Jo, ¡qué noche! (1985, Martin Scorsese) After Hours



After hours” (porque me niego a mencionarla por el título en castellano) es una rareza. Partiendo de que es una comedia y que es dirigida por Scorsese ya podemos decir que no es una película normal. Martin Scorsese se encontraba en los Ángeles, lejos de su ciudad (Nueva York), esperando para dirigir “La última tentación de Cristo” y Tim Burton era el elegido para llevar a cabo la realización de esta comedia diferente y extraña que es “After hours”. Finalmente el proyecto del director neoyorquino se aplazó y pudo hacerse cargo de la realización de nuestra película. Martin Scorsese venía de retratar Nueva York de una forma muy diferente en dos de sus trabajos anteriores ambientados en la ciudad. Estas míticas películas eran “Malas calles” (1973) y “Taxi driver” (1976). En este caso sigue perfilando las diferentes identidades sociales que habitan en los suburbios de Nueva York, ahora con el Soho de los 80, pero desde un prisma diferente, desde el surrealismo, la comedia negra y con un ambiente extraño y asfixiante para el personaje principal. Aquí se juega a un juego de empatía donde si todo lo que le pasa a Paul nos pasara a nosotros no sería para nada divertido y sí un verdadero horror. Aún así Martin Scorsese logra que esta mezcla de géneros no sea confusa, ya que en todo momento no dejamos de ver la película desde el género de la comedia aunque el triste informático se estrelle a cada momento con el fracaso. Martin Scorsese gana el galardón al mejor director en Cannes con una película que a priori es menor pero que le brinda este importante premio gracias a su saber hacer y profesionalidad, aportando originalidad a una cinta que, en principio, parecería vulgar y una más entre las miles de comedias que se producían en la década de los ochenta.

Griffin Dunne en el papel de Paul Hackett hace el papel de un personaje que no socializa, no parece tener éxito con las mujeres y que, incluso, nos hace recordar la timidez del personaje de Dustin Hoffman en “El graduado”. Como si de una escena de “El apartamento” de Billy Wilder se tratara, nos presentan el tedio en una gran oficina donde Paul trabaja con desidia, envuelto en la monotonía de los trabajos repetitivos y sin alicientes de una gran empresa en el corazón del capitalismo mundial. Atrapado como un personaje kafkiano dentro de un trabajo que no consigue que se sienta realizado, el trabajador escapa de su jornada laboral con una excelente escena donde las puertas exteriores se cierran aparentando rejas de una cárcel o bocas de un gran monstruo que se alimenta de la vida, el ímpetu y el optimismo de las personas que cada mañana entran para desarrollar su infinito y perpetuo trabajo.


Y es eso en lo que consiste la presentación de la película. Paul parece que escapa de la monotonía para iniciar una noche donde él podrá desarrollarse como persona y ser libre. Pero como un pájaro que vive un encierro toda su vida y no escapa cuando abres la jaula, la película nos muestra cómo el trabajador que huye de la monotonía se envuelve en una soledad que acentúa las rutinas aburridas y grises de quién ronda el pesimismo y la desidia. Ver un contenido en la televisión que ha visto mil veces o leer un libro que ya ha leído más veces (en este caso “Trópico de cáncer” de Miller). Título importante porque en este libro se narra una vida bohemia llena de experiencias de desenfreno sexual y etílico, lo cual constituye el contrapunto de nuestro protagonista. Dentro de ese sopor y acompañado por un ritmo de rodaje lento Paul conoce a Marcy (Rossana Arquette), la cual se le insinúa y le da un número de teléfono que consistiría en el billete a lo extraño y el surrealismo.


Esa misma noche el patético personaje vuelve a su casa y no tarda en llamar ni media hora. A esas horas de la noche Marcy le cita en su casa. Aquí se acaba el ritmo pausado y se inicia un ritmo frenético que solo para cuando se presentan nuevos personajes que aderezan el surrealismo que vivirá Paul Hackett toda la noche. Por fin nuestro informático empieza a vivir la vida, una locura pero vida al fin y al cabo.

Rossana Arquette, la cual recibió una nominación al BAFTA a Mejor actriz secundaria por su actuación en esta película, interpreta a un personaje que no deja de ser el conejo blanco que persigue Alicia hasta la madriguera. En este caso Paul también entra en una madriguera donde se encontrará con una fauna extraña y envolvente, creando una parodia de lo que era realmente la ciudad y que le dan esa personalidad a una película que no deja de sorprendernos y que posee un ritmo dinámico y tenso. Desde un taxi donde se escucha un flamenco pasado de revoluciones hasta un movimiento de cámara también excesivo en el ritmo que potencia la exageración del momento hasta el esperpento. En medio de esa locura donde el taxi derrapa la pérdida del billete, con el que se hubiera salvado de toda la experiencia, es una auténtica belleza. El director disfruta haciendo sufrir al personaje principal como nosotros lo hacemos como espectadores.


El guión de Joseph Minions es hilarante y brillante a partes iguales. Los diálogos rozan el absurdo y reflejan genialidad y frescura. Cuando Paul llega al apartamento donde augura una noche de sexo desenfrenado no está Marcy pero sí una magnífica Linda Fiorentino ejerciendo de amiga, compañera de piso y escultora. Queriendo encajar sin lograrlo, como intuimos le ha pasado siempre al personaje, opina sobre una escultura. “Se parece al chillido de Munch…” no, es el GRITO le responde taxativa la escultora. La cara de Griffin representa la idea que todos tenemos sobre la incomodidad. Aún así todo le vale para tener sexo y se le pasa por la cabeza intentarlo con la bella Kiki Bridges (Linda Fiorentino). Evidentemente todo sale mal.

 
El grito de Munch representa la asfixia, el agobio, la presión y la ansiedad. Cosas que el personaje sufrirá a partir de ese momento durante toda la noche. Concluimos que es una muy buena película que no se limita a unos cuantos gags sino que nos brinda una serie de aventuras y personajes pintorescos que nos harán reír y sufrir a partes iguales en un viaje al centro de la noche imaginada desde una mente realmente sádica. Paul Hackett es como una marioneta principal sacudida hasta el límite, hasta casi romper los hilos que la atan a la realidad.


Como si de un espejo curvo se tratase, devolviéndote el reflejo de algo diferente y deforme, Martin Scorsese escapa de la visión habitual que suele aportar de Nueva York usando el esperpento, convirtiéndose en un buen alumno de Valle-Inclán. Y como toda pesadilla o sueño donde al final despiertas y estás donde empezaste, esta película también cierra el círculo. Se vuelve al origen y esas bocas o fauces vuelven a aparecer para tragarse a nuestro pobre amigo. Las puertas se abren y engullen las ganas de aventuras o de libertad de cada ciudadano medio que vivía en la sociedad feroz de competencias que era la Nueva York de los ochenta; sociedad donde el triunfo de los yuppies y el fracaso de los homeless plagan gran cantidad de planos en las películas de dicha época. Cíclica como los son las semanas de todo trabajador que huye cada fin de semana pero que cada lunes vuelve a la rutina de un trabajo que monitoriza tu vida hasta la extenuación.

Película totalmente recomendable si quiere pasar un buen rato, nunca aburre y es diferente. 


En países en los que existen restricciones en cuanto a los horarios de cierre de locales donde se puede bailar o expender alcohol (sobre todo en el mundo anglosajón y algunos países de Iberoamérica), se denominan after hours a los locales abiertos después del horario de cierre legalmente establecido.” (WIKIPEDIA)

By moanbe

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