Por
Víctor Sánchez González
Panorama
para matar
(View
to a Kill,
1985) es la decimocuarta película de la serie Bond y la última en
la que aparece Roger Moore encarnado al mítico superespía británico
salido de la pluma de Ian Fleming. Fue producida una vez más por
Albert R. Broccoli y dirigida por John Glen.
Después
de las extremadamente flojas Sólo
para sus ojos
(1981) y Octopussy (1983), Panorama
para matar
es una película muy digna y un buen colofón a la carrera de Moore
como 007. Tiene un guion solvente, buenos secundarios, algunas
escenas de acción memorables (pese a que el protagonista está ya
para pocos trotes), y una banda sonora que ha pasado a los anales de
la historia por el tema View
to a kill
de Durán Durán.
Una
vez más, los productores repiten el formato que ha permitido
mantener a flote y con éxito el personaje durante la década de los
ochenta: Un villano de postín, un rival físico para Bond al estilo
Tiburón
(En este caso una mujer poderosa llamada May Day), un romance para el
protagonista, acción y escenarios exóticos, en esta película la
Torre Eiffel de París y el Golden Gate de San Francisco.
EL
REPARTO
Si
en Sólo
para sus ojos
y Octopussy, nuestro querido Roger Moore daba muestras de cansancio,
en Panorama
para matar
pide el cambio desde el primer minuto. Ya es imposible ocultar los
signos de la edad en su cara o sus manos, su estatismo y su falta de
forma física lastran la dinámica de la película, pero no obstante,
mantiene su natural buen porte y sentido del humor, al que tiene que
recurrir de forma constante para suplir su falta de vigor físico.
La
“chica bond” (ya sabéis que no me gusta utilizar este término
por sus connotaciones machistas, pero es el nombre que reciben las
partenaires
femeninas del personaje), es en este caso la rutilante Tanya Roberts,
una actriz de excepcional belleza que, tras aparecer en 1980 en la
última temporada de la serie Los
ángeles de Charlie,
alcanzó la fama con el film de espada y brujería El
señor de las bestias (1982),
convirtiéndose para siempre en un icono del género fantástico.
Pese
a que la diferencia de edad es evidente, su relación resulta creíble
porque Roberts, que interpreta a la geóloga Stacey Sutton, con su
sonrisa y sus ojos de color verde intenso, consigue llenar la
pantalla y remontarle a Moore todas las escenas en las que salen
juntos. Es la auténtica estrella de la película.
Para
el personaje de villano el escogido es Christopher Walken, que lo
borda como el megalómano magnate de los microchips Max Zorin, que
planea destruir medio estado de California con una gran explosión al
estilo Lex Luthor, pero esta vez para borrar del mapa Silicon Valley
y así monopolizar el mercado de la informática. Al igual que ocurre
con Tanya Roberts, la diferencia de edad entre Moore y Walken se hace
evidente cuando están juntos.
Como
hemos señalado al principio, se busca a Bond un rival físico al
estilo Tiburón
que en este caso es la modelo, actriz y cantante jamaicana Grace
Jones, una mujer alta y fibrosa, con una imagen original y
vanguardista que da un toque de modernidad ochentera a la película.
Su papel es May Day, ayudante del villano que habla poco y actúa con
contundencia pero que al final se pasará al lado de Bond y le
ayudará a desactivar las toneladas de explosivo TNT que Zorin ha
enterrado en una vieja mina para volar todo el valle.
Acompañan
al elenco los habituales del
universo Bond de la época: Lois Maxwell como Moneypenny, Desmond
Lewelyn como “Q”, el hombre de los gadgets, o Walter Gotell como
el general Gogol, jefe de KGB. Mención especial merece la aparición
de Patrick
Macnee, conocido por la serie de los sesenta Los
vengadores,
que aparece ya veterano como Sir Godfrey Tibbett, que acompaña a
Bond en sus pesquisas en la mansión de Zorin de las afueras de
París, en la tediosa mitad de la película.
LAS
MEJORES ESCENAS
Tanto
por su espectacularidad, como por haber sido inmortalizada en el
videoclip de Durán Durán, la escena más recordada de la película
es sin duda la persecución en las alturas de la Torre Eiffel entre
Bond y May Day, que comienza en el restaurante con el asesinato de un
informador, continua con una persecución a tiros por las escaleras
de metal de la torre, y termina con el salto al vacío de la malvada
asesina para desplegar un paracaídas negro y caer suavemente a
orillas del Sena.
Para
perseguirla, Bond roba un vehículo utilitario en otra secuencia
memorable: la famosa persecución en el entonces novedoso Renault 11,
que la marca aprovechó para anunciar el modelo en todo el mundo. El
vehículo acaba partido por la mitad después de un espectacular sube
y baja por las calles parisinas.
Otras
escenas impactantes de la película son: La que ocurre bajo tierra,
en la vieja mina saturada de explosivos con inundación incluida, y
la secuencia del enfrentamiento final en un dirigible sobre el Golden
Gate de San Francisco con Bond peleando en las alturas y cayendo
sobre los cables de acero de sostienen el puente colgante.
LA
BANDA SONORA
Es
sin duda el punto fuerte de la película. La canción View
to a kill
de Durán Durán, que fue número uno en las listas pop de todo el
mundo, está tan asociada a 007 como su propia sintonía de John
Barry y Monty Norman o el tema de Goldfinger.
CONCLUSION
Después
del adiós de Roger Moore, inaplazable ya por motivos de edad, los
productores de la serie optaron por despojar al personaje de todo su
glamour, elegancia y sentido del humor, y se empeñaron en
convertirlo en un duro de acción al uso, primero con el fallido
Timothy Dalton, que sólo aguantó dos películas, después con
Pierce Brosnan, el Bond de los noventa, un actor al que el papel le
va como anillo al dedo y con una importante vis cómica pero al que
forzaban a poner una permanente “cara de ajo”, y actualmente con
el incalificable Daniel Craig, una inexpresiva masa de músculos que
ha convertido al personaje en un burdo mamporrero al que ya no le
queda bien ni la pajarita.
Roger,
te echamos de menos.
Por Víctor
Sánchez González
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