20th Century Fox ha compartido este prólogo de ALIEN COVENANT que lleva por título La última cena. Para nuestra sorpresa, aunque ha sido ideado por Ridley Scott, ha sido su hijo Luke Scott el encargado de dirigirlo. Aquí lo tenéis.
Acaba de empezar el rodaje de THE PREDATOR nueva entrega de las andanzas de nuestro cazador alienígena favorito que será dirigida por SHANE BLACK. Esta es la primera fotografía oficial de un reparto poco conocido formado por : Sterling K. Brown, Trevante Rhodes, Boyd Holbrook, Jacob Tremblay, Olivia Munn y Keegan-Michael Key.
La posible participación de nuestro amigo Arnold en el papel de Dutch en un cameo no está confirmada y lo que sí a adelantado Shane Black es que va a ser una película muy sangrienta.
El
sargento de artillería Highway, un veterano de guerra fanfarrón,
borracho y pendenciero, regresará antes de su retiro a la unidad de
la que fue expulsado por agredir a un oficial. En su destino tendrá
que lidiar con una tropa indisciplinada, un odioso oficial y por si
fuera poco, con su ex mujer.
“Soy
el sargento de artillería Highway. He bebido más cerveza, he meado
más sangre, he echado más polvos y he chafado más huevos que todos
vosotros juntos, capullos.”
El
veterano de Vietnam y guionista James Carabatsos, que también
escribió y produjo La colina de la hamburguesa (1987), se basó en
una anécdota ocurrida durante la invasión de Grenada por la 82nd
Airbone Division de la Armada estadounidense según la cual un
soldado utilizó su tarjeta de crédito para pedir apoyo aéreo por
teléfono. A Eastwood, quien ya había dirigido por entonces la
magnífica El jinete pálido (1985) – mi película favorita suya de
la década de los ochenta - , le gustó la idea y le propuso a Fritz
Manes (productor de más de una decena de películas dirigidas por
Eastwood) contactar con la Armada y rodar en Fort Bragg.
Pero
a estos el guión no les entusiasmó precisamente al retratar a un
soldado divorciado con una afición desmedida por la cerveza,
lenguaje extremadamente obsceno y unos métodos de entrenamiento
drásticos. Finalmente, fue la Marina quien, con cierto recelo, apoyó
el proyecto y permitió rodar en Camp Talega, Chapoo Flats, el
campamento Pendleton y la Academia Militar de San Diego. Este hecho
explica algo que puede pasar desapercibido por el espectador a simple
vista, y es que la tan nombrada batalla de El Cerro de la muerte
(Heartbreak Ridge: título original de la película), por la que
Highway es condecorado con la medalla del congreso, fue librada por
el cuerpo de la Armada , no por el de la Marina; hecho comentado por
uno de los secundarios brevemente (Chuso) y del que aclara que
después de esa batalla ambos se cambiaron al cuerpo de los marines.
Sea
como fuere, la Marina quedó tan horrorizada como la Armada tras ver
el primer corte de la película, no sólo por el personaje del
sargento Highway, sino por lo que consideraron una gran falta de
fidelidad respecto al entrenamiento y a la batalla de Grenada. Y no
sólo eso, porque, pese a seguir plenamente enfocado a una exaltación
del patriotismo estadounidense , tiene parte de revulsivo en cuanto a
su crítica frente a una institución militar burocrática que es
dirigida por novatos - eso sí,con muchas estrellas sobre sus
hombros - que no saben de la guerra más que lo visto en los libros
de texto de la academia militar. Y es que ellos pretendían que se
diese una visión bonita del "nuevo ejército" , que es el
que Eastwood critica mientras elogia a los viejos veteranos.
Así,
un Eastwood que hoy día nos tiene acostumbrados a rodar
prácticamente lo que le venga en gana, sembró la semilla de
discordia entre una base de acólitos conservadores que aplaudían
hasta entonces todas y cada una de sus películas, a la par que
tampoco contentaría (como siempre) a los que vieron otra muestra más
de patriotismo exacerbado.
Las
características principales del sargento Highway – el pilar que
sostiene la película, ya que el resto del reparto son mera comparsa
a excepción del cachondo Steve Jones (Mario Van Peebles) - quedan
claramente definidas en una primera secuencia en la que, tras
fanfarronear delante de sus compañeros de celda de la comisaría
local de policía sobre sus experiencias sexuales en Vietnam –
luego nos enteramos de que está ahí por emborracharse, pelear y
orinar en un coche de policía - , le pega una paliza a uno de los
reclusos. Muy significativo es el hecho de que, justo antes de
enfocarle en el interior de la celda (mientras suelta el monólogo),
las imágenes estén rodadas en blanco y negro, pero al enfocarle
cambian a color: esto define a Highway como un soldado del pasado, un
ser en vías de extinción que se da de bruces con una realidad muy
distinta a la de sus glorias pasadas. Pero quizás para no dotar al
personaje de unas características tan maniqueas, es también
descrito, aparte de borrachuzo, violento y fanfarrón, como una
persona incorruptible y leal (no duda en ayudar a uno de sus hombres
cuando se entera de que pasa por una situación económica muy
precaria); además, pese a su machismo recalcitrante, intenta
comprender la psicología femenina leyendo revistas para mujeres
suponiendo que esto le ayudará a retomar la relación con una ex
mujer (maravillosa Marsha Mason con ese carácter tan fuerte como el
del temible sargento y única persona que puede amilanar a éste) a
la que nunca ha dejado de querer.
El
físico de Eastwood, con su altura, cuerpo atlético y rostro
anguloso, encaja a la perfección con el prototipo de marine; esto no
es casualidad, ya que como ha manifestado en más de una ocasión, su
paso por el ejército le ayudó a adquirir unos hábitos muy
estrictos en cuanto a la práctica del ejercicio físico y a los
hábitos alimentarios. Pero esta constitución física queda en mera
comparsa de ese pedazo de vozarrón a cargo de nuestro querido (y
tristemente difunto) Constantino Romero, quien , en el doblaje al
español, imprime una contundencia aplastante a la interminable
sucesión de frases lapidarias al estilo "macho man" tan
característico de los héroes de acción de los ochenta y noventa (entre ellos el Harry Callahan que Eastwood interpretó) De hecho, casi todo el mundo recuerda la película por las frases, y
no por la historia propiamente dicha, y es por esta razón, pese a
que no sea una gran película, sino una película entretenida, sin más, por lo que esta se ha convertido en un clásico
de los ochenta. Al final del artículo podéis ver un vídeo
recopilatorio, ahora señalo alguna:
“Puedes
pegarme. Puedes tirarme al suelo, incluso escupirme y mearme. Pero,
por favor, no me aburras.”
"Estoy
aquí para comunicaros que la vida, tal y como la habéis conocido,
ha terminado. Más vale que os vayáis al pueblo esta noche a reiros
y a hacer el gilipollas o a restregar vuestras pichitas contra
vuestras novias, o a meterla en cualquier agujero. Pero sea lo que
sea hacerlo, porque mañana a las seis de la mañana, vuestros culos
serán míos.”
“¿Y
entonces por qué no te pones en esa mesa a 4 patas y te doy por el
culo y así te irás a la cama con una sonrisa en la cara y por la
mañana podrás decirles a tus amigos que te has tirado a un sargento
cojonudo?”
"Somos
cabrones de pelo corto con hachas en vez de pollas y con queroseno en
vez de sangre.”
"Quiero
decir que tengas cuidado, que tengo mucha mala leche, ¿sabes? Como
alambre de espinas y meo napalm, y puedo traspasar el culo de una
pulga de un tiro a 200 metros, así que vete a machacártela por ahí
cara de perro antes de que te rompa los morros"
En
cuanto a la estructura, El sargento de hierro se divide en dos partes
claramente diferenciadas al estilo de La chaqueta metálica (1987,
Stanley Kubrick) : Instrucción y guerra. Al igual que con la de
Kubrick, la parte de la instrucción me resulta superior al segundo
tramo, pero difieren mucho en cuanto al tratamiento de la historia.
Mientras que Kubrick lo concive como una pesadilla en la que la
implacable institución militar lava el cerébro a unos jóvenes para
convertirlos en sumisas máquinas de matar, en la de Eastwood todo
resulta desenfadado y plagado de "gags" cómicos; de ahí
las dos visiones antagónicas de los dos directores: la crítica
implacable de Kubrick y la aceptación sin restricciones de la
institución militar de Eastwood (pese a su crítica al "ejército
moderno").
Centrándonos
en El sargento de hierro, la parte de la instrucción resulta muy
divertida por los desaguisados a los que Highway tendrá que hacer
frente. Y es que sólo se enfrentará con un grupo de soldados
indisciplinados capitaneados por un excéntrico Stitch Jones (genial
Mario Van Peebles que ganó el Image Awards a mejor actor) más
interesado en la música que en el ejército: "Soy Stitch Jones,
el Conde del funk, el Duque del cool, el Ayatolá del rock and roll";
sino que se encontrará con el odioso Mayor Powers (Everett McGill) y
descubrirá que su ex mujer sale con otra persona. Es en esta primera
parte ,en ocasiones descabellada, la que más situaciones
rocambolescas y frases desorbitadas emana: encuentro entre Highway y
Stitch Jones, puteo constante en la instrucción, la pelea en el
foso, el "Sueco" ...
La
segunda parte, la de la batalla (poco espectacular y sin artificios),
me resulta menos interesante, y en ella encontramos el momento
agridulce con la muerte de Profile (Tom Villard); el mensaje es
claro: la guerra no es un juego, muchachos. Sin embargo, un final
totalmente "made in Hollywood" ,con ese recibimiento tan
patriótico y la reconciliación de Highway y su ex mujer, nos dejará
mejor sabor de boca ...
James
Maury “Jim” Henson, recordado por los teleñecos y por la
miniserie “El cuentacuentos” produjo y dirigió dos películas
imprescindibles en el imaginario de la infancia de toda una
generación. “El cristal oscuro” (1982) y “Dentro del
laberinto” (1986) son parte de ese catálogo mágico que formaron
algunas películas de la década de los 80 como “Willow” (1988),
“La historia interminable” (1984) o “La princesa prometida”
(1987) (entre muchas otras que aportaron ese halo fantástico a toda
una década). Ese cine fantástico tenía elementos en común, como
el tipo de público al que iba dirigido, una potente banda sonora, la
artesanía en los efectos, imaginación, fantasía y mucho cariño al
hacerlas. Titiritero como fue (además de productor y director)
siempre decía que sus expectativas, cada vez que entraba al cine, se
simplificaban en salir un poco más feliz de lo que entraba. Con
“Dentro del laberinto” lo consiguió. Aplaudiendo ese cine
“palomitero” que nos hizo disfrutar en nuestra infancia, hay que
decir que esta película, como muchas otras coetáneas, aguanta el
paso de los años. Revisionarla es un placer, no solo para saciar el
ansía de nostalgia, sino porque en sí misma es muy divertida y
redonda. Además tienen a Bowie, y una jovencísima y muy bella
Jennifer Connelly; imperdible.
Haciendo
alusión a los protagonistas principales que no son títeres, como
son Jennifer Connelly y Bowie, llegaron al papel de formas muy
diferentes. Ella era relativamente desconocida aunque no del todo,
porque ya había participado en una película llamada “Érase una
vez América” (1984), y antes de eso había sido modelo infantil;
de todas formas Bowie sí era ya una estrella estratosférica, a
diferencia de la joven de 14 años, que en esa época decía haber
querido ser veterinaria, carpintera y no actriz (el éxito le haría
cambiar de idea). En el casting tuvo la competencia de Helena
Bonham Carter, Jane
Krakowski, Sarah
Jessica Parker, Maddie
Corman, Laura
Dern, Lili
Taylor, Ally
Sheedy, Mia
Sara y Marisa
Tomei. Todo un catálogo del futuro de Hollywood.
En
el caso de Jareth “el rey de los goblins”, Henson tenía en mente
que fuera un títere, pero el fracaso en taquilla de “El cristal
oscuro” (película totalmente integrada por muñecos) le hizo
cambiar de parecer. Pensó en Michael Jackson, Mick Jagger, Sting o
Prince. Finalmente una decisión propia, ayudada por sus hijos le
hizo decantarse por David. Bowie, por su parte, había visto “El
cristal oscuro” y no se lo pensó, ya que quedó fascinado con
aquella película.
La
interpretación de sus dos actores principales completó un equipo
donde George Lucas (Lucasfilm) produjo, Jim Henson dirigió, Brian
Froud fue el director artístico, Terry Jones el guionista, Frank Oz
animador y Trevor Jones el creador de la banda sonora. En cuanto a
Trevor Jones, hizo la fantástica música pero las canciones fueron
compuestas por Bowie, uno de los reclamos más importantes de la
película. Se rodó en estudio, más concretamente en Elstree
(Hertfordshire, Inglaterra). El cuidado en el diseño de los
escenarios y de los goblins es maravilloso, Brian Froud haría un
trabajo sobresaliente junto a Henson para dotar de originalidad y
movimiento a los títeres más importantes del filme. El Monty Phyton
Terry Jones, guionista de la película, recibía diseños y dibujos
todos los días para integrarlos en la historia. Un trabajo en equipo
que salió bien, se hizo con cariño y resultó más que
satisfactorio.
En
cuanto a las influencias queda claro que Alicia en el país de las
maravillas, véase el gusano que Sarah encuentra al principio de su
periplo, la banda del fuego que pretende cortarle la cabeza y el
sentido metafórico que durante la película se hace ver del
crecimiento de su protagonista de niña a adulta, es la mayor del
filme. El mago de Oz con la búsqueda de un destino para salvarse, el
encuentro de acompañantes que la escoltan y le ayudan, también
supone una referencia clara. Aquí la ciudad esmeralda es el castillo
de los Goblins y Jareth supone una perversión de la imagen de “el
mago de Oz”; en ambos casos, sin embargo, suponen el destino de sus
protagonistas. Blancanieves y su “fruta prohibida”, la imagen de
la manzana envenenada aparece con forma de melocotón en el
laberinto. A nivel artístico hay referencias a Maurice Sendak
(conocido escritor de cuentos como “Donde viven los monstruos” o
“Al otro lado”, cuento que sirve de inspiración para el
desarrollo creativo de esta película) y a Escher (pintor conocido
por sus grabados xilográficos, los cuales buscan el concepto de
irrealidad y de infinito). En el encuentro final, el interior del
castillo es un cuadro de Escher, con escaleras encontradas que no
llegan a ninguna parte y que, al mismo tiempo, llegan a todos sitios.
Esto representa ese laberinto que es el interior de Sarah, el cual se
debate entre quedarse anclada o madurar, entre seguir siendo una niña
rodeada de fantasía (seguramente para huir del abandono de su madre)
o crecer
hasta la edad adulta. El laberinto, y ya no me refiero solo al final
de la película, supone para Sarah un ejercicio obligado, un trabajo
impuesto por la responsabilidad y por los adultos, empezando por su
padre y madrastra que le obligan a cuidar de su hermano, hasta la
figura del rey de los goblins que le obliga a sucumbir o a vivir, a
luchar por su vida y la de su hermano, o caer en el sopor de la
ignorancia y la ingenuidad. Dentro del laberinto Sarah tendrá que
tomar decisiones, dejar que su hermano se convierta en goblin o
rescatarlo, elegir la puerta de la izquierda o la de la derecha,
subir o bajar en el pozo de las manos, confiar en Hoggle o no
hacerlo. Madurar supone tomar decisiones y la película es en su
integridad un avance hacia la madurez.
Un
momento clave que define el papel que ella tomará durante toda la
película, eso sí con tentaciones que la harán dudar, es cuando al
principio Jareth le enseña el laberinto que tendría que cruzar en
trece horas para llegar al castillo, y así poder salvar a su
hermano. El rey de los goblins le advierte que no hay vuelta atrás,
dejando claro que cuidar de su hermano supondrá esa adquisición de
madurez que la alejará de la infancia. Una auténtica pena, dice
Jareth, una frase que parece hacer referencia a la pérdida de
inocencia que supondrá cruzar el laberinto. Como si de un espejo se
tratase, todo lo que ocurre en el laberinto ocurre, en cierta manera,
en la realidad. Salvar al hermano allí supone el compromiso de
cuidarlo en la vida real, que se convierta en goblin supone el miedo
a la pérdida, a la muerte o al abandono, como el que
sufrió de su madre; el rey de los goblins supone la atracción
sexual, otro indicio de madurez en la adolescencia de Sarah.
Hay
un momento maravilloso conde Sarah es tentada a seguir una parodia de
su vida, de su habitación, sin compromisos y viviendo una vida
ficticia imitadora del pasado y cuyo sentimiento sustentador y único
es la melancolía. La anciana que quiere convencerla no deja de ser
una infeliz que se quedó allí encerrada, que aceptó, que incluso
podría ser ella, o que es ella. Se hace referencia al apego a las
cosas que le recuerdan la niñez como muñecos, cuentos… formando
una pesada carga en la espalda del personaje y no dejándole avanzar
por el peso. Es donde se encuentra cómoda, donde solo tenía que
pensar en jugar a ser princesa, en estar con su madre y no tener
responsabilidades. Pero el tiempo es inexorable y aunque no se
quiera, uno deja ser un niño para convertirse en adulto.
Como
decíamos, no solo la responsabilidad de cuidar a su hermano le hace
madurar, sino que el despertar sexual también es relevante. La
escena del baile ocurre en la mente de Sarah y refleja cómo se
siente atraída por Jareth y todo lo que le rodea. Sin embargo no
solo hay atracción sino miedo a lo desconocido. El baile es la
única escena dentro del laberinto donde solo hay personas. Todos son
adultos disfrazados como en un carnaval veneciano del siglo XVIII,
representando la perversión y el sexo; con máscara de goblins,
mostrando la fealdad de la madurez, del paso de la niñez a la
adolescencia y afeando el tránsito y cambios que sufre el cuerpo,
pero también mostrándole a Sarah el placer y el gusto por lo
erótico. “As the world falls down” suena mientras Bowie y
Connelly bailan rodeados
de lujo y sin refererencias a lo infantil. Todo supone un
divertimento adulto y Sarah se deja seducir.
En
cuanto a Bowie, su estética, sus movimientos, sus canciones, hacen
de Jareth un icono del cine. Todas las canciones son compuestas por
él y es muy recomendable escucharlas, porque tienen el estilo
característico de “El Duque Blanco”. Michael Moschen,
malabarista, fue el encargado de doblar a Bowie en el manejo de las
bolas de cristal; esta virtud dota al personaje de un halo mágico
pero también de la sensación de controlar la hipnosis como medio de
influencia sobre las mentes más débiles. Es un personaje atractivo
y poderoso que le gusta divertirse y que quiere que quienes le rodean
le alaguen y le acompañen en su mundo idealizado. Es un Peter Pan
perverso que quiere raptar a Sarah para que esté a su lado para
siempre. Toby Froud, hijo del diseñador y director artístico Brian
Froud fue el partenaire en la mayoría de las escenas para Bowie y
Connelly. Hay una anécdota sobre él y es que el bebé (Toby Forud)
no solía hacer ningún ruido, no solía llorar ni reír cuando
estaban en escena y Bowie tuvo que doblar esos sonidos, haciéndolos
él mismo. Por otro lado el símbolo de la lechuza, representa a
Jareth, pero también representa la sabiduría, la que aporta la
madurez, y de la que carece, en el principio, Sarah. La lechuza se
convierte, así, en un símbolo representativo de lo que va
alcanzando Sarah en su deambular por el laberinto.
La
habitación de Sarah es otro personaje en la película, o más bien
es toda la película. El laberinto es la imaginación de Sarah, es la
madurez, los anhelos, los deseos, la nostalgia, el recuerdo, el apego
y la pérdida. Todo está en su habitación, desde un cuadro de
Escher (lo último que seguramente como niña pondría en su cuarto y
el último escenario que pisa dentro del laberinto), un muñeco del
rey de los goblins, un cuento de “Donde viven los monstruos” que
recuerda a Ludo… Cosas que son el pasado de Sarah y de las que irá
desprendiéndose, sin olvidarlas pero no con la unión que te lastra
sino con la que te hace ser mejor y más libre. Porque la película
no defiende que olvides tu infancia sino que forme parte de tu avance
sin anclarse en una época pasada que pudiera parecer más feliz.
La
película es técnicamente una maravilla. Se puede usar como
contrapunto al uso del CGI excesivo, como ejemplo del uso de la
imaginación frente al ordenador, y esto sabiendo que la lechuza de
los créditos es el primer animal realista hecho íntegramente por
CGI. El resto de la película, obviamente, es artesanía, maquillaje,
títeres, decorados y magia. El personaje de Hoggle, interpretado por
una actriz llamada Shari Weiser, disponía de una cabeza animatrónica
con 18 motores y cuatro técnicos manejándola, el títere más
complejo hasta la fecha.
Solo
en la escena de la sala del rey cuando suena la fantástica canción
“Magic dance” hay 48 títeres a la vez interactuando con Bowie.
Ludo pesaba inicialmente 45 kilogramos, y se tuvo que reconstruir
para rebajar el peso a 33 kilos porque lo llevaba una sola persona
(aunque dos actores se turnaban). Y el Humongous, que es el robot
gigante que sale de una de las puertas finales que impiden el acceso
al castillo, se convierte en la marioneta más grande que se hubiera
fabricado hasta entonces. Tenía 4’5 metros de alto y se movía a
través de una tecnología del movimiento basada en hidráulicos. El
esqueleto era de metal y el exterior de goma- espuma, para evitar que
el peso se disparase.
Muchos
esfuerzos que no lograron que fuera un éxito en taquilla. Fue un
fracaso que se compensó con el éxito que adquirió posteriormente
en su distribución en video; pero fue un fracaso de esos que después
se convierten en una película de culto, una película “palomitera”,
divertida, mágica, que consumíamos de niños y que aún hoy
disfrutamos por una cosa que no surge siempre, y que es la magia.
“Por
increíbles peligros e innumerables fatigas, me he abierto camino
hasta el castillo más allá de la ciudad de los goblins, para
recuperar el niño que me has robado. Porque mi voluntad es tan
fuerte como la tuya y mi reino igual de grande. Porque mi voluntad es
tan fuerte como la tuya y mi reino igual de grande…”
Vaya, nunca consigo recordar ese párrafo… “No
tienes poder sobre mí“.
Nos
trasladamos en nuestro Delorean hasta el año mil novecientos ochenta
y ocho para traeros mi despedida a la década de los ochenta
encarnada en la figura de Chuck Norris y en este caso os traigo de
vuelta a su personaje más emblemático junto a Walker: El coronel
James Braddock.
SINOPSIS:
Durante
la caída de Saigón, el coronel Braddock cree que su mujer ha
fallecido en una explosión, con lo que vuelve a los Estados Unidos
completamente devastado. Trece años después, un cura que trabaja en
Vietnam le comunica que su mujer realmente sigue viva y que además
tiene un hijo, con lo que desde ese momento decide viajar a Vietnam
con el fin de rescatarlos.
OPINIÓN:
Fue
la primera película que Aaron Norris dirigió para su hermano y como
debut lo hizo con un guión que desde el principio falla en cuanto a
las dos películas de la saga. No se sabe si fue porque debido a las
consabidas “diferencias creativas” entre Joseph Zito y Chuck
Norris que hicieron que el primero se bajase del barco, la película
ya estuviese gafada desde el inicio o porque los fallos de
guión son evidentes.
Como
recordamos, en la primera película se especifica que Bradock fue
apresado desde mil novecientos setenta y dos hasta mil novecientos
ochenta y dos en un campo de concentración vietnamita, con lo que es
imposible que estuviese en la caída de Saigon. Otro fallo notable es
la trama de su mujer…si él en la segunda película se muestra
claramente que ya estaba casado y con un hijo.
A
pesar de los fallos de continuidad de la saga, la película es una de
las mejores de Noris, dejando su imprenta de “action-man” a lo
largo de la película, acabando sin compasión con los vietnamitas
que salen a su paso, tanto a patadas y puñetazos como a base de
golpes de metralleta, dejándonos secuencias llenas de acción y
emoción e incluso de tensión, con dos escenas marcadas a fuego.
La
primera, la escena de la tortura a la que le somete un magistral
general Quok interpretado por el brillante actor Aki Aleong. Una
escena rodada en plano secuencia a lo largo de ocho insufribles
minutos en los que Braddock debe mantenerse con los talones elevados,
con el fin de no activar el resorte que apretaría el gatillo y
acabaría con la vida de su hijo.
La
segunda escena nos llega al final, cuando el general pilotando su
helicóptero de combate siendo asediado por los helicópteros
americanos en la frontera entre Filipinas y Vietnam, es tiroteado por
un Braddock malherido con la ayuda de su hijo y éste por accidente
lanza proyectiles que destruyen la frontera por completo y como
consecuencia de los impactos de Braddock, su piloto perece y el
helicóptero se estrella contra la selva.
Si
bien es cierto que hay puntos en común con las dos películas
precedentes de la saga ( en vez de prisioneros de guerra, lo que
tenemos son jóvenes huérfanos a los que Braddock intenta liberar ,
sobre todo tras el asesinato de su mujer por parte del general Quok),
esos fallos de guión, quizás hicieron mella en los fans de la saga
que le dieron la espalda y el proyecto de un “Braddock IV” quedó
en el cajón de los guiones perdidos.
No
nos cebemos en ello, la película es buena, de las mejores de Norris
y el primer cuarto de hora, según se comentaba, fue una muestra muy
real del ambiente en la caída de Saigon, además de que el joven
Roland Harrah III que interpretaba al hijo de Norris, consiguió una
nominación a los “Young artist award “de mil novecientos ochenta
y nueve, como mejor actor joven, aunque luego no se alzase con el
premio.
Además
la partitura orquestada por Jay Chattaway y la fotografía de Joao
Fernandes, ayudaron mucho a que el espectador se sintiese como dentro
de la pantalla, lo que da cierta idea de lo bien realizado que estaba
esta parte en la sala de montaje.
Especial
Roger Moore, James Bond de los ochenta: “Programa doble”: Solo
para sus ojos (1981) y Octopussy (1983)Por
Víctor Sánchez González
Sólo
para sus ojos
(For
your eyes only,
1981) y Octopussy (1983) son la decimosegunda y decimotercera
películas de la serie Bond. Ambas fueron producidas por Albert R.
Broccoli, dirigidas por John Glen (no confundir con el famoso
astronauta), y protagonizadas por Roger Moore. Tienen en común,
aparte de lo anterior, el dudoso honor de ser las más flojas de su
ciclo. No obstante, como fans incondicionales del superespía
británico creado por la pluma de Ian Fleming, también os las
comentamos con todo el cariño en este especial programa doble.
SOLO
PARA SUS OJOS
Tras
el subidón de La
espía que me amó
y Moonraker,
la serie Bond empezó los ochenta con un bajón de presupuesto,
argumento, espectacularidad y elenco protagonista. El resultado es la
endeble Sólo
para sus ojos.
Inicialmente,
Sólo
para sus ojos estaba
prevista después de La
espía que me amó,
de hecho en los créditos finales de ésta así se anunciaba, sin
embargo, los productores decidieron adelantar Moonraker,
de temática espacial, para aprovechar el boom comercial propiciado
por La
guerra de las galaxias.
Con
el pretexto de volver a una trama de espías más convencional tras
el paso por las historias futuristas y espaciales de las dos
anteriores, nos encontramos con una película muy plana, sin
emociones, casi sin gatgets o escenas espectaculares (apenas aparece
el Lotus y lo hace pintado de marrón), sin un malo de postín, con
una partenaire femenina muy joven que desentona con un Roger Moore ya
maduro, con un Macguffin
(recurso que sirve de hilo conductor a la acción) que no engancha
(un supuesto “aparatito” llamado ATAC, que sirve para accionar a
distancia los misiles nucleares británicos), y, lo que resulta
demoledor: sin Tiburón,
el personaje que sostiene a Moore en las dos películas anteriores y
al que se echa mucho de menos. ¿Tiene algo bueno la película?
Quizás las escenas que se rodaron en Grecia, en el espectacular
monte Meteora, que ocurren al final de la película.
La
estrella del film es de nuevo y por quinta vez Roger Moore, al que ya
se le empiezan a notar los achaques de la edad (apenas hay peleas o
escenas en que se mueva y se limita a lucir trajes, hacer gala de su
fino humor inglés, aparecer en fundidos o usar un doble).
Le
acompaña la actriz francesa Carol Bouquet, que interpreta a Melina
Havelock, una joven rica que busca vengar la muerte de su padre y
persigue al mismo objetivo que Bond. Melina es una mujer fuerte y
decidida pero que termina sucumbiendo a los encantos de Bond. Como
hemos mencionado, en sus escenas chirría enormemente la diferencia
de edad (tanto es así que a mitad de la película, el guión
introduce un breve pero tórrido romance entre Bond y una belleza
otoñal más acorde con él, una “condesa” interpretada por
Cassandra Harris, que muere convenientemente para no interferir en la
historia principal).
El
papel de villano recae en Julian Glover (al que todos recordamos por
uno similar en Indiana
Jones y la última cruzada),
como Kristakos, un magnate griego que juega a dos bandas con rusos y
británicos. Completa el reparto el actor israelí Chaim Topol, como
Columbo, un contrabandista enemigo de Kristakos y que ayuda Bond a
desbaratar sus planes de vender el ATAC a los soviéticos. Les
acompañan rostros habituales como Lois Maxwell como Moneypenny,
Delmond Lewelyn como Q, o Walter Gotell como el jefe del KGB.
Como
curiosidades podemos indicar que la película comienza con un guiño
a la organización criminal Espectra,
ausente en toda la serie de Moore, cuando Bond elimina con un
helicóptero a su jefe y su sempiterno gato blanco. Hay una primera
parte que el guión sitúa en Madrid, pero son unas escenas
campestres que parecen una mezcla entre el sur de Francia y el sur de
California. También se rodaron escenas de nieve en Cortina
d’Ampezzo, en Italia. Al final de la película se permiten también
una licencia humorística al aparecer una actriz caracterizada como
la primera ministra británica de entonces, Margaret Thacher. La
música esta vez corre a cargo de otro clásico como Bill Conti y el
tema principal lo canta la estrella pop de los ochenta Seena Easton.
OCTOPUSSY
Para
Octopussy,
que se estrenó dos años después de Solo
para sus ojos,
los productores parecieron haber aprendido del error y recurrieron a
un villano con más empaque, el actor francés Louis Jourdán, una
protagonista femenina de una edad más acorde con la de Moore, Maud
Adams, que además repite como “chica Bond” tras haber
protagonizado con Moore El
hombre de las pistolas de oro
en 1974 (aquí interpreta a la enigmática Octopussy),
y a un malo al estilo Tiburón
que se enfrente a Bond cara a cara (en este caso llamado Bobinda y
encarnado por el actor indio Kabir Bedi, conocido por ser el
televisivo Sandokan).
Sin
embargo, la película flojea de nuevo en el guión, la historia es
insulsa y confusa, no transmite, y además, Roger Moore se mueve
menos todavía que en la anterior y recurre de nuevo al fino sarcasmo
y a su “enarcar la ceja” como vano intento de sostener el film.
En cuanto al hilo conductor de la trama, aquí es el robo de unas
joyas rusas con forma de huevo. Después de haber salvado al mundo de
dos megalómanos que querían provocar sendos holocaustos desde una
ciudad submarina y otra espacial en La
espía que me amó
y Moonraker
(nada menos que con tres submarinos nucleares en una y decenas de
lanzaderas espaciales en la otra), es difícil emocionar al
espectador con un simple robo de joyas en Octopussy
(o una insulsa maleta con botoncitos en Sólo
para sus ojos).
Como
curiosidades, parte de la película se ambientó en la India, donde
tiene su palacio el malvado Kamal Khan (Louis Jourdan). Para ello,
aparte de con Kabir Bedi, se contó con la participación de Vijay
Amritrá, un tenista del circuito mundial y estrella en su país, que
interpreta a un agente indio del MI6 que ayuda a Bond (en una escena,
Vijay, que se llama igual en la película, y Bond, hacen un guiño al
espectador mostrando por casualidad una raqueta de tenis). También
hay gatgets casi autoparódicos, como el minúsculo avión que
aparece al principio o el ridículo cocodrilo mecánico con el que
Bond llega al palacio. La música es del habitual John Barry y el
tema principal "All Time High" lo cantó la veterana
estrella del pop y el country Rita Coolidge.
CONCLUSIÓN
Fieles
a nuestro lema, desde Cine de los 80 os ofrecemos “lo bueno, lo
malo y lo peor”, y sin duda nos encontramos ante lo peor de la
“serie Moore” de Bond. No obstante, Sólo
para sus ojos tuvo
un coste de producción de 28 millones de dólares y recaudó 157,
demostrando que el personaje todavía tenía tirón (o que quizás el
público pensó que acudía al cine a ver Moonraker
2).
Por su parte, Octopussy
tuvo que competir en los cines con Nunca
digas nunca jamás,
el film no oficial del personaje Bond protagonizado de nuevo por Sean
Connery, y quedó por delante en taquilla. Afortunadamente, Roger
Moore se despediría de su emblemático papel con un una película
más que digna, como Panorama
para matar
en 1985, que comentaremos al mes que viene.
“Ochenters”,
cogemos hoy nuestro Delorean para irnos al año mil novecientos
ochenta y ocho, año de estreno de la película que nos ocupa y la
cual después de casi treinta años, me sigue dejando tan buen sabor
de boca como el que me dejó cuando la vi con once años, para que
veáis como cambian los tiempos, que ahora no me dejarían verla en
el cine si no fuese acompañado y ésta la vi solo.
SINOPSIS:
El
detective de homicidios O’Brien ( Norris) es conocido como el
¨Héroe” tras haber apresado tres años atrás al asesino conocido
como el “Terror”, Simon Moon. Pero
Simon escapa de su confinamiento y vuelve a cometer sus atroces
crímenes, siendo O´Brien el único capaz de acabar con él.
OPINIÓN:
Basada
en la novela de Michael Blodgett del mismo título y cuyo guión fue
también escrito por dicho novelista, la película es un oscuro
thriller de lo mejorcito que hemos visto en la filmografía de Chuck
Norris, aderezado esta vez con algo de humor , que realmente es de
agradecer en una película tan oscura.
Si
queréis poneros en forma no tenéis más que ver las escenas en el
gimnasio de Chuck junto al malogrado Steve James y os van a entrar
ganas de levantar cien kilos en press de banca y si queréis poneros
a correr, el malogrado Steve James os puede enseñar a poneros en
forma…dentro de un teatro y a pecho casi descubierto. Si es que ya
no se hacen películas así leches, que no se toman en serio y que
encima te permiten disfrutar de un buen rato delante de la pantalla y
si encima tenemos a un villano como Jack O´Halloran, pues tenemos el
menú completo.
Para
quien no lo reconozca tras esa capa de maquillaje blanco, que parece
un zombie, resulta que nuestro villano es Non, sí, uno de los
villanos de otra mítica película ochentera como es “Superman II”
y además el diálogo es prácticamente idéntico al de dicha
película, correcto, no dice ni mú, ni falta le hace, porque con su
pose simiesca, sus andares que parece que está a medio camino entre
el hombre de Cromagnon y el gorila King-Kong y su cara de sádico, da
el prefil para encarnar al psicópata asesino de la película y que
sin desmerecer a Chuck, para mí es el protagonista de la película.
Las
escenas en las que comete los asesinatos sin razón alguna y la pelea
final con Chuck Norris, hacen de él un oponente que con su
inmensidad, roba planos a nuestro “Héroe”. Su muerte es muy
digna, casi decir la única muerte capaz de acabar con él, una caída
espectacular contra el aforo del teatro desde una gran altura y muy
bien rodada por William Tannen que ya tenía experiencia en este tipo
de cine de asesinatos gracias a haber sido el realizador de
“Flashpoint” (1987).
Como
curiosidad cabe decir que fue la última película producida por
Menahem Golam para Chuck Norris y también para Steve James aunque
éste aún haría con Cannon American Ninja III.
Y
un último apunte, hay una escena en el puerto en el que Chuck Norris
está cocinando unos huevos en un puesto ambulante y es presentado a
unos clientes como Carlos…su verdadero nombre.
Buena
película, de lo mejorcito de Norris, es una de las que son
imprescindibles en su filmografía y si no la queréis ver por él,
al menos hacerlo por disfrutar de Jack O´Halloran y del carisma del
malogrado Steve James.
Estos cuatro fotomontajes de la película EL PRÍNCIPE DE ZAMUNDA fueron realizados para la página de Facebook y gustaron mucho, así que he pensado en crear una nueva sección para el blog y que de ese modo no se pierdan debido a la inmediatez de ese tipo de redes sociales. Que los disfrutéis.