Un sacerdote cree haber descubierto el lugar de descanso de Satán, en el sótano de una iglesia abandonada de Los Angeles. Junto a un grupo de estudiantes de física, el sacerdote prepara un proyecto científico que siga manteniendo encerrado al Príncipe de las Tinieblas. Encerrados en la iglesia por fuerzas siniestras, los estudiantes descubren que deben luchar para impedir la llegada del Mal al mundo.(http://www.filmaffinity.com/es/film407977.html)
Hablemos de nuestras creencias y lo que podemos aprender sobre ellas. Creemos que la naturaleza es sólida y el tiempo una constante. La materia tiene sustancia y el tiempo dirección. Hay verdad en la carne y en el suelo sólido. El tiempo puede ser invisible, pero es real. Humo, fuego, agua, luz, ¡son diferentes! No como una piedra o el acero, pero son tangibles. Y nosotros asumimos que el tiempo es una flecha porque es como un reloj - ¡un segundo es un segundo para todos! - La causa precede al efecto. La fruta se pudre. El agua fluye río abajo. Nacemos, crecemos, morimos. Lo contrario nunca ocurre... ¡Nada de esto es cierto! Decir adiós a la realidad clásica, porque nuestra lógica se colapsa en el nivel subatómico ... dentro de fantasmas y sombras.
Puede que El príncipe de las tinieblas no constituya uno de los grandes logros de Carpenter, pero una cosa queda clara, apenas transcurridos unos segundos de proyección sabemos que está de vuelta. Después de Christine (1983) y Starman (1984), quizás sus películas más impersonales, y de esa ecléctica genialidad llamada Golpe en la pequeña china (1986) - con la que sorprendió a propios y a extraños, pero que también se alejaba de sus producciones más características -, fue El príncipe de las tinieblas la película que nos lo devolvió 100% fiel al estilo desplegado en Asalto a la comisaría del distrito 13 (1976), La niebla (1980), 1997: Rescate en Nueva York (1981) o La Cosa (1982). Concebida como la segunda parte de la "trilogía del apocalipsis" - de la que La Cosa sería la primera y En la boca del miedo (1994) la tercera - germina en la productora Alive Films como respuesta al batacazo comercial sufrido con Golpe en la pequeña china y que lo alejó de los grandes estudios. En Alive Films - con la que repetiría en Están Vivos (1988) - no gozaría de presupuestos tan holgados, pero sí de total libertad creativa, por lo que Carpenter volvió al redil y recuperaría una forma de rodar que había abandonado en 1982 tras el estreno de La Cosa.
Para empezar vuelve a construir una historia coral en la que un grupo se verá hostigado sin posibilidad de escape y completamente aislado del exterior. Un tema muy recurrente en su temática que cobra todo su sentido en la propia concepción del director sobre las películas de terror. Y es que para Carpenter, según sus propias palabras, sólo existen dos clases de historias de terror: una en la que el enemigo está fuera (La niebla, 1980) y otra en la que el enemigos está dentro (La Cosa, 1981). En El príncipe de las tinieblas parece aunar estos dos principios al someter al grupo de desdichados a los ataques de esos siniestros vagabundos capitaneados por Alice Cooper desde el exterior, y de los poseídos por el mal recluido (verde, otra vez verde como en La Niebla) en la cápsula de contención desde el interior de la iglesia de la secta de la Hermandad del sueño.
Pero no es la estructura de la historia lo único que repite. Recordemos su maestría a la hora de crear atmósferas casi tangibles y que atrapan al espectador hasta el punto de transportarle al mismo interior de una película que , en sus manos, torna a pieza única y genuina. Para ello se sirve de una narración pausada, cocinada a fuego lento, en la que hará avanzar la trama sin prisa y por medio de su típico montaje en paralelo hasta alcanzar el clímax final. Otros elementos son el hecho de que la acción trascurra de noche, con lo que se ayuda de una iluminación tenue, utilizando velas en algunas escenas, y el empleo de una música de corte minimalista y oscura compuesta por él. En cuanto a los actores repetirán Donald Pleasance (Halloween, 1997: Rescate en Nueva York), Victor Wong y Dennis Dun (ambos actuaron en Golpe en la pequeña china)
Pero donde El príncipe de las tinieblas no sale tan bien parada es en el guión. Escrito por el propio Carpenter bajo el pseudónimo de Martin Quatermass - homenaje al mítico personaje Bernard Quatermass creado por Nigel Kneale y a la película Quatermass and the pit (1967) con la que El príncipe de las tinieblas guarda ciertos paralelismos - y reflejo de su interés por la física subatómica, adolece de una historia bien centrada y de algunas situaciones completamente absurdas y fuera de lugar. En cuanto a la primera traba, son comunes los diálogos acerca de ecuaciones diferenciales, lenguajes ignotos, telekinesia, o comportamiento de partículas a escala subatómica que se superponen a la historia escrita en un libro que habla del anti dios Satán, de Jesucristo como un alienígena y de la esencia del mal encerrada en una cápsula ... Como veis un popurrí de tres pares de narices. A mi juicio Carpenter debió haber simplificado y obviar la multitud de referencias que salpican toda la trama restándole solidez y empaque. Y es que, a priori, las ideas de la materialización del mal y la confluencia de ciencia y religión resultan muy interesantes, pero Carpenter se fue por los cerros de Úbeda y el resultado queda un poco en tierra de nadie. El otro lastre son algunas escenas, auténticos dislates, que no aportan nada y restan credibilidad y fuerza. Por ejemplo cuando Walter (Dennis Dun) permanece encerrado en el armario y no puede salir porque dos de sus compañeras , ahora poseídas, se lo impiden. Esta escena podía haber sido utilizada para explotar la tensión, pero en vez de eso el personaje no deja de soltar chistes y chorradas provocando el sonrojo. Otra escena absurda es cuando Brian (Jameson Parker) salta por la ventana a un exterior repleto de los mendigos asesinos para ... ¡volver a subir acto seguido!
Estas carencias, que empañan sin duda el conjunto, no logran hundir una película sumamente disfrutable y cuyo fuerte es la atmósfera carpenteriana. Pero además, el uso de señales y elementos inquietantes, como el eclipse de sol, la constante presencia de lombrices, gusanos, hormigas y escarabajos, así como la de los siniestros vagabundos que sitian la iglesia, es muy acertado. Y, en cuanto el líquido verde comienza a "poseer" a los científicos - una posesión que tiene lugar cuando tragan el líquido y que después depositan en la boca de otra víctima para continuar con la infección/posesión; hecho que hay quien lo interpreta como metáfora del SIDA -, aumenta el interés y la sucesión de momentos terroríficos. También resulta muy perturbadora la visión y el mensaje del futuro que perciben y que cobrará sentido (según como se interprete) en un enigmático, abierto y acertado final.
En taquilla, El príncipe de las tinieblas recaudó más de 14 millones con un presupuesto de 3; otro pequeño gran éxito para nuestro pequeño gran hombre.
GERMÁN
FERNÁNDEZ JAMBRINA
TRAILER
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Para mí ésta es la película de Carpenter más infravalorada, un terror adulto, atmosférico, claustrofóbico, que prácticamente se hace tan tangible como el que muestra la película. Debería darse más a conocer entre el gran público porque es una gozada.
ResponderEliminarFue como tú dices, el regreso de Carpenter a lo que mejor sabía hacer y menudo regreso.
Saludos.
Pues sí, Rodi. Ya te digo que pese a no ser mi favorita regresa con esa atmósfera 100% carpenteriana. Y sólo por eso merece la pena.
ResponderEliminarSaludos.