Star Trek, la película (1979, Robert Wise) Star Trek the motion picture


El fenómeno Star Trek tuvo una segunda juventud en los ochenta gracias al cine, y comenzó en 1979 con Star Trek, la película, aunque su origen está en la televisión de los sesenta.
La idea surgió de la mente del productor Gene Roddenberry, que quería presentar una visión optimista y amable del futuro, con la tecnología al servicio del bienestar común de pueblos y razas que viven en armonía. La serie original comenzó a emitirse el 8 de septiembre de 1966 en la cadena NBC, y duró tres temporadas con 79 episodios hasta 1969, en que la cadena decidió cancelarla de forma sorpresiva pese a que era un producto aceptado y rentable.
La productora Paramount guardó el proyecto en un cajón y no tenía intención alguna de reflotarla pese a que las reposiciones de la serie y los fans en todo el mundo, mantenían viva la llama.
Aunque corrieran rumores de telefilms o una nueva serie, solo el inesperado éxito de La guerra de las galaxias, y en menor medida Encuentros en la tercera fase, en 1977, les hizo desempolvar a toda prisa la franquicia. Tanto Leonard Nimoy, como William Shatner lo reconocen en sus respectivos libros de memorias. Sin Star Wars no hubiera regresado Star Trek, y menos a los cines (ochenters trekkies, hay que asumirlo). Tanto es así que Nimoy titula uno de los capítulos de su autobiografía “Gracias, George Lucas”.
LOS PREPARATIVOS
El elenco protagonista estaba desperdigado, entrado en años, incluso en kilos (William Shatner recuerda que tuvo que hacer dieta y deporte para ser de nuevo el capitán, ya almirante, James T. Kirk). Pese a que el estudio les había ignorado durante una década, consiguió unirlos a todos con facilidad, salvo a uno: el señor Spock, Leonard Nimoy, que rechazaba volver debido a sus desavenencias con Roddenberry  y la Paramount.
En un principio el proyecto arrancó sin él, pero con un elevado presupuesto de 8 millones de dólares, que pronto serían 10 al comprobar lo carísimos que resultaban entonces los efectos especiales tipo La guerra de las galaxias, 15 al principio del rodaje y 45 al final.
Paramount consideraba Star Trek la película un proyecto estratégico, de estudio, por lo que, además de Roddenberry, puso a trabajar en el guión a otros escritores, lo que desde el comienzo creo problemas. También se buscó un director de campanillas, y el elegido fue el prestigioso Robert Wise, director de títulos emblemáticos de ciencia ficción como Ultimatum a la Tierra o La amenaza de Andrómeda, además de musicales de éxito como Sonrisas y Lágrimas o West Side Story.
Desde el principio, la idea de Wise era convencer a Nimoy de que participara en el proyecto porque no se concibe a Kirk sin Spock. Además, tuvo que lidiar con las continuas desavenencias de Gene Roddenberry con el resto de guionistas. Pese a ser el creador de la serie original, el estudio consideraba que sus ideas eran demasiado televisivas para una Space Opera cinematográfica y espectacular, así que, poco a poco, fue relegado.
Finalmente, Leonard Nimoy se unió al proyecto (según sus palabras, “hubiera tenido que responder a demasiadas preguntas si era el único de la serie que no lo hacía”). Fue tras una reunión con Roddenberry y Wise en Nueva York, y casi sin leer un guión en el que ni siquiera aparecía su personaje.
Aún sin el texto definitivo, y dadas las prisas por tener la película cuanto antes para aprovechar la ola de éxito de Star Wars, el rodaje comenzó en agosto de 1978. 
EL REENCUENTRO DE LOS VIEJOS AMIGOS
El día en que todo el elenco original se reunió para la primera lectura del guión provisional, en la sala de conferencias de Paramount reinaba la camaradería, como en el reencuentro de unos viejos camaradas de armas. Estaban todos: Además de los mencionados Kirk y Spock (Shatner y Nimoy), el doctor Leonard McCoy (DeForest Kelley), la oficial Nyota Uhura (Michelle Nichols), el ingeniero “Scotty” (Jimmy Doohan), el oficial Pavel Chejov (Walter Koenig) y el piloto Hikaru Sulu (George Takey), incluso secundarios como la asistente Janice Rand (Grace Lee Whitney) o la enfermera Chistine Chapel (Majel Barrett).
También fue el momento para que la tripulación del Enterprise conociera a sus nuevos integrantes: Persis Khambatta (teniente Ilia) y Stephen Collins (comandante Decker).
La primera era una joven de excepcional belleza que había trabajado sobre todo como modelo y fue seleccionada por el estudio para una posible serie. Lo que más la preocupaba era tener que cortarse su exuberante melena porque su personaje, la teniente Ilia, aparecía completamente calva. El resto del elenco la animaba, en palabras de William Shatner, con “mentiras piadosas” como que iba a quedar bien, incluso sexy, aunque lo cierto, cuenta el capitán Kirk en sus memorias, es que no fue así y que además resultó ser una limitada actriz que tuvo que repetir hasta 18 veces una escena en la que tan solo tenía que decir “no”. Todo lo contrario, cuenta Shatner, ocurrió con Collins, que sorprendió a los demás por su capacidad, compromiso y entusiasmo con el proyecto.
 




LA TRAMA Y EL RODAJE
         Al llegar al set de rodaje, los actores no solo se encontraron con una historia inacabada, el director Robert Wise hizo cambiar el decorado para que fuera más espectacular, y los nuevos trajes, ajustados y de color gris (muy alejados del estilo de la serie original), si bien por fuera parecían asépticos, por dentro eran ásperos e incómodos, sobre todo para los actores masculinos, en especial en la entrepierna. Con su habitual sentido del humor, William Shatner incluso puso en duda su capacidad reproductiva tras el rodaje.
         La trama de esta primera película de Star Trek en la gran pantalla gira en torno al encuentro de la nave Enterprise con una entidad alienígena, llamada V’Ger, que amenaza la seguridad de la flota. Aparte de su gran tamaño y potencia, tiene poderes extrasensoriales y se comunica a través de miembros de la tripulación, como el propio Spock, y en especial la teniente Ilia, a la que llega a poseer mentalmente. Al final, esta entidad resulta ser la sonda Voyager 6, a la que el tiempo ha borrado el resto de las letras, que alcanzó los confines del universo para fusionarse con una raza de máquinas, y ahora regresa a la Tierra.
         Si bien la idea argumental resulta de extraordinaria originalidad y muy del momento, luego en los cines resultaba compleja, difícil de entender (Leonard Nimoy confiesa en sus memorias que la gente se le acercaba por la calle a decirle que no había entendido nada, y por eso se añadieron escenas aclaratorias, descartadas del montaje final, para la edición en VHS).
Como hemos dicho, el guión se reescribía sobre la marcha, incluso Shatner y Nimoy tuvieron que improvisar o ponerse de acuerdo para intentar arreglar las lagunas del texto. Al final, Robert Wise y el estudio decidieron que uno de los guionistas que había abandonado el proyecto, Harold Livingston, volviera para revisar lo escrito por Roddenberry, lo que terminó de enfurecerle y le alejo del proyecto (de hecho su participación en el resto de las películas fue como mero asesor creativo).
Con tantos problemas, el rodaje se empezó a hacer interminable, y el equipo artístico comenzaba a estar agotado. Sin embargo, el grupo de actores decidió tomarse los inconvenientes con humor, y, en palabras de Shatner, convirtieron el decorado y la tripulación del Enterprise en “una pandilla de idiotas incontrolados de risa floja.” Cuenta que en una escena, el serio Spock debía decir que se “adentraban en el corazón de la nebulosa”, y acabó diciendo que lo hacían “en el hígado de la nebulosa”, a lo que el siempre bromista capitán Kirk respondió “¿El hígado? Mira que me entraña que ponga eso en el guión. ¿Cómo tienes estómago para equivocarte en algo así?”. Todos en el set se tiraban por los suelos, incluso el propio Robert Wise les alentaba, como cuando Uhura tenía que decir que el “alien ha expulsado un objeto grande en dirección a nosotros”, y se empezó a escuchar que era una “caca gigante” lo que venía hacia ellos.

Otra anécdota que contaba Shatner es que en la escena final, en la que los protagonistas caminan por un mar de hexágonos al encuentro de V’Ger, tenían marcada una ruta por los que eran de madera y se podían pisar, porque el resto eran de plástico y si pisabas por error te ibas decorado abajo y podías acabar en el entramado de cables y luces, algo que él experimento en propia carne.
APRESURADO MONTAJE Y ESTRENO
El tiempo se les echaba encima porque el estudio había decidido que la fecha de estreno sería “sí o sí” el 7 de diciembre de 1979, así que Robert Wise apenas tuvo tiempo para afinar el montaje. La mayoría de las escenas de efectos especiales, que costaron cinco millones de dólares, no tenían la calidad esperada, y se tuvo que recurrir a dos expertos como Douglas Trumbull y John Dykstra. Los arreglos se añadieron en bruto, con la soberbia banda sonora de Jerry Goldsmith de fondo, con lo que resultaban visualmente espectaculares, pero lastraban y hacían lento el desarrollo de la película.
Wise trabajó hasta el último minuto. Tan es así, que fue el propio director el que llevó las latas con la copia master en su equipaje de mano en el vuelo que le llevaba a Washington para la gran premiere del día 4, con fiesta incluida en el pabellón del espacio del museo Smithsonian.
CONCLUSIÓN     
Dejaremos la valoración de la película al propio Leonard Nimoy, que, en su libro de memorias titulado “Soy Spock”, contaba su impresión cuando la vio por primera vez en el cine:
         “Unas tomas increíbles del Enterprise, que parecía más enorme y bello que nunca, y luego más tomas del Enterprise, y más, hasta hacerse tedioso. La nave viajaba a velocidad factorial, no así el argumento, y la química entre los personajes nunca llegó a aprovecharse”.
         Pese a todo, la película, lanzada a bombo y platillo, fue un éxito de taquilla y recaudó 160 millones de dólares en todo el mundo, lo que animó a Paramount a hacer una continuación, eso sí, con un drástico recorte en el presupuesto. Así, en 1982, llegó Star Trek II: La ira de Khan. Una película que recuperaba el espíritu de la serie, no solo en los trajes y la ambientación, sino con una historia mejor armada y que quedaba abierta a más continuaciones.
Por VICTOR SANCHEZ GONZALEZ



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