Presentación

Amantes de mundos fantásticos, bisoños aventureros en busca de tesoros, criaturas de la noche, princesas estudiantiles y fanáticos de cachas de postín, ¡sed bienvenidos!. Invitados quedáis a rebuscar en nuestra colección de VHS, acomodar vuestras posaderas en una mullida butaca, darle al play, y disfrutar de lo bueno, lo malo y lo peor que dieron estas décadas.

ADVERTENCIA: Aquí no se escribe crítica cinematográfica (ni se pretende). Las reseñas son altamente subjetivas y el único objetivo es aprender y disfrutar del cine y, por supuesto, de vosotros.

Star Trek V, la última frontera (Star Trek the final frontier, William Shatner, 1989)



“El espacio, la última frontera…”                   
Ochenters, llega el turno para el quinto episodio del ciclo ochentero de Star Trek: La última frontera, dirigida por William Shatner y con el reparto habitual de la serie: Kirk y Spock (Shatner y Leonard Nimoy), el doctor McCoy (DeForest Kelley), Uhura (Michelle Nichols), “Scotty” (Jimmy Doohan), Chejov (Walter Koenig) y Sulu (George Takey).

LOS RECORTES DE LA PARAMOUNT

         Pese a que, película tras película, la franquicia Star Trek se había consolidado en los ochenta como una marca de éxito, Paramount seguía recortando presupuesto con cada nuevo film. En La ira de Khan, de 1982, lo que debía haber sido un espectacular duelo entre Khan y Kirk con látigos de fuego se quedó en un enfrentamiento dialéctico a distancia, “en pantalla”, que ni siquiera rodaron juntos (las escenas de Ricardo Montalban se rodaron un semana antes del rodaje principal). Para En busca de Spok, se recurrió al maquillaje y a decorados de cartón piedra, y solo el renacimiento del Sr. Spock, un recurso argumental, salvaba los muebles. En la siguiente, Misión salvar la Tierra, Leonard Nimoy, de nuevo ejerciendo como director, decidió dar un giro, introducir el humor, la aventura romántica, y situar la acción en la actualidad de entonces, en los ochenta, rodando en exteriores reales de las calles de San Francisco, para así sortear con una buena historia los continuos tijeretazos, y reventar los cines con el capítulo más taquillero.

BILL, ¿POR QUÈ NO LA DIRIGES TÚ?
         Tras dirigir dos películas de la serie, Leonard Nimoy se había revelado como un excelente director, y ya manejaba hacerse cargo de proyectos fuera de la órbita de Star Trek, recordemos que dirigió taquillazos como Tres hombres y un bebe. Por ello, fue él quien le propuso a su amigo William Shatner dirigir la siguiente entrega, algo que Shatner deseaba desde hacía tiempo, y lo defendieron juntos ante Paramount.
Star Trek, “la franquicia” como la denominaban los gerifaltes de Paramount,  tenía entonces el viento a favor, y el presidente de la compañía, Frank Mancuso, dio su visto bueno. Shatner contaría además con el productor de las últimas entregas, Harvey Bennett, pero no con la ayuda para el guión de Nick Meyer, embarcado entonces en otro proyecto, lo que hizo que la historia se resintiera desde un primer momento. Además, para esta entrega se había pensado en un argumento mucho más plúmbeo que la ligera y divertida Misión salvar la Tierra, que todavía daba réditos de taquilla. 

EL ARGUMENTO Y EL RODAJE
En La última frontera, un vulcaniano renegado, convertido en líder mesiánico desquiciado, se hacía con el Enterprise para ir en busca de la deidad suprema del universo. Era un argumento ya barajado por Gene Roddenberry para Star Trek, la película, y que entonces fue descartado. Cuando se recuperó la trama para La última frontera,  ya con Roddenberry tan solo en el papel de asesor creativo, éste considero incluso que se la idea se le había escamoteado.
Desde el primer momento, Paramount encargó a Bennett que aligerara la historia y Shatner como director lo aceptó, aunque poco después se arrepentiría.   Un guión endeble, unido a un reparto flojo de estrellas (solo los de siempre y un desconocido villano, Sybock, para el que se había pensado en Sean Connery, pero que acabó siento interpretado por el desconocido Lawrence Luckinbill), y los continuos recortes de presupuesto, lastraron fatalmente el film.

La última versión del guión, que incluía una sucesión de aventuras trepidantes y suavizaba la supuesta deidad universal como un alienígena poderoso (algo que resultaría menos polémico a ojos de la productora), quedó aún más aguada cuando los chupatintas de la Paramount hicieron cuentas y empezaron a poner pegas.
William Shatner relata en sus memorias con un punto de amargura como había planificado un espectacular clímax al final de la película con una lucha de espectros voladores enviados al combate por ese ser supremo, que fueron descartados de inmediato. Tampoco se aceptaron unas menos costosas gárgolas, y al final se optó por unos aceptables gigantes de piedra, que al principio iban a ser seis, luego se dejaron en tres y, a la hora de rodar, uno solo, que ni siquiera funcionó, y tuvo que ser sustituido a toda prisa por unas luces de recurso con efectos de sonido que es lo que aparece al final en la película.
Tampoco se libró de los recortes el comienzo del film, que Shatner había proyectado como una escena épica y grandiosa, al estilo Lawrence de Arabia, con cientos de caballos (no podían faltar ya que William Shatner adora estos animales), avanzando por el desierto hacia Paradise City, y que se tuvo que maquillarse con polvo y tomas desde cerca.
Y por si faltaba poco, toda la planificación y ejecución de los efectos especiales de la película también se tuvieron que modificar porque la prestigiosa ILM, la empresa de Lucasfilm con la que se operaba habitualmente, tenía a sus mejores técnicos trabajando en la siguiente entrega de Indiana Jones y al “equipo B” en Cazafantasmas II.

LAS ESCENAS EN JOSEMITE
         Es quizás la parte más espectacular de la película, rodada  en el escenario natural de belleza incomparable del Parque Nacional californiano.
         Allí sucede una de las secuencias más bonitas de la película, cuando el bueno de Spock, enfundado en unas botas autopropulsadas, va a buscar a su amigo Kirk a las montañas donde hace escalada libre.
         Para el rodaje se hizo una réplica en fibra de vidrio de la ladera rocosa de la montaña con asas de seguridad ocultas. Pese a que Kirk parece estar casi en la cima de El Capitán, los actores nunca estuvieron a más de tres metros del suelo.
         Para el espectacular vuelo de Spock se realizó una réplica de plástico de sus piernas y su torso, y el actor se metía dentro. Ese artefacto iba fijado por un tubo a la falsa montaña y permitía que subiera, bajara, o se pusiera boca abajo.
         Se utilizó un recurso parecido en la escena en que Spock alza a Kirk y McCoy en el turbopropulsor del Enterprise, esta vez con ayuda de cables e incluso maniquíes caracterizados como los personajes.
         Sin embargo, la última escena de la película, en la que los tres amigos departen a la luz del fuego entre los árboles, no se rodó en Josemite. William Shatner, consciente de su importancia, la dejó para el final y se recreó en los estudios de la Paramount. En ella, los actores improvisan, sonríen y se hacen bromas como viejos camaradas. Se les ve naturales, a gusto. Es el contrapunto al decepcionante desarrollo del film, y aparece como un digno epílogo a lo que podría haber sido el final de la serie original de películas. Sin embargo, aún hubo un último film, llamado Aquel país desconocido, en 1991.


CONCLUSIÓN
         En 1989, habían pasado diez años desde el debut de Star Trek en los cines. Los protagonistas estaban entrados en años y en kilos. Star Trek la nueva generación hacía furor en televisión, y daba la impresión que Paramount había dejado languidecer su franquicia original y tan solo seguía por inercia. William Shatner se lamenta en sus memorias que la película que él dirigió se considere incluso la peor de la serie, y la verdad es que lo es junto con Aquel país desconocido, pero tanto sus compañeros como los fans sabemos que hizo lo que pudo frente a tantas adversidades. Un hurra por nuestros héroes. Larga Vida y prosperidad.

Por VICTOR SANCHEZ GONZALEZ




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