Presentación

Amantes de mundos fantásticos, bisoños aventureros en busca de tesoros, criaturas de la noche, princesas estudiantiles y fanáticos de cachas de postín, ¡sed bienvenidos!. Invitados quedáis a rebuscar en nuestra colección de VHS, acomodar vuestras posaderas en una mullida butaca, darle al play, y disfrutar de lo bueno, lo malo y lo peor que dieron estas décadas.

ADVERTENCIA: Aquí no se escribe crítica cinematográfica (ni se pretende). Las reseñas son altamente subjetivas y el único objetivo es aprender y disfrutar del cine y, por supuesto, de vosotros.
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De vuestros niños de cincuenta años: Homenaje a “Los payasos de la tele”



Ochenters, suerte tuvimos de vivir aquellos años y aquella tele, con Los payasos, Félix Rodríguez de la Fuente, Gloria Fuertes… Ellos nos hicieron como somos, junto a nuestros padres claro, y les debemos, como a ellos, lo que somos. Por eso vamos a dedicar unas emotivas y cariñosas líneas a aquellos locos vestidos de rojo, que tanto nos hicieron reír, en aquellos años en blanco y negro, a los que empezaba a llegar el color. Ay, aquellos sábados por la mañana con Gaby, Fofó, Miliki, y los demás… ¿Cómo están Ustedes?... ¡Bien!

EL ORÍGEN DE LA LEYENDA
Nuestros héroes vienen de una familia de payasos circenses que se remonta al siglo XIX, y comenzaron en la profesión en los felices años treinta de nuestro siglo, nada menos que en el mítico Circo Price, pero, después de la guerra, fueron de los tantos que emigraron a Hispanoamérica en busca de una vida mejor.
 
Su primer destino fue la soleada y caribeña Cuba, donde los tres hermanos Aragón, Gabriel (Gaby), Alfonso (Fofó) y Emilio (Emilín en un principio, aunque pronto se lo cambiaría por Miliki), comenzaron a hacer sus pinitos en televisión, lo que les hizo conocidos también en México (donde se iniciaron en el cine), Venezuela e incluso Estados Unidos. Su siguiente destino sería Puerto Rico, donde estarían desde 1965 hasta 1971, con el programa El Show de las 5, uno de los más vistos y recordados en la historia de la televisión en aquel país. Luego recalaron en Argentina, donde, ya con la incorporación de Fofito, hijo de Fofó, tienen también su propio Show televisivo y ruedan más películas.
Su éxito en Hispanoamérica hace que una TVE con aires de renovación se fije en ellos, y en 1972 les contrate para el programa El gran circo de TVE, que pasaría a sustituir a Los Chipitirifláuticos.
Su carisma, su talento, y esa conexión mágica que, como Félix o Gloria Fuertes,  tenían con el  público infantil, hizo que alcanzaran un éxito arrollador, y, ya conocidos como Los payasos de la tele, se convirtieran en todo un fenómeno televisivo y social en la España de los setenta y primeros ochenta.

LOS PAYASOS UNO A UNO
         GABY: Su papel era del serio del grupo, el que, supuestamente ponía orden en el caos de los demás. No vestía de payaso, como los otros, sino de frac, y siempre iba un poco al margen de ellos. Tocaba el saxofón.
         FOFÓ: Pese a no ser el mayor, era el que hacía las veces de jefe, el que mandaba (por lo menos entre los de la nariz de payaso), el que quedaba siempre por encima en las situaciones cómicas, y el que llevaba la voz cantante, también en las canciones. Su instrumento era la trompeta. Pese a ser a veces brusco y mandón, era el personaje más querido, hasta el punto de que su fallecimiento inesperado en 1976, fue una tragedia para los niños de entonces, y de un impacto social a nivel nacional, similar al que tendría cuatro años más tarde la trágica muerte en accidente de avioneta del gran Félix Rodríguez de la Fuente, en 1980, de la que también nos enteramos un sábado por la mañana. Siempre nos emocionamos al recordar estos momentos, como al ver la estatua dedicada al Fofo en la entrada al Parque de Atracciones de Madrid.
         MILIKI: Su personaje era quizás el de mayor poso interpretativo, y el que más calaba en la chavalería. Era el más noble, el más soñador, siempre risueño, y también atolondrado. Su instrumento era el acordeón. Al fallecer su hermano Fofó, fue el que, digamos, tomo la jefatura del grupo, aunque siempre con un aire mucho más benévolo y tolerante, también el liderazgo en las canciones, dándoles un toque más entrañable, y también pasó a ocupar el primer lugar en el corazón de los niños.
         FOFITO: Al ser el más joven, era también el más alocado, el más procaz y el que decía siempre la mayor tontería. Tocaba la guitarra, y hoy es el único del cuarteto original que todavía vive, aunque el resto estén siempre en nuestros corazones.
         MILIKITO: Hijo de Miliki, se incorporó al grupo tras el fallecimiento de Fofó. Con una sólida formación musical (es pianista), y un talento natural como mimo, tenía escasa experiencia ante las cámaras, y por ello inicialmente se decidió que fuera mudo (al estilo de Harpo Marx), y se comunicara agitando un cencerro en vez de una bocina como aquel. Sin embargo, más adelante, “recuperó milagrosamente la voz”, revelándose como un excelente payaso. Quizás por ello, dejó el circo en 1981 para emprender carrera en solitario, inicialmente como humorista y cantante (recordemos su mítico programa de gags al estilo Paul Hogan, Benny Hill o Saturday Night Live, Ni en vivo ni en directo), para luego convertirse en presentador y productor con la llegada de las televisiones privadas.
         RODY: Hijo pequeño de Fofó, fue el último en incorporarse a la troupe, entre 1982 y 83, cuando Milikito dejó el show, y éste paso a llamarse, en su última etapa, El loco mundo de los payasos. Rody se pintaba la cara de negro y se caracterizaba de afrocubano. En las últimas décadas, ha sido también el que ha seguido un poco el legado circense de la familia con giras por España, algunas junto a su hermano Fofito.
 
         A estos componentes también habría que añadir a Rita Irasema, hija de Miliki, que, junto a su padre, presentó una variante del programa entre 1993 y 95.

EL CIRCO Y SUS CUATRO PARTES
         El programa se grababa inicialmente en una carpa de circo, en Madrid, con un enloquecido público infantil llenando la grada, normalmente colegios enteros llevados allí en autobús. Comenzaba con la famosa canción que todos recordamos y sabemos tararear: Había una vez… Un circo que alegraba siempre el corazón…
Luego se dividía en cuatro partes:
LA PRESENTACIÓN: Los payasos salían de uno en uno preguntando a los niños del público ¿Cómo están ustedes?... ¡Bien! Cuando los cuatro estaban en pista, hacían un breve entremés cómico al estilo de los payasos del circo clásico.

LA ACTUACIÓN: Era un número de circo, alternando malabaristas, equilibristas, domadores, trapecistas, etc.
LA AVENTURA: Era el momento preferido de los seguidores del programa. Se trataba de una escena de unos 10 minutos de duración, ambientada a modo de telecomedia, en la que los payasos vivían una peripecia cada vez en un lugar distinto, y en la que participaban también otros actores. Entre ellos el personaje recurrente del Señor Chinarro, muy querido también por la audiencia infantil, interpretado magistralmente por el actor Fernando Chinarro, que hacía de un tipo normal, que se veía envuelto en las locuras de los payasos, y se desesperaba con sus tonterías. Hay que decir también que las aventuras muchas veces tenían moraleja, y también las utilizaban para hacer pedagogía (aprender las tablas numéricas, por ejemplo).



LA CANCIÓN: Para terminar el espectáculo, los payasos cantaban una de sus populares canciones, siempre con la participación de los niños del público, y con la ayuda de sus instrumentos musicales. 


AQUELLAS INOLVIDABLES CANCIONES
          Vamos a reseñar tan solo algunas de ellas, las que nuestra generación más recuerda, y también comentaremos su intencionalidad, siempre didáctica o festiva, y, por supuesto, contextualizada a la época:
         HOLA DON PEPITO, HOLA DON JOSÉ: Es quizás la canción más popular junto con la que comentaremos después, La gallina turuleca. Habla de dos señores que se encuentran por la calle y se saludan. Ensalza el valor de la amistad y las buenas costumbres. Como en casito todas, contaba con la participación del público infantil haciendo de coro, y respondiendo al Hola Don Pepito… con un Hola Don José… ¿Pasó usted por mi casa?... Por su casa yo pasé…
         LA GALLINA TURULECA: Como ya hemos comentado, otra de las más recordadas. Tiene una intención didáctica, para ayudar a los más pequeños a aprender los números, porque cuenta la historia de una gallina que ha puesto un huevo, ha puesto dos y ha puesto tres…
         EL AUTO NUEVO: Es la canción por la que más se recuerda a Fofó, también la más divertida, y en la que los niños nos lo pasábamos en grande, porque aparte de cantar, había que hacer movimientos con las manos y el cuerpo (llevar el volante, el tunel, los baches, las curvas…). Su intencionalidad era sobre todo lúdica, aunque, como era constante en ellos, los payasos siempre ensalzaban los valores familiares, y también en este caso la prudencia en la conducción. El viajar es un placer, que nos suele suceder. En el auto de papá, nos iremos a pasear… Vamos de paseo, ¡pí, pí, pí!  Vamos con el semáforo… Rojo, amarillo y... ¡Verde!
                                             El auto de Papá con Fofó
         MI BARBA TIENE TRES PELOS: Es otra de las más divertidas porque es un juego en el que, a medida que avanzan las estrofas, hay que sustituir las palabras, barba y pelos, por gestos. Mi barba tiene tres pelos… Tres pelos tienen mi barba…
         COMO ME PICA LA NARIZ: Otro de los clásicos de su repertorio, en el que los niños tenían que estornudar. Cómo me pica la nariz… Ya no lo puedo resistir…
     DALE RAMÓN: La canción del niño futbolista. Dale Ramón, Dale Ramón… Chuta más fuerte para ver si metes gol…
         ASÍ PLANCHABA: Es una canción deliciosa, y también muy recordada, pero también es quizás por la que más ha pasado el tiempo, ya que reproduce los estereotipos asociados a las niñas, y al género femenino en general, en aquellos tiempos(lavar, planchar, cocinar, rezar… Así planchaba así así…), mientras, como hemos visto en la anterior, al niño se le ponía a correr, saltar y jugar al futbol. Era algo consustancial a los tiempos, espontáneo y nada intencionado por parte de nuestros queridos payasos, que nos querían igual a niños y niñas, y tienen muchas canciones dedicadas a ellas, como la siguiente.
         SUSANITA TIENE UN RATÓN: Es otra de las más recordadas, y también la favorita de Miliki. Susanita tiene un ratón… Un ratón chiquitín…  Aunque asociamos las canciones al conjunto de los payasos, es justo también decir que letra y música son casi siempre de Emilio Aragón padre, Miliki.
         SI TOCO LA TROMPETA: Si toco la trompeta, tara, tara tareta… Con esta canción, los payasos buscaban que los más pequeños conocieran los instrumentos musicales de forma divertida. A este respecto, siempre recordaremos a nuestro Miliki tocando una canción con niños puestos en fila a modo de teclado y con una campana cada uno. Él les tocaba el hombros y así iban nota a nota. ¡Qué momentos!
         FELIZ EN TU DÍA: Es otra de las más famosas, y que aún hoy cantamos a nuestros hijos junto al Cumpleaños feliz, en sus onomásticas. Feliz, feliz en tu día… Amiguito que Dios te bendiga… Que reine la paz en tu vida… Y que cumplas muchos más… Nuestros payasos eran entrañables, les adorábamos, y les adoramos, pero también reconocíamos y reconocemos, que eran bastante tradicionales y beatones. Era la España de entonces.

VALORACIÓN Y LEGADO
         Para un niño de entonces, que además tuvo la ocasión de ir de pequeño con el colegio a ver el rodaje de uno de los programas, os podréis imaginar la emoción que supone hacer este artículo homenaje. Fue una fría mañana de invierno de aquella España aún en blanco y negro. Nunca habíamos estado en un rodaje televisivo. Nos sorprendía todo, desde las cámaras grúa hasta las largas esperas, y las repeticiones. Los payasos tardaron una eternidad en salir, y luego hicieron la presentación por lo menos seis veces (debía ser para ver cuál quedaba mejor), hubo varias actuaciones circenses, un bocadillo más pan que chorizo con una Mirinda, y, para nuestra decepción, nada de Aventura. Y ese sábado por la mañana plantados delante del televisor para vernos, y no salimos, y troceados, hasta meses después. Otra decepción.
         Más adelante, allá por 2001 tuve la ocasión de conocer a mi ídolo de los payasos, el gran Miliki, en una rueda de prensa en la presentaba un libro. Llego tarde también, como todos los artistas, y diciendo ¿Cómo están ustedes? En mi turno, antes de la pregunta, le di las gracias “por la infancia que nos habían dado” a nuestra generación, a lo que él respondió emocionado, hasta tal punto que su gesto salió reflejado en los periódicos del día siguiente. Para él, ya anciano, éramos “sus niños de treinta años” a los que dedicó un CD de canciones.
         Años después, también tuve ocasión de dar las gracias a Rody, que vino con su circo a nuestro barrio. Se llenó de madres y padres cuarentones con hijos pequeños. En las canciones, pidió “un padre” y allí estaba yo para cantar Mi barba tiene tres pelos, junto a mi hijo, que se pegó al micrófono. Y Rody, sinceramente emocionado también, manifestó su sorpresa porque él también se la supiera.
         Como toda historia de payasos, esta también tiene que tener un punto triste, y es que el legado de estos iconos del circo y la televisión, no es un legado de unidad, sino de disgregación, porque los herederos han tomado caminos diferentes. Como ya hemos dicho, Emilio Aragón hijo es un reputado productor de televisión, compositor y director de orquesta, y encarna el legado de Miliki. Por otro lado están Los gabitos, que son hijos de Gaby, que también han sacado sus discos y han montado espectáculos. Y por otro lado, como ya también hemos reseñado, Rody, hijo de Fofó, y que encarna su legado.
         Pero nos quedamos con la magia de entonces, con aquellos recuerdos, con aquel se me luenga la traba, feliz año huevo, y… ¿Cómo están ustedes?... ¡Bien!
        
         Por Víctor Sánchez González @VictorSescritor













Especial series de dibujos de nuestra infancia


Ochenters, vamos a echar la vista atrás hasta nuestra más tierna infancia para recordar aquellas series de dibujos que nos marcaron, nos han hecho como somos, y, sin duda, deberíamos poner a nuestros hijos. Como siempre, Lo hemos hecho con todo el cariño, no hemos podido dedicar largos comentarios a todas, y seguro que nos hemos dejado alguna, pero por lo menos encontraréis, aunque sea sólo mencionadas, las más simbólicas y representativas.


MAZINGER Z

         Nuestra serie de aventuras por excelencia. La historia original se publicó como manga en Japón en 1972, e inmediatamente interesó a la Toei Animation para su adaptación televisiva, que ya la tenía lista para su emisión por la Fuji TV a finales de aquel año, y se emitió allí hasta 1974. Pronto llegó a todo el mundo, y también a España.
         La serie contaba con todos los ingredientes para fascinar al público infantil: Robots gigantes que volaban y lanzaban rayos, jóvenes protagonistas con los que te podías identificar, malvados villanos a los que combatir, y aventura a raudales.
         Todos recordamos su famosa canción de cabecera, el grito “¡planeador abajo!” o “¡puños fuera!” de Koji Kabuto (el chico que manejaba a Mazinger), o el famoso también “fuego de pecho” del robot femenino Afrodita A, compañera de Mazinger, y que pilotaba la joven y bella Sayaka Yumi, probablemente el primer amor platónico/televisivo que tuvimos de los chavales de la época (como Koji lo sería de la chicas).
         La serie original constaba de 92 episodios, de los que TVE compró 33 para su emisión a partir de 1978 en el horario estrella de la sobremesa de los sábados, después del telediario y antes de la película de Sesión de tarde. Como anécdota diremos hubo un glorioso momento, allá por 1979, en el que los sábados ponían Mazinger Z y los domingos La abeja Maya.
          Pese a que la serie fue todo un éxito, TVE no compró más capítulos, y la cortó de sopetón, casi sin avisar, para poner en su lugar Orzowei, una serie italiana con actores, temática muy distinta, ambientada en África, y que resultó bastante decepcionante.
 


VICKIE EL VIKINGO


         Sin duda, la más emblemática de las series de dibujos animados de nuestra infancia, y que TVE emitió por primera vez en 1975 los lunes por la tarde. La serie era una coproducción de las televisiones alemana y austriaca, ZDF y ODF, aunque la factura gráfica corrió a cargo de la prestigiosa productora japonesa Nippon Animation.         
         Al contrario que otras series de dibujos de entonces, como Heidi o Marco, que tenían una trama bastante melodramática e incluso lacrimógena, Vickie el Vikingo era una serie de aventuras, llena humor, optimismo y valores como la amistad, el compañerismo, el respeto a la diferencia, el trabajo en equipo, o el cuidado de la naturaleza.
         Los protagonistas eran los vikingos de la aldea sueca de Flak, liderados por Alvar, padre de Vickie, un niño curioso e inteligente, cuyas ideas sorprendentes e imaginativas salvaban todo tipo de situaciones, y le hacían imprescindible en cada viaje por mar en busca de tesoros.
         En esta serie cabe destacar también su preciosa banda sonora, compuesta por el especialista checosclovaco Karel Svoboda, que combinaba magistralmente los temas cantados que son casi himnos, con la potente música electrónica para las persecuciones, o bellas melodías para los finales felices.

LA ABEJA MAYA

         Si hasta ahora hemos hablado de series, digamos, “de personas”, La abeja Maya es una de esas historias tan propias de la literatura infantil protagonizadas por animales humanizados, que, si bien mantienen las funciones básicas de su especie (en su caso, vuelan, recolectan néctar y polen o hacen miel), por lo demás hablan y se comportan como humanos.
         La serie, de 1975, estaba basada en el libro del escritor alemán Waldemar Bonsels, y nos contaba las aventuras de una pequeña abejita junto con su amigo Willy, el saltamontes Flip, y el resto de los insectos del bosque.
         Al igual que Vickie el vikingo, La abeja Maya era una coproducción de la ZDF y ODF, producida por la Nippon Animation, y compartía con ella su espíritu alegre y optimista, y la preciosa música original de Karel Svoboda, que también forma parte de la banda sonora de nuestra vida.
         Como anécdota diremos que, aparte de lo comentado, Vickie el vikingo y La abeja Maya también compartieron sus voces españolas, ya que las dos dobladoras de los personajes principales de ambas series se intercambiaron los papeles: Matilde Vilariño era Maya e Ílvi, la amiga de Vickie, y Mari Pe Castro, que ponía la voz a Vickie, también lo hacía con el amigo de Maya Willy.

PIPI CALZASLARGAS

Aunque no fuera de dibujos, “Pipi Calzaslargas” fue todo un fenómeno televisivo que marcó a nuestra generación. Estaba inspirada en los libros infantiles de la escritora sueca Astrid Lindgren, traducidos a más de 70 idiomas.
Su origen es muy curioso: Para confortar a su hija enferma durante su convalecencia en cama, Lindgren se inventó un personaje alocado y divertido, una niña peliroja llamada Pippi Långstrump, que llevaba dos trenzas casi horizontales, que vivía con un mono y un caballo, y era imaginativa y rebelde contra todo convencionalismo.
La serie, con guión de la propia autora, se rodó en 1968 y fue emitida por primera vez en Suecia en 1969. Dado su gran éxito internacional, TVE la tenía en su agenda, pero era tan rompedora para la época que no se atrevió a programar  su estreno hasta la agonía del régimen franquista, en 1974. Se emitía los domingos por la tarde y no nos la perdíamos.
Pese a que los niños y niñas adorábamos la serie, tuvo un cierto rechazo por parte de la España carpetovetónica y recalcitrante de entonces, que no la aceptó desde un primer momento, y solo recuerda de ella que en un capítulo se les veía probando un cigarrillo, como si ningún chaval de los sesenta o setenta, incluso ellos mismos, hubiera fumado o al menos dado una calada de chavales.
Desde los sectores más conservadores de la sociedad se creía que la serie era un “mal ejemplo”, al mostrar una niña que daba rienda suelta su imaginación, y animaba a sus amigos Tommy y Anika a jugar y divertirse con libertad, en contacto con la naturaleza, sin ataduras, y a hacer todo tipo de locuras, como caminar hacia atrás, pintarse la cara o dormir con los pies en la almohada (algo escandaloso e impensable parece ser). Por cierto, ese conservadurismo casposo y trasnochado lo representa en la serie la estirada señorita Prysselius, en contraposición con los Settergren, los tolerantes padres de Tommy y Anika. Por cierto, un personaje muy similar al que encontramos en la ya mencionada Heidi, representado por la odiosa Srta. Rottenmeyer, rezongando y protestando por todo, incluso de los maravillosos parajes de los Alpes suizos, y siempre tratando de coartar el espíritu libre y bondadoso de la niña, y su benéfica influencia sobre su amiga Clara, en contraposición con el adusto pero comprensivo abuelo.




LAS SERIES ESPAÑOLAS DE BRB

         Todos recordamos la cabecera de tantas series de nuestra infancia y adolescencia que llevaban el logotipo de BRB Internacional, la productora fundada en 1972 entre otros, por Claudio Biern Boyd, que comenzó como simple distribuidora de muchas de las series que estamos comentando, y otras como Los ángeles de Charlie, La pantera Rosa, Tom y Jerry, El bosque de Tallac, Banner y Flappy, Tom Sawyer o El osito Misha que fue la mascota de los Juegos Olímpicos de Moscú 80.
No fue hasta ese año, 1980, cuando BRB comenzó a producir sus propias series animadas. La primera de ellas fue Ruy el pequeño Cid, que contaba las aventuras infantiles del que luego sería héroe legendario del medievo español, y que le encargó a la Nippon Animation. Después vendrían Fútbol en acción (protagonizada por Naranjito, la mascota del Mundial España 82), David el Gnomo, D'Artacan y los tres mosqueperros o La vuelta al mundo de Willy Fog, imprescindibles en  la sobremesa de los sábados y que tampoco nos perdíamos.
         Contrariamente a lo que se pudiera pensar, otra legendaria y muy popular serie de animación española de la época, Don Quijote de La Mancha (1979), no fue producida por BRB sino que TVE se la encargó a los realizadores Cruz Delgado y José Romagosa, que pese al éxito cosechado, disolvieron su sociedad tras ella. Sin embargo, BRB sigue funcionando hoy en día, y ha distribuido series de referencia para nuestros hijos como Pokemon, y ha seguido produciendo dibujos propios, como los del oso deportista Bernie.



LOS LOONEY TUNES Y HANNA-BARBERA

         No podemos dejar de recordar la avalancha de dibujos animados procedentes de Hollywood, como todos los de la factoría Disney, o los Looney Tunes, de la Warners Bros. Como no recordar las Merrie Melodíes (“fantasías animadas de ayer y de hoy presenta…”), al Pato Lucas, a Porky, el Correcaminos, Silvestre y Piolín, El gallo Claudio, Speedy González, o la estrella del estudio Bugs Bunny (“¿qué hay de nuevo, viejo?”). Todos ellos inseparables de sus creadores, los dibujantes y realizadores David DePatie, Fritz Freeling, Chuck Jones, o Tex Avery.
         Mención aparte merecen también los dibujos de Hanna-Barbera, un estudio de animación independiente fundado en 1957 por William Hanna y Joseph Barbera, que anteriormente habían trabajado para la Metro-Goldwin-Mayer. A ellos les debemos, entre otras, Los Picapiedra, Los Supersónicos, Tom y Jerry, El oso Yogui, Jonny Quest, Hong Kong Phooey, Pixie y Dixie, Maguila Gorila, Leoncio el león y Tristón, Pepe Pótamo, Don Gato, Canuto y Canito, o el gran Scooby-Doo.



LAS SERIES DEL MOMENTO QUE TAMBIÉN VEÍAMOS

Y bueno, para terminar mencionaremos también varias series emblemáticas de nuestra infancia, que, aunque no fueran “para niños” específicamente, pues también veíamos, cuando nos dejaban nuestros padres, como Curro Jiménez, Espacio 1999, Sandokan, Wonder Woman, El increíble Hulk, Starky y Hutch, Los hombres de Harrelson, Galáctica, Verano azul, o la ya referida Los ángeles de Charlie. Luego, ya entrados los 80, llegarían V, El coche fantástico, El Equipo A o MacGyver.



CONCLUSIÓN

Ochenters, suerte tuvimos de crecer con aquellas maravillosas series y dibujos, que, como ya hemos dicho, nos hicieron como somos, y, junto con otros referentes televisivos como Los payasos de la tele, Gloria Fuertes, Félix o Carl Sagan, y también cinematográficos, como los de La guerra de las galaxias, Star Trek, 007, Alien, Conan o Terminator, nos forjaron como mujeres y hombres con carácter, nobleza, generosidad y principios, pero también imaginación, inteligencia, curiosidad y sentido del humor. ¡Somos ochenters!


Por Víctor Sánchez Escritor @VíctorSescritor






















Dentro del laberinto (1986, Jim Henson) Labyrinth


James Maury “Jim” Henson, recordado por los teleñecos y por la miniserie “El cuentacuentos” produjo y dirigió dos películas imprescindibles en el imaginario de la infancia de toda una generación. “El cristal oscuro” (1982) y “Dentro del laberinto” (1986) son parte de ese catálogo mágico que formaron algunas películas de la década de los 80 como “Willow” (1988), “La historia interminable” (1984) o “La princesa prometida” (1987) (entre muchas otras que aportaron ese halo fantástico a toda una década). Ese cine fantástico tenía elementos en común, como el tipo de público al que iba dirigido, una potente banda sonora, la artesanía en los efectos, imaginación, fantasía y mucho cariño al hacerlas. Titiritero como fue (además de productor y director) siempre decía que sus expectativas, cada vez que entraba al cine, se simplificaban en salir un poco más feliz de lo que entraba. Con “Dentro del laberinto” lo consiguió. Aplaudiendo ese cine “palomitero” que nos hizo disfrutar en nuestra infancia, hay que decir que esta película, como muchas otras coetáneas, aguanta el paso de los años. Revisionarla es un placer, no solo para saciar el ansía de nostalgia, sino porque en sí misma es muy divertida y redonda. Además tienen a Bowie, y una jovencísima y muy bella Jennifer Connelly; imperdible.

 
Haciendo alusión a los protagonistas principales que no son títeres, como son Jennifer Connelly y Bowie, llegaron al papel de formas muy diferentes. Ella era relativamente desconocida aunque no del todo, porque ya había participado en una película llamada “Érase una vez América” (1984), y antes de eso había sido modelo infantil; de todas formas Bowie sí era ya una estrella estratosférica, a diferencia de la joven de 14 años, que en esa época decía haber querido ser veterinaria, carpintera y no actriz (el éxito le haría cambiar de idea). En el casting tuvo la competencia de Helena Bonham Carter, Jane Krakowski, Sarah Jessica Parker, Maddie Corman, Laura Dern, Lili Taylor, Ally Sheedy, Mia Sara y Marisa Tomei. Todo un catálogo del futuro de Hollywood.


En el caso de Jareth “el rey de los goblins”, Henson tenía en mente que fuera un títere, pero el fracaso en taquilla de “El cristal oscuro” (película totalmente integrada por muñecos) le hizo cambiar de parecer. Pensó en Michael Jackson, Mick Jagger, Sting o Prince. Finalmente una decisión propia, ayudada por sus hijos le hizo decantarse por David. Bowie, por su parte, había visto “El cristal oscuro” y no se lo pensó, ya que quedó fascinado con aquella película.

 
La interpretación de sus dos actores principales completó un equipo donde George Lucas (Lucasfilm) produjo, Jim Henson dirigió, Brian Froud fue el director artístico, Terry Jones el guionista, Frank Oz animador y Trevor Jones el creador de la banda sonora. En cuanto a Trevor Jones, hizo la fantástica música pero las canciones fueron compuestas por Bowie, uno de los reclamos más importantes de la película. Se rodó en estudio, más concretamente en Elstree (Hertfordshire, Inglaterra). El cuidado en el diseño de los escenarios y de los goblins es maravilloso, Brian Froud haría un trabajo sobresaliente junto a Henson para dotar de originalidad y movimiento a los títeres más importantes del filme. El Monty Phyton Terry Jones, guionista de la película, recibía diseños y dibujos todos los días para integrarlos en la historia. Un trabajo en equipo que salió bien, se hizo con cariño y resultó más que satisfactorio.

 
En cuanto a las influencias queda claro que Alicia en el país de las maravillas, véase el gusano que Sarah encuentra al principio de su periplo, la banda del fuego que pretende cortarle la cabeza y el sentido metafórico que durante la película se hace ver del crecimiento de su protagonista de niña a adulta, es la mayor del filme. El mago de Oz con la búsqueda de un destino para salvarse, el encuentro de acompañantes que la escoltan y le ayudan, también supone una referencia clara. Aquí la ciudad esmeralda es el castillo de los Goblins y Jareth supone una perversión de la imagen de “el mago de Oz”; en ambos casos, sin embargo, suponen el destino de sus protagonistas. Blancanieves y su “fruta prohibida”, la imagen de la manzana envenenada aparece con forma de melocotón en el laberinto. A nivel artístico hay referencias a Maurice Sendak (conocido escritor de cuentos como “Donde viven los monstruos” o “Al otro lado”, cuento que sirve de inspiración para el desarrollo creativo de esta película) y a Escher (pintor conocido por sus grabados xilográficos, los cuales buscan el concepto de irrealidad y de infinito). En el encuentro final, el interior del castillo es un cuadro de Escher, con escaleras encontradas que no llegan a ninguna parte y que, al mismo tiempo, llegan a todos sitios. Esto representa ese laberinto que es el interior de Sarah, el cual se debate entre quedarse anclada o madurar, entre seguir siendo una niña rodeada de fantasía (seguramente para huir del abandono de su madre) o crecer hasta la edad adulta. El laberinto, y ya no me refiero solo al final de la película, supone para Sarah un ejercicio obligado, un trabajo impuesto por la responsabilidad y por los adultos, empezando por su padre y madrastra que le obligan a cuidar de su hermano, hasta la figura del rey de los goblins que le obliga a sucumbir o a vivir, a luchar por su vida y la de su hermano, o caer en el sopor de la ignorancia y la ingenuidad. Dentro del laberinto Sarah tendrá que tomar decisiones, dejar que su hermano se convierta en goblin o rescatarlo, elegir la puerta de la izquierda o la de la derecha, subir o bajar en el pozo de las manos, confiar en Hoggle o no hacerlo. Madurar supone tomar decisiones y la película es en su integridad un avance hacia la madurez.


 Un momento clave que define el papel que ella tomará durante toda la película, eso sí con tentaciones que la harán dudar, es cuando al principio Jareth le enseña el laberinto que tendría que cruzar en trece horas para llegar al castillo, y así poder salvar a su hermano. El rey de los goblins le advierte que no hay vuelta atrás, dejando claro que cuidar de su hermano supondrá esa adquisición de madurez que la alejará de la infancia. Una auténtica pena, dice Jareth, una frase que parece hacer referencia a la pérdida de inocencia que supondrá cruzar el laberinto. Como si de un espejo se tratase, todo lo que ocurre en el laberinto ocurre, en cierta manera, en la realidad. Salvar al hermano allí supone el compromiso de cuidarlo en la vida real, que se convierta en goblin supone el miedo a la pérdida, a la muerte o al abandono, como el que sufrió de su madre; el rey de los goblins supone la atracción sexual, otro indicio de madurez en la adolescencia de Sarah.

Hay un momento maravilloso conde Sarah es tentada a seguir una parodia de su vida, de su habitación, sin compromisos y viviendo una vida ficticia imitadora del pasado y cuyo sentimiento sustentador y único es la melancolía. La anciana que quiere convencerla no deja de ser una infeliz que se quedó allí encerrada, que aceptó, que incluso podría ser ella, o que es ella. Se hace referencia al apego a las cosas que le recuerdan la niñez como muñecos, cuentos… formando una pesada carga en la espalda del personaje y no dejándole avanzar por el peso. Es donde se encuentra cómoda, donde solo tenía que pensar en jugar a ser princesa, en estar con su madre y no tener responsabilidades. Pero el tiempo es inexorable y aunque no se quiera, uno deja ser un niño para convertirse en adulto. 


Como decíamos, no solo la responsabilidad de cuidar a su hermano le hace madurar, sino que el despertar sexual también es relevante. La escena del baile ocurre en la mente de Sarah y refleja cómo se siente atraída por Jareth y todo lo que le rodea. Sin embargo no solo hay atracción sino miedo a lo desconocido. El baile es la única escena dentro del laberinto donde solo hay personas. Todos son adultos disfrazados como en un carnaval veneciano del siglo XVIII, representando la perversión y el sexo; con máscara de goblins, mostrando la fealdad de la madurez, del paso de la niñez a la adolescencia y afeando el tránsito y cambios que sufre el cuerpo, pero también mostrándole a Sarah el placer y el gusto por lo erótico. “As the world falls down” suena mientras Bowie y Connelly bailan rodeados de lujo y sin refererencias a lo infantil. Todo supone un divertimento adulto y Sarah se deja seducir.


En cuanto a Bowie, su estética, sus movimientos, sus canciones, hacen de Jareth un icono del cine. Todas las canciones son compuestas por él y es muy recomendable escucharlas, porque tienen el estilo característico de “El Duque Blanco”. Michael Moschen, malabarista, fue el encargado de doblar a Bowie en el manejo de las bolas de cristal; esta virtud dota al personaje de un halo mágico pero también de la sensación de controlar la hipnosis como medio de influencia sobre las mentes más débiles. Es un personaje atractivo y poderoso que le gusta divertirse y que quiere que quienes le rodean le alaguen y le acompañen en su mundo idealizado. Es un Peter Pan perverso que quiere raptar a Sarah para que esté a su lado para siempre. Toby Froud, hijo del diseñador y director artístico Brian Froud fue el partenaire en la mayoría de las escenas para Bowie y Connelly. Hay una anécdota sobre él y es que el bebé (Toby Forud) no solía hacer ningún ruido, no solía llorar ni reír cuando estaban en escena y Bowie tuvo que doblar esos sonidos, haciéndolos él mismo. Por otro lado el símbolo de la lechuza, representa a Jareth, pero también representa la sabiduría, la que aporta la madurez, y de la que carece, en el principio, Sarah. La lechuza se convierte, así, en un símbolo representativo de lo que va alcanzando Sarah en su deambular por el laberinto.

 
La habitación de Sarah es otro personaje en la película, o más bien es toda la película. El laberinto es la imaginación de Sarah, es la madurez, los anhelos, los deseos, la nostalgia, el recuerdo, el apego y la pérdida. Todo está en su habitación, desde un cuadro de Escher (lo último que seguramente como niña pondría en su cuarto y el último escenario que pisa dentro del laberinto), un muñeco del rey de los goblins, un cuento de “Donde viven los monstruos” que recuerda a Ludo… Cosas que son el pasado de Sarah y de las que irá desprendiéndose, sin olvidarlas pero no con la unión que te lastra sino con la que te hace ser mejor y más libre. Porque la película no defiende que olvides tu infancia sino que forme parte de tu avance sin anclarse en una época pasada que pudiera parecer más feliz.

  
La película es técnicamente una maravilla. Se puede usar como contrapunto al uso del CGI excesivo, como ejemplo del uso de la imaginación frente al ordenador, y esto sabiendo que la lechuza de los créditos es el primer animal realista hecho íntegramente por CGI. El resto de la película, obviamente, es artesanía, maquillaje, títeres, decorados y magia. El personaje de Hoggle, interpretado por una actriz llamada Shari Weiser, disponía de una cabeza animatrónica con 18 motores y cuatro técnicos manejándola, el títere más complejo hasta la fecha.

 
Solo en la escena de la sala del rey cuando suena la fantástica canción “Magic dance” hay 48 títeres a la vez interactuando con Bowie. Ludo pesaba inicialmente 45 kilogramos, y se tuvo que reconstruir para rebajar el peso a 33 kilos porque lo llevaba una sola persona (aunque dos actores se turnaban). Y el Humongous, que es el robot gigante que sale de una de las puertas finales que impiden el acceso al castillo, se convierte en la marioneta más grande que se hubiera fabricado hasta entonces. Tenía 4’5 metros de alto y se movía a través de una tecnología del movimiento basada en hidráulicos. El esqueleto era de metal y el exterior de goma- espuma, para evitar que el peso se disparase.

Muchos esfuerzos que no lograron que fuera un éxito en taquilla. Fue un fracaso que se compensó con el éxito que adquirió posteriormente en su distribución en video; pero fue un fracaso de esos que después se convierten en una película de culto, una película “palomitera”, divertida, mágica, que consumíamos de niños y que aún hoy disfrutamos por una cosa que no surge siempre, y que es la magia.

Por increíbles peligros e innumerables fatigas, me he abierto camino hasta el castillo más allá de la ciudad de los goblins, para recuperar el niño que me has robado. Porque mi voluntad es tan fuerte como la tuya y mi reino igual de grande. Porque mi voluntad es tan fuerte como la tuya y mi reino igual de grande…” Vaya, nunca consigo recordar ese párrafo… “No tienes poder sobre mí“.


Por MOANBE