Presentación

Amantes de mundos fantásticos, bisoños aventureros en busca de tesoros, criaturas de la noche, princesas estudiantiles y fanáticos de cachas de postín, ¡sed bienvenidos!. Invitados quedáis a rebuscar en nuestra colección de VHS, acomodar vuestras posaderas en una mullida butaca, darle al play, y disfrutar de lo bueno, lo malo y lo peor que dieron estas décadas.

ADVERTENCIA: Aquí no se escribe crítica cinematográfica (ni se pretende). Las reseñas son altamente subjetivas y el único objetivo es aprender y disfrutar del cine y, por supuesto, de vosotros.

El Expreso de Chicago (Silver Streak, Arthur Hiller, 1976)


Ochenters, retrocedemos en nuestro Delorean hasta 1976 para comentar “El expreso de Chicago”, la primera aparición juntos de los genios del humor Gene Wilder y Richard Pryor, bajo la dirección del artesano Arthur Hiller y con banda sonora del legendario Henry Mancini.
  La película es un compendio de géneros: por un lado es una hilarante comedia, también es un thriller de acción con intriga y romance, y cuenta con un espectacular final digno de la mejor película de catástrofes de la época. Un film que, si bien encarna los valores y esencias del cine de los setenta, ya empieza a mostrar lo que va a ser la nueva década en cuanto a la acción y el humor.
 Además cuenta con un excelente reparto encabezado por una espectacular Jill Clayburgh, y los espléndidos secundarios Patrick McGoohan, Ned Beatty, Clifton James, y Richard Kiel, que aparece por primera vez con el aspecto y las maneras del personaje que le haría famoso en las películas de 007, Tiburón.

EL ARGUMENTO Y LOS PROTAGONISTAS
         El protagonista indiscutible de la película es el cómico Gene Wilder, entonces en el cenit de su carrera tras haber sido “El jovencito Frankenstein” en 1974, a las órdenes de su director fetiche Mel Brooks. Wilder es George Caldwell, un anodino editor de aburridos libros de botánica que toma el tren expreso de Los Ángeles a Chicago para acudir a la boda de su hermana.
Por casualidad, conoce a la ocupante de su cabina contigua, la bella Hilly Burns (Jill Clayburgh, que en los setenta fue dos veces nominada a los Óscar), que es la secretaria del eminente profesor Schneider, un historiador de arte experto en Rembrandt que acude a Chicago a promocionar su nuevo libro.
También traba contacto en el bar con un viajante de poca monta, Bob Sweet (que interpreta Ned Beaty, un habitual de la comedia y al que los ochenters recordamos como Otis, el ayudante Lex Luthor en Supermán), que intenta ligar de forma patosa con Hilly y ésta le da calabazas. En cambio, ella sí accede a compartir mesa en el vagón restaurante con George. Los dos beben más de la cuenta y acaban en la cabina de ella. Mientras se besan en la litera, él presencia como un hombre ensangrentado cae boca abajo por fuera de su ventanilla. Hilly está sobre él y no lo ve, y le disuade, pero, a la mañana siguiente, George ve la foto del profesor Schneider en la tapa de su libro, y lo identifica como el tipo que vio caer la noche anterior. Despierta a Hilly, que sigue sin creerle y le pide que lo olvide, pero él decide investigar el asunto por su cuenta.
Lo único que consigue es que un gigante de dientes de metal (Richard Kiel) le arroje del tren. Solo, en medio del desierto, decide seguir la línea férrea hasta encontrar una granja en medio de la nada, donde vive una vieja chiflada que, por suerte, tiene un viejo biplano DeHavilland con el que vuelan haciendo acrobacias y espantando ovejas hasta adelantar al tren, y consigue de nuevo tomarlo en la siguiente estación.
Una vez dentro conoce al villano de la trama, el elegante y refinado Roger Devereau (el habitual “malo” Patrick McGoohan), un magnate sin escrúpulos que quiere hacerse con las cartas manuscritas de Rembrandt (el macGuffin de la película), y no duda en matar para conseguirlas. Junto a él se encuentra Hilly a la que Devereau tiene amenazada.
“Casualmente”, George vuelve a encontrarse en el restaurante con Bob (Ned Beatty), y le acaba contando toda su aventura. Bob resulta ser un agente federal infiltrado que busca a Devereau, y ambos obtienen la prueba que necesitan, pero son descubiertos, Bob muere y George se ve obligado a escapar saltando otra vez del tren.
En esta ocasión, en vez de un tórrido desierto, cae en plena montaña y acaba en un pueblucho donde trata de convencer al típico sheriff paleto (Clifton James), con su historia increíble. Naturalmente, no le cree, y acaba teniendo que huir en un coche patrulla robado, en el que se encuentra a un detenido de color que resulta ser el personaje de Richard Pryor, Grover Muldoone, un raterillo de mala muerte, pero que se las sabe todas, y va a ayudarle el resto de la película. Incluso tiñéndole la cara con betún, y prestándole su estrafalaria cazadora para hacerle parecer un “auténtico hermano negro” (la aparición en pantalla de Pryor a mitad del film es una inyección de vigor que da impulso a la trama). A partir de ahí, disparos, explosiones y un final espectacular con el tren sin control llegando a Chicago a toda velocidad.

REFERENCIAS Y ANÉCDOTAS 
         Como comentamos al principio, se trata de una mezcla entre comedia alocada y thriller de acción con toque de catástrofe; y todo ello dentro del curioso subgénero de las películas de trenes, dado que toda la trama sucede en torno al “Silver Streak”, el expreso que une Los Ángeles con Chicago (cabe decir que la compañía ferroviaria AMTRACK, que cubre la línea en la realidad, decidió no colaborar con el film por el miedo a que el descarrilamiento del final pudiera darle mala imagen, y en el rodaje participaron la Canadian Pacific y la Union Pacific, bajo el nombre ficticio de “AMRoad”).
         Es imposible no ver en muchas escenas referencias a “Con la muerte en los talones” de Alfred Hitchcock, y no solo en las secuencias del tren (la escena romántica sobre todo), también en que el protagonista es un tipo vulgar, un hombre medio, al que las circunstancias convierten en héroe improvisado, al estilo de Cary Grant en la citada película. Incluso los personajes parecen calcados: George Kaplan-George Caldwell, Eve Kendall-Hilly Burns, VanDamme-Devereau… hasta el ayudante del villano, el efectivo y silencioso Leonard (Martin Landau), con Reace, el personaje de Richard Kiel (Por cierto, fue a raíz de esta película, que el productor de 007 Albert Broccoli se fijó en el gigantesco Kiel para el personaje de Tiburón en las siguientes entregas de James Bond, “La espía que me amó” y “Moonraker”).
         Gene Wilder disfrutó tanto con su papel, que hizo él mismo gran parte de las escenas de riesgo, y declaró que se había sentido “como Errol Flinn”. Además, la película también da rienda suelta a los excesos histriónicos tanto de él como de Pryor, que no dudan en recurrir al chiste fácil, y a los tópicos de la América profunda o las diferencias raciales. El dúo Wilder-Pryor protagonizaría comedias taquilleras en la siguiente década como “No me chilles que no te veo”, “Locos de remate” o “No me mientas que te creo”.
         En cuanto al espectacular final, se recreó en dos hangares en los que construyó una maqueta de la estación de Chicago a tamaño real. Durante la filmación la locomotora #4070# sufrió daños que el estudio tuvo que sufragar, y hoy en día se conserva en un almacén de Montreal.

CONCLUSION
         “El expreso de Chicago” fue todo un éxito y recaudó la nada despreciable cifra de 51 millones de dólares en taquilla. El American Film Institute la ha incluido dentro de las 100 mejores comedias de toda la historia. Se adelantó a títulos como “Aterriza como puedas”, “Loca academia de policía” o “El pelotón chiflado”, y podemos ver mucho de ella en la emblemática comedia ochenter “Mejor solo que mal acompañado” (Plains, trains and automobiles, 1987), protagonizada por el dúo John Candy-Steve Martin.

Por VICTOR SANCHEZ GONZALEZ

Trailer de la película


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