).
Por
su parte, los niños de la serie sufrieron, en muchos casos, el síndrome de la
estrella infantil. De hecho, solo Juanjo Artero se dedica hoy en día
profesionalmente a la actuación, y con una tortuosa carrera llena de altibajos,
en la que solo ha conseguido cierto reconocimiento ya cincuentón, con el gesto
más pausado, y la voz educada y profunda, en papeles sobre todo de policía, o
capitán de “El Barco”.
Por
su parte, Juan José Valero, el Piraña,
tuvo un breve paso por el legendario programa infantil y juvenil “La Bola de
Cristal”, en el que interpretaba al detective “Mantequilla”, y hoy es profesor
universitario en Madrid (como curiosidad, tanto él con Tito, como Pancho con
Javi, tuvieron, tras la serie, una breve carrera musical como dúo).
En
cuanto a las dos chicas de la panda, Bea y Desi, Pilar y Cristina Torres, son
enfermeras. Pancho, (José Luis Fernandez), tras pasar por el infierno de las
drogas, vive en el anonimato. Gerardo Garrido (Quique), es fotógrafo, y el
pequeño Tito (Miguel Joven), trabaja como guía turístico para el Ayuntamiento
de Nerja, su ciudad natal.
La
serie se emitió también en Francia, en Iberoamérica, Portugal, Angola, Argelia,
y en algunos países del Este, como Yugoslavia, Checoslovaquia, Polonia, o Bulgaria,
causando gran impacto por su temática adolescente y por mostrar aspectos
desconocidos entonces en aquellos países como el movimiento Hippie.
Hoy
en día, Verano Azul, es, sin duda,
con Curro Jiménez, la serie más
emblemática de TVE, que la repone regularmente, y forma parte de su oferta
gratuita a la carta. Además, en la ciudad de Nerja hay calles y parques
dedicados la serie y sus personajes, y una reproducción de La Dorada.
Y
los fans solo tenemos una cosa que decir: “A lo mejor”.
Por Víctor Sánchez González