Artículo
publicado en el fanzine NEUTRÓN.
El
hecho de recordar Un hombre lobo americano en Londres cobra, en el
momento que leáis estas páginas, especial relevancia por dos
motivos principales. El primero es que el 21 de agosto de este año
se celebra el treinta y cinco aniversario de su estreno en los
Estados Unidos (en España se estrenó el 23 de octubre de 1981). El
segundo es que su director, John Landis, visitó nuestro país para
recoger el premio a Maestro del fantástico otorgado por el festival
Nocturna que se celebró en Madrid durante los días 23 y 29 de mayo de
este año de nuestro señor Crom.
Pero
efemérides y homenajes personales aparte, una película que no sólo
fue revolucionaria en su estreno, sino que con el paso de los años
sigue siendo reivindicada por legiones de seguidores del fantástico
habiendo adquirido el tan aclamado apelativo de "culto", no
podría ser más adecuada para ser recordada en un fanzine como
Neutron.
Al
igual que ocurrió con el subgénero vampírico, y tras la edad
dorada de las producciones de la Universal, la Hammer y las
protagonizadas por nuestro querido Paul Naschy, las películas de
licántropos decayeron en una suerte de autoparodia involuntaria
causada por una repetición sistemática de clichés que las
condenaron a su estancamiento. Pero los años ochenta no sólo
supusieron una eclosión de nuevas ideas, sino que se apostó por
proyectos muy arriesgados que germinaron en un crisol de híbridos en
cuanto al desdibujamiento de las fronteras de géneros. Si a esto le
sumamos una mejora radical de los efectos especiales y visuales, nos
encontramos frente a una década en la que se revitalizó el género
de terror en general y el universo de los vampiros y los hombres lobo
en particular.
Si
en el mundo de los vampiros nos encontramos con la visión
vanguardista de El ansia (1983, Tony Scott), la comedia-terror de
Noche de miedo (1985, Tom Holland), los vampiros adolescentes de
Jóvenes ocultos (1987, Joel Schumacher) o el western crepuscular de
Los viajeros de la noche (1987, Kathryn Bigelow), en el caso de
nuestros amigos los licántropos hay tres películas fundacionales
que rompieron ese anquilosamiento propio de décadas anteriores, y
todas ellas se estrenaron en 1981: Aullidos (Joe Dante), Lobos
humanos (Michael Badleigh) y Un hombre lobo americano en Londres
(John Landis) – En compañía de lobos (1984, Neil Jordan) es otro
título muy reivindicable por su universo onírico y exploración de
ese mal seminal escondido en los cuentos clásicos- . Aullidos, que
ostenta el privilegio de ser la primera en estrenarse y por eso una
de las más influyentes, rompe con la tradición del hombre lobo
solitario y nos ofrece un espectáculo de terror con trasfondo
psicoanalítico; Lobos humanos, tras su envoltorio de investigación policíaca y thriller, esconde una crítica social y ecológica
solemne; Un hombre lobo americano en Londres reconstruye la clásica
película El hombre lobo (1941, George Waggner) en una nueva versión
contemporánea; la de John Landis.
Lo
destacable de Un hombre lobo americano en Londres respecto a sus
coetáneas es que constituye una propuesta sorprendente, única e
inclasificable que fluye, de la manera más natural y nada forzada,
entre el humor y el terror, además, nos ofrece la que aún hoy día
es considerada la mejor transformación de hombre a licántropo de
toda la historia del cine. Pero, antes de adelantar acontecimientos,
empecemos ... Por el principio ...
En
1969, un joven Landis de 18 años que trabajaba en Yugoslavia como
factótum en la película Los violentos de Kelly (1970, Brian G.
Hutton) asistió por casualidad a un suceso de lo más peculiar que
le impulsó a escribir el guión de Un hombre lobo americano en
Londres: un grupo de gitanos estaba enterrando un cadáver amortajado
y envuelto con ajos y rosarios en posición vertical y a gran
profundidad; el motivo era que no querían que regresase de la tumba
... La vestimenta anacrónica de los gitanos evocó en Landis algunas
de las películas de la Universal y , dudando ,al principio sobre qué
monstruo clásico elegir, se decantó por el hombre lobo añadiendo
la presencia de los muertos vivientes. El guión de Un hombre lobo
americano en Londres se escribió en 1969, pero no fue hasta más de
diez años después, a consecuencia del éxito de varias de sus
comedias como Desmadre a la americana (1978) o Granujas a todo ritmo
(1980), cuando Landis obtuvo el beneplácito de la industria
cinematógrafica para rodar su ansiado proyecto– aunque no exento
de trabas por considerar la película en medio de ninguna parte, ya
veremos el porqué – con un presupuesto de diez millones de dólares
y que sería producida por Polygram y distribuída por Universal.
Se rodó en localizaciones de Gales y Londres. Landis se
había documentado sobre la presencia de hombres lobos "reales",
es decir, personas que fueron tomadas por tales en tiempos de
superstición exacerbada y descubrió que en Francia y en Gales
fueron los lugares donde a más gente se ejecutó por este hecho.
Como él no hablaba francés y la literatura gótica de los ingleses
siempre le había entusiasmado (con Mary Shelley y su Frankenstein a
la cabeza), tuvo claro que Gran Bretaña sería el lugar idóneo para
rodar. Pero otro motivo menos bucólico tuvo gran peso en su
elección. Y es que en Inglaterra existía un incentivo fiscal
conocido como "Plan Eady" mediante el cual los productores
recibían un porcentaje de la recaudación nacional. Para esto había
que cumplir unas condiciones, la principal que tanto el equipo como
los actores fueran británicos (salvo que se tratase de alguna
estrella internacional),de ahí la razón de que el 99% del reparto
sea inglés. Eso sí, Landis se las amañó para que admitieran a dos
actores norteamericanos ...
En
principio, los productores querían a Dan Aykroyd y John Belushi en
el papel de los jóvenes turistas americanos, pero Landis se negó
argumentando que eran actores muy cómicos y que no encajarían en
una producción de esas características, además, siempre tuvo en
mente que los actores no fuesen conocidos. Finalmente, David Naughton
y Griffin Dunne interpretarían a David y a Jack, mientras que el
papel de la enfermera Alex recae sobre Jenny Arguter. Por aquella
época, John Woodvine pertenecía a la prestigiosa compañía
teatral Royal Shakespeare Company y había representado una obra
titulada Nicholas Nickleby en Nueva York, obra que Landis había
visto y por eso le ofreció el papel del doctor J.S.Hirchs, así como
muchos otros papeles secundarios a otros actores de la misma
compañía.
La
película - dedicada a la memoria del fallecido Jim O´Rourke , quien
consiguió el trabajo a Landis en Los violentos de Kelly y fue el
productor de El monstruo de las bananas (1973, John Landis) –
narra la historia de dos jóvenes mochileros norteamericanos, David
(David Naughton) y Jack (Griffin Dunne), que mientras recorren el
norte de Inglaterra son atacados por lo que parece ser un hombre
lobo. Jack resulta muerto, pero David sobrevive y se despierta en un
hospital de Londres donde es atendido por la preciosa enfermera Alex
(Jenny Arguter), con quien comenzará una relación, y por el doctor
J.S.Hirchs (John Woodvine). Según transcurren los días David es
presa de horribles pesadillas que culminan con la aparición de su
difunto amigo Jack, quien le avisa de que al haber sido mordido por
un hombre lobo él mismo ha quedado a merced de la terrible
maldición.
Como
veis, se trata de una historia que, en principio, no tiene mayor
complejidad, pero con la que Landis, filtrada por su peculiar y
caleidoscópica visión, logra crear una obra única, ecléctica y
diferente a todo lo visto dentro de esa temática y que aúna el
componente trágico que imbuye al mito clásico del hombre lobo con
un tratamiento contemporáneo, fresco, desenfadado y repleto de
humor, y al mismo tiempo terrorífico.
El
comienzo ya nos deja claro que no vamos a ver la típica y tópica
película de terror. Y es que unos planos generales del páramo galés
acompañados por la dulce melodía de Blue Moon interpretada por
Bobby Vinton nunca permitirían conjeturar los catastróficos
acontecimientos que se desencadenarán a continuación. Pero es que
la banda sonora – todas las canciones elegidas contienen en su
título la palabra "moon" (luna) - cobra especial
importancia por un uso anempático (es decir, que contrasta con el
contenido de las imágenes) que refuerza la sensación general de
surrealismo que desprende toda la película. Gran ejemplo de esto es
el momento de la brutal transformación de David, donde, en lugar de
una inquietante melodía empleada como recurso multiplicador del
terror que desprenden las imágenes (trillado uso de este recurso en
las películas de género junto al de las subidas de sonido),
escuchamos estupefactos las plácidas notas de otra versión del Blue
Moon, esta vez la de Sam Cook. Una última versión del Blue Moon, la
de The Marcels, al estilo festivo que sugiere el "doo-wop",
suena acto seguido de la muerte de David y tras comenzar los créditos
finales. A parte de estas tres versiones de Blue Moon, otros temas
son Moondace de Van Morrison y Bad Moon Rising de Creedence
Clearwater Revival. En cuanto al "score" compuesto por el
oscarizado Elmer Bernstein no hay mucho que destacar, y queda
eclipsado por el citado uso anempático de algunas de las canciones
que componen la banda sonora.
Pero
si el empleo de la banda sonora resulta cuanto menos chocante, que
decir de la multitud de situaciones estrambóticas que van
aconteciendo durante el metraje. Desde la apoteósica entrada en la
"acojedora" taberna llamada "La oveja degollada"
, hasta conversaciones con muertos vivientes en un cine porno que
tratan de convencer a David de que se suicide. El aspecto
surrealista de la película queda también muy reforzado por las
escenas oníricas, una de las cuales, cuando el grupo de hombres lobo
nazis atacan a la familia de David, está concebida como un sueño
dentro de un sueño; un homenaje de Landis a Buñuel y a su película
El discreto encanto de la burguesía. A esto hay que añadir ciertos
elementos metalingüísticos como las conversaciones acerca de la
Universal y Lond Chaney Jr o de la misma El hombre lobo de 1941.
Pero
si bien ese tono cómico está presente durante todo el metraje, no
por ello no dejan de sucederse momentos verdaderamente terroríficos
de violencia cruda y sin concesiones: el primer ataque del hombre
lobo pone los pelos de punta al escuchar los desesperados gritos de
Jack, el ataque de David en el metro es realmente perturbador por su
uso de la steady cam y la entrada del licántropo con la cámara fija
en contrapicado, por último, el clímax final es un ensalzamiento
del caos en forma de muertos, accidentes de coche y un gran lobo que
decapita de un mordisco al jefe de la policía en pleno Picadilly
Circus. El trágico final que rehuye el "happy end" cierra
el círculo que comienza con la llegada de los incautos forasteros a
Gales a bordo de un camión de ovejas (sutil metáfora del destino
que les aguarda) y que homenajea, una vez más, al clásico de George
Waggner.
Por
último, no puedo terminar sin comentar como se gestó lo que
señalaba como la mejor transformación de un hombre lobo en la
historia del cine y otro de los motivos responsables de que esta
película permanezca incólume en la retina de cualquier cinéfilo.
Rick
Baker y John Landis se conocieron durante el rodaje de El monstruo de
las bananas (Schlock, 1973). Landis y Baker, recordemos que Landis ya
había escrito el guión de Un hombre lobo americano en Londres,
hablaron durante años sobre la idea de la transformación del hombre
lobo hasta que a Baker se le ocurrió una técnica que bautizó como
"Change-O-Head"y que consistía en una cabeza retráctil
cubierta de piel plástica activada por un mecanismo interno. Cuando
Landis pudo por fin ponerse manos a la obra con su película, Baker
se encontraba precisamente trabajando en otro clásico licantrópico,
Aullidos (1981, Joe Dante), pero como llevaba diez años esperando a
que se materializase la idea de Landis, Baker abandonó a Dante,
dejando a su ayudante, Rob Bottin (La Cosa, Robocop, Desafío Total),
otro maestro del maquillaje, al mando. Por eso, paradógicamente, la
primera película en mostrar este efecto fue Aullidos al haberse
estrenado antes, sin embargo, la transformación de Un hombre lobo
americano en Londres resulta más realista y completa; todo un
prodigio técnico que tardó en rodarse una semana (salían a uno o
dos planos por día) y que nos muestra con todo lujo de detalles,
mediante primeros planos y a plena luz, cómo las orejas, pies,
manos, cabeza y cuerpo de un ser humano van mutando y adquiriendo
apariencia lobuna. Totalmente impresionante y revolucionaria con
respecto a los efectos utilizados en producciones previas en las que
el hombre lobo no dejaba de ser un hombre con un cuerpo y cara peluda
ataviado con pantalones tejanos ... Michael Jackson quedó tan
impresionado con esta escena que John Landis terminó por dirigir su
famosísimo videoclip "Thriller" mientras que Baker fue el
encargado de los efectos de maquillaje.
Un
hombre lobo americano en Londres resultó un éxito comercial que
recaudó más de sesenta millones de dólares a nivel mundial. A
pesar de ello, a la crítica no le convenció esa indefinición
dentro de un género, pero para muchos seguidores del fantástico –
entre los que se encuentra el que suscribe – resulta la mejor
película de John Landis, y, sin duda, una de las mejores sobre
hombres lobo.
GERMÁN FERNÁNDEZ JAMBRINA
GERMÁN FERNÁNDEZ JAMBRINA
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4 comentarios:
Brutal compañero,icónica y fe obligada revisión cada cierto tiempo
El mejor trabajo de dirección de Landis con diferencia, se nota el mimo que le puso al proyecto. La escena de la transformación en un clásico del cine en si misma. Gran comedia negra, original e irreverente.
Saludos.
Quede fascinado cuando la vi por 1ra vez....amo la película...por muchas razones.
Amo esta película desde la 1ra vez que la vi....
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