Espías
como nosotros (1985)
Por
Víctor Sánchez González
Espías
como nosotros
(John Landis, 1985),
es una
divertidísima comedia ambientada en el tenso conflicto Estados
Unidos-URSS de mediados de los años ochenta; un ejemplo de cómo se
puede hacer cine de actualidad geopolítica en clave de humor y
parodia, del director de Desmadre
a la americana.
Sus
puntos fuertes: la pareja protagonista (Chevy Chase y Dan Aykroid,
dos cómicos de relumbrón, entonces en lo más alto de su carrera),
la pareja creativa Aykroid-Landis (guionista y director, con un texto
lleno de gags hilarantes llevados con efectividad a la pantalla), el
magnífico elenco de secundarios (encabezados por Steve Forrest), y
su mensaje conciliador y optimista en plena Guerra Fría. Su punto
débil: aunque de forma sutil y contenida (no tan descaradamente como
algunos productos de acción de la década), toma partido del lado
americano en el conflicto.
EL
ARGUMENTO
Emmet
Fritz-Hume (Chase) y Austin Millbarge (Aykroid), son dos funcionarios
de poca monta que se presentan a las pruebas para hacerse espías.
Tras un examen desastroso, son reclutados para una acción encubierta
en el extranjero, que les llevará desde el Medio Oriente al
mismísimo corazón de la Unión Soviética, donde, con la ayuda de
un grupo de militares rusos, tratarán de evitar un conflicto nuclear
global.
EL
REPARTO
Los
divos absolutos de la película son Chevy Chase y Dan Aykroid,
auténticas estrellas de la comedia ochentera que provenían, como
Bill Murray o John Belushi, de la inagotable cantera del show
televisivo “Saturday Night Live”. Chase es un “caradura” con
habilidades diplomáticas que se junta por casualidad con un
despistado experto en decodificación (Aykroid), y ambos se
convertirán en atribulados espías.
El
protagonismo femenino corre a cargo de dos actrices y modelos: Donna
Dixon, casada entonces con el propio Aykroid, que interpreta a una
bella agente de la CIA, y Vanesa Angel (conocida por la serie “La
mujer explosiva” y que estuvo a punto de interpretar
a “Xena la princesa guerrera”), que hace de militar rusa. Ambos
papeles tienen una gran carga erótica y escasa relevancia argumental
más allá de convertirse en objeto de deseo de los protagonistas
masculinos, algo, por otra parte, muy habitual en el cine de entonces
(por cierto, Dan Aykroid, autor del guión, “enrolla” a su esposa
con el personaje de Chase en vez de con el suyo).
El
malo de la película no es otro que el “SWAT” Steve Forrest, que
interpreta a un desquiciado general de las fuerzas aéreas empeñado
en desatar por su cuenta la tercera guerra mundial para que
prevalezca el “modo de vida americano.”
Les
acompañan secundarios como Bruce Davison (Agente del gobierno) o
Bernie Casie (el “malencarado” coronel instructor), así como un
montón de caras conocidas en breves cameos: Desde Frank Oz (El
actor, director y marionetista que pone voz a Joda en Star Wars, que
interpreta al profesor del examen), pasando por los también
directores Terry Gilliam, Joel Cohen, Sam Raimi y el mago de los
efectos especiales Ray Harryhausen (en las desternillantes escenas de
los doctores), el cantante B. B. King, el cómico Martin Brest, y
hasta el mismísimo Bob Hope, ya muy anciano pero con su chispa de
siempre, que asoma la cabeza apenas un instante en una tienda de
campaña.
AMBIENTACIÓN
HISTÓRICA
Pese
a ser una comedia de entretenimiento, Espías
como nosotros
refleja el ambiente de permanente desconfianza que viven en los
primeros ochenta las denominadas entonces “dos superpotencias”,
Estados Unidos y la URSS, con sus ejércitos en una descontrolada
escalada nuclear que llevaba inexorablemente a lo que se denominó
“destrucción mutua asegurada” (Siglas en ingles MAD, “loco”;
los americanos desplegando en Europa Occidental sus misiles Persing
y Cruise y
los rusos
copando sus bosques con las plataformas móviles de SS-20),
y los dos con el espionaje como principal arma para obtener
información del otro. Una inestabilidad acrecentada si cabe por la
agresiva política exterior llevada a cabo por la administración
Reagan (que también trata de utilizar el cine como herramienta de
propaganda política contra el enemigo comunista), y que coincide con
los breves y sucesivos liderazgos en Moscú hasta la llegada de
Gorbachov (un pacifista convencido que acabará arrastrando al viejo
“cowboy” americano a la mesa de desarme, algo que se anticipa
también en el gag final de la película en el que los dos países
negocian ya la paz).
ESCENAS
HILARANTES
Desde
el principio, la película es una sucesión de escenas a cual más
divertida, desde el comienzo, cuando Fritz-Hume está haciendo que
estudia en plena oficina mientras ve en su pantalla una vieja
película de Ronald Reagan.
Muy
poco después, la graciosísima secuencia del examen, en la que Chevy
Chase saca a pasear todo su arsenal de humor físico y chusco, desde
la flatulencia a las caídas, pasando por sus incontables gadgets,
trucos y chuletas
para copiar, implicando casi sin querer a su “nuevo amigo”
Aykroid.
Rápidamente
y de forma sorpresiva, ambos son ascendidos a espías de “nivel 10”
y enviados a un campamento para entrenarse en el que su
comportamiento es tronchantemente desastroso. Aun así, son enviados
a Oriente Medio, donde se hacen pasar por eminentes doctores en dos
escenas memorables (la del saludo, “doctor, doctor”, y la de la
operación “a vida o muerte”). De allí pasan a la frontera
soviética por las heladas montañas y, para no ser descubiertos,
improvisan un destartalado escenario con luces en plena nieve para
hacerse pasar por extraterrestres en la secuencia más famosa del
film.
Al
final acabarán en un pequeño campamento militar ruso que custodia
un misil nuclear donde descubren que se su misión es un señuelo,
ideado por un general americano para desatar la guerra total.
En
esta parte, aunque también con una buena dosis de humor, se muestra
a los rusos como personas de carne y hueso, no tan distintos de
nosotros, y no como en otros filmes de la época en los que aparecen
retratados siempre como pérfidos monstruos sin alma. Al final todos
tienen los mismos anhelos de paz, amor y fraternidad, y colaboran
para reprogramar y anular la secuencia de lanzamientos y juntos
salvar el mundo.
CONCLUSIÓN
Más
en la línea comercial de “Que vienen los rusos” de 1966, que en
la sátira mordaz de la excelente “¿Teléfono rojo? Volamos hacia
Moscú” (Stanley Kubrick, 1964), Espías
como nosotros
es una más de las comedias ochenteras de Aykroid y su grupo de
amigos humoristas como El
pelotón chiflado
o Cazafantasmas.
Esta vez con el telón de fondo de la Guerra Fría.
Por
VICTOR SANCHEZ GONZALEZ
No hay comentarios:
Publicar un comentario