Presentación

Amantes de mundos fantásticos, bisoños aventureros en busca de tesoros, criaturas de la noche, princesas estudiantiles y fanáticos de cachas de postín, ¡sed bienvenidos!. Invitados quedáis a rebuscar en nuestra colección de VHS, acomodar vuestras posaderas en una mullida butaca, darle al play, y disfrutar de lo bueno, lo malo y lo peor que dieron estas décadas.

ADVERTENCIA: Aquí no se escribe crítica cinematográfica (ni se pretende). Las reseñas son altamente subjetivas y el único objetivo es aprender y disfrutar del cine y, por supuesto, de vosotros.

Gremlins cantores de NECA



Hoy os voy a hablar de unas figuras que vienen al pelo para estas fechas y que se pueden comprar en la página de MUTANTOYS.

Se trata de dos packs ( set 1 y set 2) de figuras articuladas de los Gremlins cantores de villancicos que pudimos ver en la película de los Gremlins (Joe Dante, 1984). Las figuras están fabricadas por NECA en PVC y miden 15 cm de perversidad. Además, al ser la versión Ultimate traen un montón de complementos y tienen un cuerpo completamente remodelado con más de 25 puntos de articulación que incluyen movilidad en orejas y mandíbula. De verdad os digo que parece que estemos ante los verdaderos gremlins de la película por su realismo.

La línea Ultimate de NECA acostumbra a traer trabajos con acabados excepcionales y acompañados por numerosos accesorios. Estos cantores vienen preparados para pasar el invierno haciendo de las suyas en la calle. El dúo de artistas trae gorros, bufandas, bastón de dulce, galleta de jengibre y las famosas partituras de los típicos villancicos navideños. Son una auténtica pasada.

• Fabricante: NECA

• Medidas: 15 cm

• Material: PVC

Si queréis hacer un regalo genial para la noche de Reyes  ...









GERMÁN FERNÁNDEZ JAMBRINA



Único Testigo (Witness, Testigo en peligro, Peter Weir, 1985)

Único testigo es todo un clásico de nuestra querida década. Este soberbio y original thriller de ambiente rural estuvo dirigido por Peter Weir, y protagonizado por Harrison Ford, Kelly McGillis y Danny Glover. Junto a ellos, el niño Lukas Haas, y Alexander Godunov.
  
EL ARGUMENTO Y LOS PERSONAJES
         El protagonista principal de la película es sin duda Harrison Ford, por entonces la más rutilante estrella emergente del Hollywood de los 80, que quería escapar un poco del estereotipo de Han Solo e Indiana Jones, y acceder a papeles con más poso interpretativo; cosa que logra con creces en el papel de John Book, un avezado inspector de homicidios de la cuidad de Filadelfia, al cargo de un aparentemente rutinario caso de asesinato en la estación de tren de la ciudad. Por este trabajo recibió su primera nominación a los Óscar, y es sin duda una de sus mejores interpretaciones.
         Su partenaire es la casi debutante Kelly McGillis (que luego haría Top Gun), y que también estuvo nominada a los Globos de Oro por hacer de Raquel Labb, la joven viuda de la secta Amish, que viaja en tren junto a su hijo Samuel, papel que recayó en el niño Lukas Haas, espléndido como el pequeño callado, observador e inteligente chaval que es testigo por casualidad de un asesinato en los baños de la estación.
La trama argumental gira en torno a este trío protagonista. Cuando Samuel identifica al asesino en comisaría (en una impactante escena sin diálogos pero llena de expresividad, y brillantemente coreografiada), la trama va a dar un giro inesperado. El asesino es otro policía, el teniente McFee (Danny Glover), un condecorado inspector de narcóticos, al que protege el propio jefe de Book, el capitán Paul Schaeffer, interpretado por otro malo habitual, el veterano Joseph Sommer. Ambos intentan matarle y amenazan la vida de la madre y el niño, por lo que John Book, herido en el estómago, tiene que huir con ellos a la campiña de Pensilvania, donde vive prácticamente aislada la comunidad Amish.
         Cuando los pone a salvo en su granja, John se marcha en coche pero cae desmallado y choca contra una pajarera.
         Obligado a permanecer con los Amish en su convalecencia, Book se convierte en un miembro más de la comunidad, adoptando su vestimenta y costumbres, y ayudando en sus tareas al abuelo de la familia, el viejo Eli Labb (Jan Rubes).
En algunas labores es un auténtico experto, como en los trabajos con la madera (recordemos que el propio Harrison Ford se ganaba la vida como carpintero en Los Ángeles cuando era un joven aspirante a actor, y se nota), en cambio no tiene ni idea, por ejemplo, de ordeñar una vaca (“creo que no ha tocado una teta en su vida”, le dice el viejo Eli Labb. “Tan grande, nunca”, se defiende él).
         En el cuerpo de policía, Book solo tiene el apoyo de su compañero Carter, interpretado por Brent Jennings. Eliminado por la mafia policial, John ya solo cuenta con sus propios medios y la aislada e incomunicada sociedad Amish.
         Sin embargo, por un error fatal, son descubiertos y John Book se tendrá que enfrentar a su destino en una secuencia final llena de acción y violencia.

¿QUÉ SON LOS AMISH Y CÓMO SE LES RETRATA?
         Si bien la película comienza en un entorno urbano, la ambientación principal se desarrolla en la comunidad Amish, una secta etnoreligiosa de origen protestante anabaptista, que se caracteriza por su rechazo a toda tecnología posterior a finales del siglo XIX, por lo que carecen de electricidad, teléfono o vehículos a motor. Tienen un estilo de vida rural, pacífico, y humilde, basado en el trabajo en el campo. Llevan una vestimenta sencilla y profesan un fundamentalismo religioso rayano en la intolerancia. Son descendientes de inmigrantes germanoparlantes, sobre todo del norte de Suiza y el sur de Alemania.
         En la película son retratados con bastante fidelidad, según la crítica, aunque sobre todo haciendo hincapié en su faceta más positiva de bondad, sinceridad, solidaridad y ética de trabajo. Y un poco menos en otros aspectos más sectarios relacionados con la religión, la discriminación o la xenofobia, que quedan un poco diluidos en frases como “ten cuidado con los de origen inglés” del abuelo Labb.
         Al principio, cuando Raquel y Samuel viajan en tren (no pueden hacerlo en avión), a visitar a unos familiares, todo les resulta extraño y amenazador. El pequeño jamás ha visto un hombre de color, ni por supuesto, un asesinato, y queda espantado.
         También se puede ver claramente como esta comunidad es tomada como atracción turística por los visitantes de los condados de Pensilvania donde viven, que los ven como una rareza local a la que hacer fotos (cosa que ellos aborrecen). Es precisamente el enfrentamiento de John Book con unos fanfarrones que están mofándose de Daniel Hochleitner (Alexander Godunov), que pese a ser un hombre joven y fornido no puede usar la violencia para responder, el que alerta a la policía de su presencia, hasta entonces imposible de localizar entre las numerosas e incomunicadas granjas.
         También se evidencia en la película su rechazo a la violencia y las armas. Book es reprendido cuando permite al pequeño Samuel, con el que entabla una relación casi de padre e hijo, jugar con su pistola, y Raquel se la esconde en un bot de conservas. Tras este incidente, el abuelo Eli explica a su nieto, entre otras cosas, que los Amish rechazaron ser reclutados en las guerras del pasado.

DOS GRANEROS, DOS ESCENAS MEMORABLES
         Como vamos viendo, la película está repleta de momentos memorables, pero sin duda los más emblemáticos, junto con el que ya hemos mencionado de Lukas Haas señalando al asesino en comisaria, son las dos escenas que ocurren en sendos graneros, una de noche y otra de día:
         La primera sucede en la granja de los Labb:
         Aunque Raquel tiene un pretendiente “oficial”, su vecino, el mencionado  Daniel Hochleitner, con el que apenas se roza, a medida que ella y John Book se van conociendo, la chispa del amor va a surgir entre ellos dos (espectacular, por cierto, la química que destilan ambos actores). Esta atracción va a tener su punto álgido cuando, una noche, John, ya casi repuesto, está con ella en el granero arreglando el coche para marcharse. Por casualidad, se enciende la radio y empieza a sonar un clásico de todos los tiempos, “What a wonderful world” de Sam Cook. Emocionado, John empieza a cantar y a bailar con Raquel (algo prohibidísimo en su secta), y en pleno éxtasis de risas, cuando están a punto de besarse, les sorprende el viejo Eli, que les reprende severamente, especialmente a Raquel.
Escena del granero:
         La segunda es la famosa escena de la construcción del granero para una joven pareja de recién casados, en la que participa toda la comunidad.
Para aprovechar sus habilidades como carpintero, el viejo Eli convence a John para que colabore también. Para esta secuencia, Peter Weir también optó por prescindir casi por completo de los diálogos, y los espectadores seguimos todo el trabajo en común de grandes y pequeños únicamente acompañados por la espléndida partitura de Maurice Jarre.
Aquí se puede ver de forma muy clara la diferencia de sexos: mientras las mujeres y las niñas bordan el ajuar, y preparan y sirven la comida, los hombres y los niños levantan la estructura, hacen agujeros en las vigas y martillean los clavos.
Al final del día, el granero está terminado.
Como curiosidad, a lo largo de toda la secuencia se puede ver junto a Harrison Ford a un por entonces jovencísimo y desconocido Viggo Mortensen.

Escena de la construcción:


EL PODEROSO FINAL DE LA PELÍCULA
         Pese a que la mayoría de la gran familia ochenter habréis visto la película, puesto que es todo un clásico y es repuesta una y otra vez en televisión, ya sabéis que no nos gusta contar el final en nuestras reseñas. Sí os diremos que, tras casi toda la película metidos como espectadores, casi participantes, en la comunidad Amish, el choque de contrastes entre la granja anclada en el siglo XIX, casi al estilo de la “Casa de la pradera”, y la llegada de un moderno automóvil del que los tres malvados policías sacan sus fusiles, impacta casi tanto como las trepidantes y violentas escenas de lucha entre Book, y McFee, Schaeffer y Fergie (Angus MacInnes). Tres contra uno, pero no cuentan con los Labb, especialmente con el pequeño Samuel, que se las apañará para ayudar sin utilizar la violencia.

CONCLUSION
La película fue un éxito de crítica y público, y recibió ocho nominaciones a los Óscar, entre ellas mejor película, mejor director, y mejor actor principal, y obtuvo dos estatuillas, mejor guión original y mejor montaje. Un premio exiguo, podríamos decir, pero es que aquel año competía con títulos como Memorias de África (que se llevó siete galardones, entre ellos mejor película), El honor de los Prizzi, Ran, Cocoon o incluso Regreso al futuro.
Aparte de la originalidad de situar en el centro de la trama a la secta Amish, que, sobre todo para el público español y europeo en general, era totalmente desconocida, también el hecho de que los malos sean en este caso policías, le da un toque contracorriente muy innovador (detrás de la película está la productora The Ladd Company, de Alan Ladd Jr., el hombre que saco la cara por George Lucas ante los escépticos gerifaltes de la Fox que desconfiaban de La guerra de las galaxias).
Además, el ritmo pausado, acompañado de la magnífica banda sonora de Maurice Jarre, a ratos sinfónica, a ratos New Age, con notas largas, hace que el espectador se sitúe en esa atemporalidad en la que viven los protagonistas.
Luego esa historia de amor imposible, inconclusa entre John y Raquel, que termina… como tiene que terminar, con el personaje de Godunov enfilando confiado el camino de la casa de los Labb. Esa inocencia del niño Lukas Haas, al que Book regala un juguete de madera antes de arreglar la pajarera que rompió al llegar. Son tantos y tantos momentos.
Así que ya solo nos queda decir: Tened cuidado con los de origen inglés.

Por 








Street Fighter (1994/ Steven E. De Souza) Street Fighter

Una de las cincuenta peores películas del siglo XX. Una obra póstuma de Raúl Julia, una joya de culto para algunos/as y vilipendiada por otros/as. Un caos de rodaje, en resumen: Street Fighter


ARGUMENTO:
El coronel Guile ( JCVD) dirige una fuerza especial de la ONU, con el fin de derrotar a un peligroso y maníaco criminal conocido por el nombre de Byson (Raúl Julia)

RODAJE MALDITO:
Capcom y Universal apostaron muy fuerte por esta película, no en vano sería la primera PG-13 de Van Damme.
Pero los problemas ya empezaron bien pronto para el director Steven E. de Souza, sí el genio que escribió  La Jungla de Cristal o Comando .
Problemas con nombre y apellidos, Jean Claude Van Damme. La estrella belga fue un continuo dolor de muelas para todos sus compañeros y compañeras de reparto desde el principio, con numerosas peticiones de divo, desde pedir una suite de lujo con gimnasio incluido, hasta continuos retrasos a la hora de presentarse al rodaje. Dichos retrasos eran debidos en su mayor parte al hecho de que se fundiese diez mil dolares diarios en cocaína y a pesar de que se sabían esos problemas y que el estudio había contratado a un asistente que solventase esos problemas, dicho asistente resultó ser peor que el propio belga.
Para colmo de males, el salario de Van Damme y Juliá, se llevaba casi todo lo destinado para el reparto, extras y dobles, de ahí que el propio De Souza, tuviese que aportar parte de su propio salario con el fin de que todo pudiese hacerse de una manera aceptable, aunque como he mencionado anteriormente, el hecho de que Van Damme fuese un foco de problemas y sumando que Raúl Juliá enfermó de cáncer y estaba sumamente débil, hizo que la improvisación en todos loas ámbitos del rodaje fuese una constante, redundando en las mediocres coreografías marciales que podemos ver en el film, no por culpa del encargado de ellas, Benny The Jet Urquídez, si no porque el pobre hombre apenas tenía medios y tiempo para prepararlas.
Con todo ello y si no fuese poco, aún hubo que sumarle un ambiente de golpe de estado en Tailandia y el hecho de que el agravamiento en la enfermedad de Julia, hiciese que aquellas escenas en las que se requería de cierta pericia física, tuviesen que ser hechas en los primeros días de rodaje, cuando ya Van Damme daba muchos problemas.
Para el recuerdo nos queda además ese affaire amoroso entre Van Damme y Minogue.

OPINIÓN PERSONAL:
Nunca fui un afamado jugador de videoconsolas, salvo los de fútbol tipo PC Fútbol o el FIFA, nuca fui mucho de pasarme horas delante del mando, pero el Street Fighter, fue uno de aquellos juegos entrañables, que evocaban en cierta manera a la esencia del cine de mamporros, con lo que en mi caso, fui uno de los afortunados/as que pudo ir a ver el estreno de esta película en cines.
Claro que con 17 años uno va a ver leñazos e identificar en cierto modo a aquellos personajes que usaba en la PlayStation y ver si se le parecían. En este caso y hablando de los noventa, la copia es fiel, con aquellos kimonos cantosos de Ken y Ryu  o las garras y máscara de Vega o incluso el vestuario de Bison.
Vale con 17 años quiero ver mamporros, tiros y copia fiel al video juego, bien por ahí bien, pero cuando uno ve la películas 25 años después, no lo ve desde la misma perspectiva y aparte de que ciertos efectos han envejecido de pena ( los rayos de Byson, esas botas luminiscentes que parecen las que llevan los guajes ahora que van caminando y se iluminan...) y qué decir de Blanca, que parece un revival del Hulk  de Ferrigno pero con más melena.
Y luego las coreografías...pobre Jet Urquídez, todo su trabajo en balde, tirado por la borda, salvo brotes verdes como la escena final entre Van Damme y Julia, con esas patadas giratorias tan made in Bélgica que sin embargo esta vez no lucen como debieren.
A parte de eso ,el cartón piedra presente en todo momento, el diseño tan rudimentario de los escenarios, hacen que la película confiera un sabor añejo, artesanal, que si bien canta mucho en estos días, no es óbice para que yo le siga teniendo un cariño especial más si cabe gracias a ver a una jovencísima Ming Na-Wen que parece haber hecho un pacto con el diablo si nos atenemos a su presencia en Agentes de SHIELD y ver a un Van Damme que a pesar de sus excesos sigue siendo un icono para muchos de los que amamos el cine de mamporros.

NOTA OCHENTER: 10/10 para los adolescentes de los 90 6/10 para los cuarenters del milenio



Desde Cine de los 80 y un servidor desearos un feliz 2020 lleno de cine y series 


Blade Runner (Ridley Scott, 1982)



"Los Ángeles, noviembre 2019"
Ochenters, así comenzaba el clásico de ciencia ficción Blade Runner (Ridley Scott, 1982), inspirado en la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? del novelista del género Phillip K. Dick, protagonizada por HarrisonFord, Sean Young y Rutger Hauger, con efectos especiales del maestro Douglas Trumbull, y música de Vangelis. Incomprendida en su estreno, hoy se considera uno de los films cumbre de la historia del séptimo arte.

LA NOVELA Y LA PELÍCULA
Como ya hemos dicho, la película se inspira en la novela breve "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?", del escritor de Phillip K. Dick, autor muy original y prolífico, aunque poco conocido por el gran público en aquel momento (no hoy, que muchas de sus novelas y relatos han sido llevados al cine, con ejemplos paradigmáticos como "Desafío Total", basada en el relato corto "Deje que lo recordemos por usted" o "Minority report").
Pese a que Ridley Scott capta la esencia de relato, y sobre todo la atmósfera oscura, lúgubre y opresiva de la sociedad alienada que describe el autor, el director y los guionistas, Frampton Fancher y David Peoples, se tomas muchas licencias, y las diferencias con el relato escrito son notables: Para empezar, en la novela, Deckard es un hombre casado, que profesa una extraña religión de nuevo cuño, lleva ropa interior de plomo por la radiación, y tiene en su tejado una oveja eléctrica (de ahí el título), dado que no puede pagarse una mascota biológica, signo de estatus social. Luego, Rachel, la heroína femenina de la peli, en el libro es un personaje secundario, y Roy Batty, es un tipo ancho y de corta estatura, muy alejado del físico y el carisma del personaje encarnado por Rutger Hauger.
         Para la película, Scott simplifica el relato, centrándose en la atmósfera oscura y lluviosa de una ciudad caótica, superpoblada y deshumanizada, en la que la gente malvive aislada y reprimida.
         El film comienza con un breve texto explicativo: “A principios del siglo XXI la Tyrell Corporation desarrolló un nuevo tipo de robot llamado Nexus -un ser virtualmente idéntico al hombre- y conocido como Replicante. Los replicantes Nexus 6 eran superiores en fuerza y agilidad, y al menos iguales en inteligencia, a los ingenieros de genética que los crearon…”.
Debido a ello se les implanta, como medida de seguridad, una duración, una “vida”, de cuatro años, y se les destina a trabajos en el espacio exterior. Los replicantes tienen  prohibido viajar a La Tierra, y la unidad policial que persigue a los infractores se denomina Blade Runner. Su forma de detectarlos es mediante un test de preguntas de contenido emocional, sencillas para un humano, pero casi imposibles para un replicante, inexperto en esa materia. Cuando un Blade Runner  encuentra a un replicante debe abatirlo sin más, y a eso “no se le llama asesinato sino jubilación”.
Por ello, cuando un peligroso grupo de replicantes a punto de cumplir sus cuatro años de vida, liderado por Roy Batty, asalta una lanzadera con destino a La Tierra, el encargado de “perseguirlos y retirarlos”, será el mejor Blade Runner del cuerpo, el veterano detective Rick Deckard. 

LA PREPRODUCCIÓN Y EL CASTING
La historia del rodaje de Blade Runner es toda una odisea (De hecho el documental "Tiempos extraños", de cómo se hizo dura más de cuatro horas).
Después del éxito de crítica y público de "Alien, el octavo pasajero", Ridley Scott tenía pista libre y cheque en blanco de Warner Bros para emprender un proyecto tan innovador y ambicioso como este. Sin embargo, los productores de la película, Michael Deely y Jerry Perenchio, no se mostraron tan favorables desde el primer momento, y, aunque el director contó con total libertad creativa, tenían "espías" dentro del equipo, que les informaban de todo.
En un primer momento se encargó el guión al experimentado guionista británico Frampton Fancher, que escribió una historia compleja y alambicada, que no terminaba de contentar a Scott. En ese momento, se barajaba para el papel de Deckard a Robert Michun, Francher ha confesado reiteradamente que escribió el papel para él, que, pese a pasar de los sesenta, había protagonizado el thriller de acción "Yakuza". Después, en los story boards, era un tipo pequeño y corriente que se asemejaba a Al Pacino, de hecho este nombre se barajó para el papel protagonista, junto con Gene Hackman , Sean Connery , Jack Nicholson , Paul Newman , Clint Eastwood , Tommy Lee Jones , Arnold Schwarzenegger e incluso Burt Reynolds. Como anécdota diremos que, en ese primer guión, la película comenzaba con la escena que Fancher consiguió colar en la reciente y decepcionante continuación del clásico dirigida por Denis Villeneuve, en la que una olla chapotea mientras Deckard acude a una vivienda solitaria a "retirar" a un replicante.
Cuando Frampton Fancher dejó el proyecto, se encargó el guión a un joven David Peoples, lo que supuso un alivio para el director, ya que desde el principio, entendió el tono y el ritmo que quería para la película.
Descartados otros protagonistas, Ridley Scott tenía clara la contratación de Harrison Ford para el papel principal. Su empaque, su presencia, y su recién estrenado status de estrella, tras "La guerra de las galaxias" e "Indiana Jones", le hacían ideal para encarnar al duro y curtido policía del futuro enfrentado tanto al mundo, como a sí mismo.
Para la protagonista femenina, que se quería fuera alguien desconocido para el gran público, se hizo un casting al estilo del Hollywood clásico, grabación de escenas en celuloide incluidas. Para el papel de Rachel, la favorita parecía ser Nina Axelrod, una joven rubia que se desenvolvía a las mil maravillas en las escenas con Norman Paull, que hacía las veces de Deckard para dar paso a las actrices. Sin embargo, en el último momento, Ridley Scott se decidió por Sean Young, de un perfil distinto: alta, estilizada, morena, y de aspecto más frágil.
Para el otro personaje femenino joven (la bella replicante de placer Priss), se hizo un casting mucho más amplio y abierto, al que se presentaron multitud de actrices, entre ellas, una desconocida Daryl Hanna. Según contó ella misma, estaba tan harta de recibir negativas en las audiciones, que esta vez optó por presentarse sin arreglar, mal vestida, con el pelo revuelto y sin maquillar, algo que, en este caso, era ideal para el personaje. Cuando leyó su parte del guión y vio que Priss tenía que hacer contorsiones y el famoso salto hacia atrás, ella dijo que era capaz de hacerlo sin doble, y lo demostró delante del equipo. Contratada.
Para el papel del villano Roy Batty, Scott eligió al fornido actor neerlandés Rutger Hauger sin conocerle, basándose solo en sus papeles en películas de su compatriota Paul Verhoeven. Cuando se encontraron, Hauger se presentó a la entrevista con el pelo cortado y teñido al estilo del personaje, y enseguida cautivó a Ridley Scott con su presencia y su voz.
Para los demás papeles se recurrió a estrellas como Joanna Cassidy (la madura replicante Zora, domadora de serpientes), o Emmet Walls (El capitán Briant, jefe de Deckard, un policía chapado a la antigua, que “llama monos a los negros y pellejudos a los replicantes”), y también a solventes secundarios como Bryon James (el corpulento replicante Leon), Joe Turkell (el pérfido y taimado magnate Eldon Tyrell), James Hong (el especialista en ojos sintéticos que trabaja en un laboratorio helado), y William Sanderson (el genetista J. F. Sebastian, que vive rodeado de juguetes robóticos).
Para interpretar al enigmático Gaff, compañero de Deckard en la unidad Blade Runner, el elegido fue Eduard James Olmos, que tuvo libertad absoluta para componer su personaje, para el que incluso invento un lenguaje propio, mezcla de inglés, español y húngaro.
Finalmente, para Norman Paull, el joven actor que había soportado las largas y tediosas sesiones de casting con las actrices, Ridley Scott reservó, como premio, un pequeño papel al principio del film, el del detective Holden, que muere a las primeras de cambio tras desesperar a uno de los replicantes con el test Boight-Kampf.

EL CAÓTICO RODAJE
Como hemos dicho, desde el principio, surgieron desavenencias entre Ridley Scott y los productores del film. Sus exigencias presupuestarias, sus cambios de parecer, los continuos retrasos en el rodaje, y lo que ellos consideraban un guión y un tono de la película demasiado poco comercial, que auguraba un fracaso en taquilla, les hacía ser cicateros con los gastos, y exigentes con los plazos de rodaje. Detalles como que Scott no estaba conforme con el vaso que aparecía en la mesa del detective Holden en la primera escena (tanto es así que el equipo de diseño de producción, ya desesperado, llegó a comprar el lineal completo de vasos y tazas de Wallmart para que el director eligiera), o que hizo cambiar las columnas del despacho de Tyrell porque se las habían instalado del revés, eran vistos por los productores como caprichos de director divo que no eran sino un obstáculo en el rodaje.
El set principal, habilitado en un espacio abierto de los estudios  de Warner en Burbank, era un feo amasijo de paredes grises y chatarra, poco llamativo de día, pero que al llegar la noche, el momento de rodar, adquiría su verdadera dimensión; cuando se encendían las luces de neón, se llenaba de extras caracterizados, y de operarios esparciendo humo de niebla y agua de lluvia.
Además, Ridley Scott utilizó escenarios reales de la ciudad de Los Ángeles, como la Union Station de trenes, que figura como el interior de la comisaría de policía de la ciudad. Para el despacho del jefe Bryant, se construyó un local en el centro del vestíbulo que aún se mantiene hoy en día como oficina de servicios.
El original y futurista apartamento de Deckard se inspiró en el edificio Ennis-Brown, y la casa de J. F. Sebastian, donde se desarrolla el climax final de la película, se rodó en los interiores del famoso Edificio Bradbury, que ha salido en tantas y tantas películas, en el que se filmaba de noche, para no molestar a los vecinos, y que se ensuciaba, y se limpiaba cada madrugada.
 Una de las escenas más complicadas fue el rodaje en el laboratorio helado. Ridley Scott quería el máximo de verosimilitud en la secuencia, así que exigió que se congelara el set “de verdad”, y que se viera el vaho salir de la respiración de los actores. El veterano James Hong, curtido en todo tipo de rodajes de cine y series, confesó que no lo había pasado peor en su vida que rodando aquellas escenas. Además, el frio intenso inutilizaba la cámara y demás equipos de grabación, por lo que, aún lubricadas con aceites especiales, solo se podía filmar durante diez minutos seguidos, y luego esperar una media hora. Pese a ello la secuencia resulta redonda.
No ocurre así con la escena del “retiro” de la replicante Zora (Joanna Cassidy), que es sin duda uno de los peores momentos de un film estéticamente tan conseguido. Cuando Deckard descubre a Zora en un tugurio en el que trabaja como domadora de serpientes, ésta escapa a la carrera. Él la dispara desde lejos por la espalda, y ha de morir estrellándose contra los múltiples cristales un escaparate.

La propia Joanna Cassidy cuenta que le pidió expresamente a Ridley Scott, interpretar ella la escena, dado que la toma era frontal y se iba a ver la cara de la especialista que la iba a doblar, con la que además guardaba un escaso parecido físico. Sin embargo, y pese a que las lunas que tenía que atravesar eran falsas, del denominado “cristal de azúcar”, Scott se negó en redondo a permitirla realizar la escena, aludiendo que ella era “una estrella internacional”, y no podía permitirse el lujo de que sufriera un accidente. De esta forma, la escena la rodó la doble, y ya incluso en el cine, se notaba claramente que no era la bella y estilizada Cassidy, sino una mujer robusta y menuda, con una burda peluca en la cabeza. Uno de los mayores fiascos en pantalla del cine contemporáneo. 

DOUGLAS TRUBULL Y SUS FABULOSOS EFECTOS ESPECIALES
         Si en algo acertó Ridley Scott en esta película, aparte de en la banda sonora de Vangelis, fue en encargarle los efectos especiales al maestro Douglas Trumbull, el hombre que había  hecho magia con Kubrick en “2001” y con Spielberg en “Encuentros en la tercera fase”. Todo un artesano de los fundidos y las maquetas, Trumbull aportó soluciones a todos los retos narrativos que le proponía Scott:
         La película comienza con la impactante secuencia de unos ojos de mujer que contemplan la oscura y desoladora imagen de una megaciudad posapocalíptica. La secuencia, que el equipo de producción apodó el “Hades”, es una maqueta de 4 x 6 m. con una sucesión de planchas de latón simulando, de forma tosca, el perfil de los edificios, y las refinerías, con pequeñas bombillas, que, sin embargo en pantalla, aporta una sensación tridimensional majestuosa, y que coronó con el fundido de imágenes de explosiones y llamaradas de fuego que tenía en su archivo, descartados de otras películas.
         Los monumentales edificios, que recuerdan en gran medida al clásico de Fritz Lang Metrópolis, también eran maquetas, del tamaño de varias personas. Para la torre de la policía se utilizó un Halcón milenario para darle forma, y Las dos pirámides de la Tyrell Corporatión se inspiran en las de los mayas y los aztecas.
         Sobre ellas, y el cielo brumoso de la contaminada y lluviosa ciudad, volaban los famosos Spinners, vehículos similares a los coches, capaces de moverse por tierra y aire. Los que se hicieron a tamaño real se elevaban mediante cables, ocultos por el humo, pero las maquetas de pequeño tamaño, que se iban a insertar con fundidos, presentaban un problema, porque en pantalla se notaban artificiales, como “pegotes” que deslucían la épica de las escenas. Para solucionarlo, Trumbull utilizó un recurso de mago de los efectos especiales: amplificó los faros y las luces de los vehículos mediante lentes, consiguiendo, no solo disimular perfectamente los fundidos, sino también contribuir a crear la atmósfera tan característica del film.
         A ella contribuyeron también las espectaculares panorámicas de los edificios y las terrazas, tan realistas, y que Scott y Trumbull consiguieron con la tradicional, y a la vez efectiva, técnica del fondo pintado, que se utilizaba en Hollywood desde los tiempos del cine mudo.
         Como anécdota, Ridley Scott, tuvo el detalle de invitar al set de rodaje, al autor de la novela, Phillip K. Dick, ya enfermo (moriría poco después). El novelista se mostró encantado con lo que vio, y dijo que la película reflejaba a la perfección el escenario ambiental del libro.

SEAN YOUNG Y HARRISON FORD
         Como ya es conocido, la relación entre los dos, no tanto personal como delante de la cámara, no puede decirse que fuera de química y complicidad. Aunque ambos pusieron todo de su parte, más que atraerse, como debía suceder en la trama de la película, se repelían. No solo por la diferencia de edad (cuando  se rodó la película, ella tenía apenas 20 años, y él casi 42), sino porque ella era una debutante y él toda una estrella emergente del Hollywood de los 80. Young siempre ha dicho que estaba muy nerviosa en sus escenas con Ford. Le imponía su mera presencia.
         Aunque ambos consiguieron coronar secuencias sublimes, como su encuentro en el despacho de Tyrell con el test Boight-Kampf, en el que ella fuma sin parar, y se encuentra aparentemente segura y relajada hasta la pregunta final. O la secuencia del apartamento, en la que Rachel se suelta el pelo, y toca al piano Memories of Green, y a ambos se les ve de perfil, en una de esas tomas que solo puede conseguir un genio como Ridley Scott, y en la que Rachel asumía mentalmente su verdadera condición.

         Sin embargo, la que tenía que ser una de las escenas capitales de la película, cuando entre ambos se enciende la chispa del amor y se besan apasionadamente, resultó un completo fracaso. Hay cientos de metros de película en la que director y actores intentan, toma tras toma y por todos los medios, que la escena resulte, pero no lo consiguen, Ford no la besa bien, ella se ríe, no hay química ni pasión. Al final, desesperado, y buscando cómo salir de la situación, Ridley Scott optó por una solución radical, que se apartaba del guión, pero al menos podría resultar creíble en pantalla y desencallar la situación. “Fuérzala”, le dijo a Harrison Ford, “que sea por la fuerza”. Young estuvo de acuerdo, la escena salió a la primera, y así quedó en el montaje definitivo. 

LA SUBLIME ESCENA FINAL
Sin duda, los momentos finales de Blade Runner, son de los que han pasado a la historia, y por ello vamos a referirlos con detenimiento:
En los días finales del rodaje, Ridley Scott estaba acuciado por los productores para que terminara, ya que consideraban que se había pasado de presupuesto y plazo. No querían gastar más dinero ni tiempo, y la presión sobre el director era altísima, así que decidió que, sí o sí, aquella noche se tenía que terminar la película.
Antes de la escena final, Deckard sigue la pista de los dos replicantes que quedan, hasta el apartamento de J. F. Sebastian. Atraviesa los pasillos sucios y oscuros del Edificio Bradbury, iluminados tan solo por las pantallas voladoras de publicidad. Cuando entra, se encuentra un universo de muñecos e ingenios robóticos, entre los que el espectador ya ha visto a Priss bajo un velo y quieta como una estatua.
Priss ataca a Deckard, le hace una llave para ahogarle entre sus piernas y tira de su nariz con los dedos. Tal fue el realismo de la escena, que Daryl Hanna estaba haciendo daño de verdad a Harrison Ford, que grita y se retuerce desesperado.
Luego llega la famosa carrera de gimnasta dando vueltas sobre sí misma (al final, Scott tampoco permitió a Hanna hacer la secuencia de acrobacias), y en pantalla también se evidencia que es una doble pequeña y musculosa con aspecto de gimnasta, la que cae abatida tras los saltos.
Cuando Roy Batty aparece, ya notando los síntomas de su propio fin, se llena de ira por la muerte de su Priss, y sale en persecución de Deckad hasta el tejado. Allí, desesperado, el policía intenta saltar al edifico de al lado pero queda colgado de una viga, a punto de caer al vacío.
En la siguiente toma, Roy Batty debía saltar como si nada, de un edificio a otro, amparado en su descomunal potencia física. Los dos tejados de los edificios eran grandes plataformas móviles que estaban a una distancia de seis metros. El especialista que tenía que realizar el salto hizo varios intentos en los que fracasó. Caía continuamente a la lona tras golpearse violentamente contra la estructura, y cada vez estaba más cansado. Además, la noche se estaba terminando y se acercaban el temido amanecer.
Vista la situación, Rutger Hauger, que esperaba pacientemente, se acercó a Ridley Scott y le dijo: “Yo he sido atleta, y, si me ponéis los dos tejados a una distancia de cuatro metros y medio puedo hacer el salto”. Desesperado, el director accedió.
Los operarios movieron las estructuras, provistas de ruedas, hasta la distancia acordada, y Scott situó la cámara elevada y tras Hauger, para dar sensación de perspectiva. El actor se concentró, tomó una de las palomas, de color blanco (algo que no estaba previsto en el guión y que él improvisó para dar mayor dramatismo a la escena). Tomó carrerilla e hizo el salto a la primera, y con el impecable estilo de un campeón olímpico, tal y como se ve en la película. Corten.
Y esta no fue la única aportación de Rutger Hauger a esta última secuencia. Aún faltaba lo mejor: Para el monólogo final de Roy Batty, antes de su muerte, en el guión había un texto largo y complejo con reflexiones sobre la vida, la muerte y la existencia. Casi estaba amaneciendo y no había tiempo para todo eso, así que, una vez más, Hauger se dirigió a Scott y le dijo “Puedo componer las frases justas para que la escena se acorte y funcione”. Así, de la improvisación y  talento creativo de Rutger Hauger, surge la frase más épica, grandiosa y legendaria del cine contemporáneo, y que, en la versión española, disfrutamos en la voz del gran Constantino Romero:
“He visto cosas que nunca creerías. Naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C, brillar en la oscuridad más allá de las Puertas de Tanhauser. Todos esos momentos, se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia…”
La cara de Harrison Ford lo dice todo. Luego, Hauger soltó la paloma (que por cierto no voló, pero se quedó fuera de plano, la que se ve volando es un añadido), y aguantó la respiración para quedarse quieto hasta casi el ahogo. Y de fondo, la música de Vangelis, y ese cielo de tonos azules y violetas, que no eran sino el propio amanecer. El resto es historia.
“Es una lástima que ella no pueda vivir, pero ¿quién vive?”

ANEXO:
         El artículo debería acabar con esa frase final, y con Rachel y Deckard escapando hacia ninguna parte. Pero la historia, al menos en su estreno en 1982, no tuvo ese final que quería el director, sino uno distinto, edulcorado por la mano de los productores.
         En aquellos tiempos, una vez acabado el rodaje y el montaje, la película pasaba a manos de los productores, que tenían potestad para añadir o quitar a su antojo. Y así lo hicieron. Desde el principio hasta el final. Añadieron una voz en off explicativa, que Harrison Ford se vio obligado a locutar a regañadientes y por contrato, al estilo de las películas de cine negro de los años cuarenta de Humphrey Bogart, que iba desgranando a lo largo del film, diferentes aspectos de la historia que los productores consideraban que el público no iba a entender.
Pero lo peor no fue eso: se permitieron además la licencia de cambiar el final de la película, que pasaba de un desenlace incierto y totalmente abierto, que dejaba al espectador con el corazón en un puño, a un típico y tópico Happy end al más puro estilo Hollywood en el que se venía a decir algo así como “vale, las han pasado canutas, pero ahora van a vivir felices y a comer perdices en Canadá”. 
Para ello, tomaron prestadas del archivo de Warner varias cintas con paisajes boscosos rodados con helicóptero, que le habían sobrado a Kubrick de “El Resplandor”, y una breve secuencia rodada a toda prisa, con Ford y Young montados en un Spinner sobre un camión en marcha.
         Ridley Scott se escandalizó, pero entonces no podía hacer nada. Años más tarde, cuando recuperó los derechos para “la copia del director”, lo primero que hizo fue suprimir ese final y la voz en off.
No cabe duda que Blade Runner es una película mítica, pero que resultó incomprendida en su estreno. Los productores, ansiosos por recuperar  a toda costa el dinero invertido, hicieron un lanzamiento promocional totalmente errado, que presentaba el film como una aventura policíaca con tintes épicos y para todos los públicos, una especie de mezcla entre Star Wars e Indiana Jones; y no como lo que era en realidad: una distopía futurista oscura e intelectual, más emparentada con el cine de autor y con el cine negro.
Por ello, en los primeros días, el público acudió a los cines en masa. Familias enteras, niños pequeños, y claro, salían de la sala con cara de no haberse enterado de nada, y sus padres desazonados, cuando no entristecidos por el futuro tan desolador que presentaba el film para sus hijos. Por ello, cuando cundió el "boca a boca", los cines se fueron vaciando, y resultó un sonoro fracaso de taquilla.
Solo con el paso de los años, el poso que dejó se fue agrandando, y hoy es considerado unos de los films más relevantes e influyentes de todos los tiempos. Una película de culto, idolatrada por la generación ochenter, y que ha influido en movimientos posteriores como el cyberpunk.
Y una reflexión final: Aquellos que vimos la peli en su estreno, en 1982, ni por la imaginación se nos pasaba que el futuro, este noviembre de 2019 de hoy, fuera tal y como se presentaba en la película. Ahora no estamos tan seguros.

Por Víctor Sánchez González @VictorSescritor