Soy un insecto que soñó que era un hombre y le encantaba serlo. Pero ahora el sueño ha terminado y el insecto está despierto (Seth Brundle, La mosca)
Seth Brundle (Jeff Goldblum) , una suerte de arquetipo de científico
extravagante, conoce a la periodista Veronica Quaife (Geena Davis) en
una convención científica y la convence para que lo acompañe a su
laboratorio y presencie un invento que cambiará el mundo: el primer
sistema de teletransporte. Por medio de dos cabinas (origen y destino)
logrará transportar un objeto instantáneamente, como por arte de magia
descompondrá la materia a nivel molecular y la volverá a componer en la
cabina de destino. En tan revolucionario invento sólo hay un problema, y
es que hasta ese momento sólo ha funcionado con materia inorgánica (o
materia orgánica muerta, como en el caso del filete). Todos los intentos
para transportar seres vivos han resultado tan grotescos como infructuosos. Tras varios ensayos y
sucesivas mejoras del invento logra transportar sano y salvo al primer
ser vivo, pero el paso definitivo para dar prueba de lo revolucionario
de su invento es probarlo con un ser humano. El propio Brundle se
introduce en la cabina sin ser consciente de que no está sólo, un
diminuto e insospechado viajero le acompañará con consecuencias trágicas, y cuando la máquina lo vuelva a integrar algo habrá cambiado; su ADN se ha fusionado con el de una mosca.
Considerar el trabajo de Cronenberg como un remake de la película homónima dirigida en 1958 por Kurt Neumann me parece una excesiva simplificación del verdadero origen de su obra. En primer lugar, es del relato publicado en 1957 por George Langelaan de donde surge la idea que ha dado forma a ambas versiones cinematográficas, pero teniendo en cuenta la candidez y la fidelidad de la versión de Neumann, en contraste con la visceral y alejada propuesta de Cronenberg, no queda más remedio que hablar de una adaptación muy libre en la que el director canadiense aúna dos de sus grandes pasiones: la literatura y la ciencia - no en vano, Cronenberg, es graduado en literatura inglesa y asistió en su época universitaria a varios cursos sobre ciencia - . Por otro lado, no sólo del relato de Langelaan bebió Croenenberg para trasladar la terrible metamorfosis de un hombre en un insecto, ¿lo adivináis? En efecto, el clásico relato de Kafka le rondó por la cabeza, de hecho, llegó a querer rodar una adaptación cinematográfica de La metamorfosis que, evidentemente, nunca se materializó. Y esta influencia puramente kafkiana no es una suposición gratuita. Recientemente se ha publicado una nueva traducción en inglés de La metamorfosis en la que David Croneberg ha escrito el prólogo y deja patente la influencia y los paralelismos existentes entre Gregorio Samsa y Seth Brundle:
En la película que coescribí y dirigí a partir del relato corto La mosca,
de George Langelaan, le hacía decir a nuestro protagonista Seth
Brundle, interpretado por Jeff Goldblum, en su momento de mayor agonía
en el proceso de transformarse en un espantoso híbrido de mosca y
humano: «Soy un insecto que soñó que era un hombre y le encantaba serlo.
Pero ahora el sueño ha terminado y el insecto está despierto». Le está
advirtiendo a su amante de que ahora representa un peligro para ella, de
que es una criatura sin compasión ni empatía. Se ha desprendido de su
humanidad igual que una ninfa de cigarra se desprende de su capullo, y
lo que ha emergido ha dejado de ser humano. Brundle está sugiriendo
asimismo que ser un humano, un ser con consciencia, es un sueño que no
puede durar, una ilusión. También Gregor tiene dificultades a la hora de
aferrarse a lo que queda de su humanidad, y a medida que su familia
comienza a sentir que aquello que habita en el cuarto de Gregor ha
dejado de ser Gregor, él comienza a sentir lo mismo.(Extracto del prólogo de La metamorfosis escrito por David Croenenberg. Fuente: http://www.culturaimpopular.com/2014/01/la-metamorfosis-de-cronenberg.html)
Además, y pese a las fuentes e influencias de la génesis de La Mosca, no hay que dejar de lado el prisma puramente cronenbergiano con el que impregna a la película. Una visión propia, una firma original, única e inigualable lo diferencia de otros directores otorgándole el cuño de cine de autor. Así, estamos ante una obra que se puede considerar madura en cuanto consigue focalizar todas las obsesiones que siempre le acompañaron y que culminan en la excepcional Videodrome(1983): el choque entre los avances tecnológicos y el cuerpo humano, las mutaciones, la decrepitud corporal y las transformaciones físicas y sicológicas que confluyen en el concepto de la nueva carne.
Después de la fusión a nivel genético Brundle se siente invencible. La energía le desborda y no tarda en apreciar sus nuevas habilidades. El tímido y apocado hombre es un superhombre dispuesto a comerse el mundo. Pero algo va mal. Poco a poco se va dando cuenta de que se está convirtiendo en un ser que jamás ha existido; un híbrido entre un ser humano y una mosca. Esta degeneración física es brillantemente plasmada por Chris Wallas (El dragón del lago de fuego, Gremlins, Enemigo mío) - curiosamente él dirigió una secuela menor, La mosca 2 (1989)- , quien ganó el Oscar al mejor maquillaje, y nos golpea una y otra vez con un horror in crescendo al hacernos testigos de la progresiva degradación física y mental del protagonista. Imágenes que rozan, sino alcanzan, el gore, pero no por ello gratuitas, porque Cronenberg centra sus esfuerzos en mostrarnos otro ejemplo de la nueva carne. Una fusión del ser humano con la materia (en este caso ser humano, insecto y materia) que alcanza su colofón en un grotesco final en el que contemplamos a ese híbrido en su total decadencia al haberse fusionado con una de las cabinas teletransportadoras - ¿una de las influencias de Shinya Tsukamoto para su Tetsuo (1988) -. Fusión de la que quizás Cronenberg nos da alguna pista cuando Seth hiere accidentalmente su espalda con lo que parece un chip de ordenador para , acto seguido, iniciar una conversación con Veronica en la que explícitamente, y varias veces, aluden a la palabra carne - situación que se repite, dudo mucho que por casualidad, al teletransportar el filete - . ¿Y acaso no se puede hablar de nueva carne al referirnos a lo que gesta Veronica en su interior? Una nueva forma de vida que abre multitud de incógnitas acerca de lo que nacerá y que nos ofrece esa pesadillesca escena en la que David Cronenberg, cameo mediante, sostiene esa gran larva palpitante.
Pero La mosca también es una historia de amor con tintes trágicos - tragedia que anticipan las fatalistas notas de la banda sonora compuesta por Howard Shore, conocido por la trilogía de El señor de los anillos y que repetiría con Cronenberg en tantas ocasiones (Inseparables, M.Buterfly, Crash, Una historia de violencia) - .El terrible experimento se precipita a raíz del despecho que Brundle siente cuando Veronica va a visitar a su jefe y ex pareja, Stathis Borans (John Getz), la última pieza del triunvirato sobre el que se sostiene la historia y que también actúa impulsado por el amor (más bien celos posesivos) que siente por la que otrora fue su pareja . El amor de Veronica y Brundle es incondicional porque ella, pese a lo fugaz de su noviazgo y a la (justificada) aversión que le provoca , trata de ayudarle hasta ese patético final en el que el último vestigio de la conciencia humana de Seth le suplica la muerte; y él renuncia a ella (dolorosamente) cuando es consciente del aberrante y depravado ser en el que se está transformando. También es el amor que siente Brundle por su hijo nonato lo que le impele al secuestro de Veronica para obligarla a fusionarse con él - en una blasfema Santísima Trinidad formada por el padre, la madre y el hijo (y una pizquita de mosca)- , desencadenando así un final que cierra el círculo en el que la metamorfosis corona el centro.
GERMÁN
FERNÁNDEZ JAMBRINA
Ficha ténica y artística
TRAILER