“El
espacio, la última frontera…”
Ochenters,
llega el turno para el quinto episodio del ciclo ochentero de Star Trek: La última frontera, dirigida por William Shatner y con el reparto
habitual de la serie: Kirk y Spock (Shatner y Leonard Nimoy), el doctor McCoy
(DeForest Kelley), Uhura (Michelle Nichols), “Scotty” (Jimmy Doohan), Chejov
(Walter Koenig) y Sulu (George Takey).
LOS
RECORTES DE LA PARAMOUNT
Pese a que, película tras película, la
franquicia Star Trek se había
consolidado en los ochenta como una marca de éxito, Paramount seguía recortando
presupuesto con cada nuevo film. En La
ira de Khan, de 1982, lo que debía haber sido un espectacular duelo entre
Khan y Kirk con látigos de fuego se quedó en un enfrentamiento dialéctico a
distancia, “en pantalla”, que ni siquiera rodaron juntos (las escenas de
Ricardo Montalban se rodaron un semana antes del rodaje principal). Para En busca de Spok, se recurrió al
maquillaje y a decorados de cartón piedra, y solo el renacimiento del Sr.
Spock, un recurso argumental, salvaba los muebles. En la siguiente, Misión salvar la Tierra, Leonard Nimoy,
de nuevo ejerciendo como director, decidió dar un giro, introducir el humor, la
aventura romántica, y situar la acción en la actualidad de entonces, en los
ochenta, rodando en exteriores reales de las calles de San Francisco, para así
sortear con una buena historia los continuos tijeretazos, y reventar los cines
con el capítulo más taquillero.
BILL,
¿POR QUÈ NO LA DIRIGES TÚ?
Tras dirigir dos películas de la serie,
Leonard Nimoy se había revelado como un excelente director, y ya manejaba
hacerse cargo de proyectos fuera de la órbita de Star Trek, recordemos que dirigió taquillazos como Tres hombres y un bebe. Por ello, fue él
quien le propuso a su amigo William Shatner dirigir la siguiente entrega, algo
que Shatner deseaba desde hacía tiempo, y lo defendieron juntos ante Paramount.
Star Trek, “la
franquicia” como la denominaban los gerifaltes de Paramount, tenía entonces el viento a favor, y el
presidente de la compañía, Frank Mancuso, dio su visto bueno. Shatner contaría
además con el productor de las últimas entregas, Harvey Bennett, pero no con la
ayuda para el guión de Nick Meyer, embarcado entonces en otro proyecto, lo que
hizo que la historia se resintiera desde un primer momento. Además, para esta
entrega se había pensado en un argumento mucho más plúmbeo que la ligera y
divertida Misión salvar la Tierra,
que todavía daba réditos de taquilla.
EL
ARGUMENTO Y EL RODAJE
En
La última frontera, un vulcaniano
renegado, convertido en líder mesiánico desquiciado, se hacía con el Enterprise para ir en busca de la deidad
suprema del universo. Era un argumento ya barajado por Gene Roddenberry para Star Trek, la película, y que entonces
fue descartado. Cuando se recuperó la trama para La última frontera, ya con
Roddenberry tan solo en el papel de asesor creativo, éste considero incluso que
se la idea se le había escamoteado.
Desde
el primer momento, Paramount encargó a Bennett que aligerara la historia y
Shatner como director lo aceptó, aunque poco después se arrepentiría. Un
guión endeble, unido a un reparto flojo de estrellas (solo los de siempre y un
desconocido villano, Sybock, para el que se había pensado en Sean Connery, pero
que acabó siento interpretado por el desconocido Lawrence Luckinbill), y los
continuos recortes de presupuesto, lastraron fatalmente el film.
La
última versión del guión, que incluía una sucesión de aventuras trepidantes y
suavizaba la supuesta deidad universal como un alienígena poderoso (algo que
resultaría menos polémico a ojos de la productora), quedó aún más aguada cuando
los chupatintas de la Paramount hicieron cuentas y empezaron a poner pegas.
William
Shatner relata en sus memorias con un punto de amargura como había planificado
un espectacular clímax al final de la película con una lucha de espectros
voladores enviados al combate por ese ser supremo, que fueron descartados de
inmediato. Tampoco se aceptaron unas menos costosas gárgolas, y al final se
optó por unos aceptables gigantes de piedra, que al principio iban a ser seis,
luego se dejaron en tres y, a la hora de rodar, uno solo, que ni siquiera
funcionó, y tuvo que ser sustituido a toda prisa por unas luces de recurso con
efectos de sonido que es lo que aparece al final en la película.
Tampoco
se libró de los recortes el comienzo del film, que Shatner había proyectado
como una escena épica y grandiosa, al estilo Lawrence de Arabia, con cientos de caballos (no podían faltar ya
que William Shatner adora estos animales), avanzando por el desierto hacia
Paradise City, y que se tuvo que maquillarse con polvo y tomas desde cerca.
Y
por si faltaba poco, toda la planificación y ejecución de los efectos
especiales de la película también se tuvieron que modificar porque la
prestigiosa ILM, la empresa de Lucasfilm con la que se operaba habitualmente,
tenía a sus mejores técnicos trabajando en la siguiente entrega de Indiana
Jones y al “equipo B” en Cazafantasmas II.
LAS
ESCENAS EN JOSEMITE
Es quizás la parte más espectacular de
la película, rodada en el escenario
natural de belleza incomparable del Parque Nacional californiano.
Allí sucede una de las secuencias más bonitas
de la película, cuando el bueno de Spock, enfundado en unas botas
autopropulsadas, va a buscar a su amigo Kirk a las montañas donde hace escalada
libre.
Para el rodaje se hizo una réplica en
fibra de vidrio de la ladera rocosa de la montaña con asas de seguridad
ocultas. Pese a que Kirk parece estar casi en la cima de El Capitán, los actores nunca estuvieron a más de tres metros del
suelo.
Para el espectacular vuelo de Spock se
realizó una réplica de plástico de sus piernas y su torso, y el actor se metía
dentro. Ese artefacto iba fijado por un tubo a la falsa montaña y permitía que
subiera, bajara, o se pusiera boca abajo.
Se utilizó un recurso parecido en la
escena en que Spock alza a Kirk y McCoy en el turbopropulsor del Enterprise, esta vez con ayuda de cables
e incluso maniquíes caracterizados como los personajes.
Sin embargo, la última escena de la
película, en la que los tres amigos departen a la luz del fuego entre los
árboles, no se rodó en Josemite. William Shatner, consciente de su importancia,
la dejó para el final y se recreó en los estudios de la Paramount. En ella, los
actores improvisan, sonríen y se hacen bromas como viejos camaradas. Se les ve
naturales, a gusto. Es el contrapunto al decepcionante desarrollo del film, y
aparece como un digno epílogo a lo que podría haber sido el final de la serie
original de películas. Sin embargo, aún hubo un último film, llamado Aquel país desconocido, en 1991.
CONCLUSIÓN
En 1989, habían pasado diez años desde
el debut de Star Trek en los cines. Los
protagonistas estaban entrados en años y en kilos. Star Trek la nueva generación hacía furor en televisión, y daba la
impresión que Paramount había dejado languidecer su franquicia original y tan
solo seguía por inercia. William Shatner se lamenta en sus memorias que la
película que él dirigió se considere incluso la peor de la serie, y la verdad
es que lo es junto con Aquel país
desconocido, pero tanto sus compañeros como los fans sabemos que hizo lo que
pudo frente a tantas adversidades. Un hurra por nuestros héroes. Larga Vida y
prosperidad.
Por
VICTOR SANCHEZ GONZALEZ
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