Los cuerpos de varias chicas jóvenes aparecen en la ciudad. Charly
Brewster, un adolescente con las hormonas a punto de ebullición, sospecha que
su nuevo vecino, Jerry, es el asesino; pero no un asesino normal, sino un vampiro.
Por supuesto, su novia Amy, su madre y su amigo “ Rata” permanecen incrédulos
ante la teoría de Charly, e incluso el gran Peter Vincent, un matavampiros de
película en horas bajas al que recurre como medida desesperada, le toma por
loco. Pero Charly sabe que bajo la encantadora fachada de Jerry Dandrige se
esconde un verdadero chupasangre.
Noche de miedo supone la reinvención de un subgénero de capa
caída y que películas como “El ansia” (1983), “Mordiscos peligrosos” (1985), “Jóvenes
ocultos” (1987) o “Los viajeros de la noche” (1987) – cada una en su estilo- pondrían
de nuevo en la palestra. “Noche de miedo”
trata de acercarlo al terreno juvenil tan propio de los ochenta e imbuirle un
humor cargado de autoreferencias que recuerdan a un gran homenaje/parodia como
es “El baile de los vampiros” (1967), aunque, en este caso, sin dejar de ser una película de
terror.
¡Soy Peter Vincent, el matavampiros! |
Así, uno de sus puntos fuertes es precisamente esa continua
parodia/homenaje al cine de vampiros característico de la productora Hammer y
que encuentra en el personaje Peter Vincent (Roddy McDowall) su encarnación (no por casualidad el
nombre proviene de dos grandes “monstruos” del cine de terror: Peter Cushing y
Vincent Price). Peter Vincent, una de las bazas fuertes de la película y mi
personaje favorito de Noche de miedo, es
un actor pasado de moda que sobrevive presentando un programa que emite viejas
películas de terror (Noche de miedo) que ya nadie- excepto Charly- ve. Y es que
según sus propias palabras: “Los jóvenes sólo quieren ver locos furiosos con la
cara cubierta haciendo picadillo a chicas vírgenes”. Esto, como no, no es más
que una claro guiño a la oleada de “slashers” que inundó el género de terror de
los ochenta a raíz de “Halloween” (1978). Vincent, pese a su reticencia inicial,
se verá obligado a aceptar su papel ficticio y enfrentarse en “la realidad” a
uno de los seres que tantas veces ha matado en sus películas. La diferencia es que ni él es tan valiente como su personaje de celuloide - y ni siquiera cree en los vampiros- ni su enemigo se mostrará tan vulnerable como las vampiresas que mata hasta con la estaca empuñada al revés.
Y así llegamos a la otra novedad que “Noche de miedo” nos
presenta con respecto a otras películas: el personaje de Jerry Dandrige (Chris
Sarandon). Un “hombre” refinado, atractivo, seductor y aparentemente encantador – a quien para más inri, entre víctima y víctima, vemos hincar el diente a varias piezas de fruta- que pasa
completamente desapercibido y que constituye la antítesis del arquetipo
acartonado y anacrónico al que el cine nos tiene acostumbrados. Una ruptura del
estereotipo que, por otra parte, podemos ver en la vampira que acechaba a Jim
Carrey en “Mordiscos peligrosos” (1985),
pero que sin duda tiene su origen en la pareja de sofisticados chupasangres de “El ansia” (1983) y que
continuarían por otros derroteros más modernos (macarras, si se quiere) los
vampiros de “Jóvenes ocultos” o los de “Los viajeros de la noche”, ambas de
1987, conformando una selección de auténticos vampiros del siglo XX.
Además, los amantes del terror gozarán de la gran fuerza que despliegan las escenas más escabrosas - en gran parte gracias al magnífico maquillaje de Ken Díaz (La Cosa, Piratas del Caribe)- como la del ataque en casa de Charly, los enfrentamientos entre Peter y "Rata", o la"batalla final" en la guarida del no muerto. Una atmósfera bien lograda que complementan a la perfección la composición musical de Brad Fiedel (Terminator 1 y 2, “Mentiras arriesgadas”) y una buena ambientación a caballo entre lo "moderno" y lo "retro". Todo ello bajo la dirección de un Tom Holland (quien repitió éxito al mostrar al mundo uno de los iconos más conocidos del cine de terror, Chucky, "El muñeco diabólico", 1988)que escribió y dirigió la que para mí es su mejor película. Por poner un pero, me resulta un poco descafeinada la "intrusión" del idilio entre Amy y Jerry; aunque gracias a esto se logren las hipnóticas escenas del baile y de la "conversión" de Amy.
¿He de decir que me encanta esta película?
Por cierto, en 2011 se perpetró un "remake" protagonizado por Colin Farrell, pero esa es otra (desgraciada) historia.
GERMÁN FERNÁNDEZ JAMBRINA
GERMÁN FERNÁNDEZ JAMBRINA
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