Ochenters, vamos a comentar una
pequeña joya del principio de la década, que mezcla fantasía y ciencia ficción
con cine bélico-histórico, y todo ello en medio de una paradoja
espaciotemporal. Hablamos de “El final de la cuenta atrás”, de 1980, dirigida
por Don Taylor, y producida y protagonizada por Kirk Douglas, junto a estrellas
del momento como Katherine Ross, Martin Sheen, James Farentino o Charles
Durning.
EL ARGUMENTO Y LOS PERSONAJES
“El
final de la cuenta atrás” se ambienta en el momento presente, primavera de 1980.
El superportaaviones “USS Nimitz” parte de su base en Pear Habour, Hawaii,
junto con su grupo de navíos de escolta, al mando del veterano capitán Matthew
Yelland (un espléndido, como siempre, Kirk Douglas, que combina la seriedad y
el rigor de un capitán de barco, con su habitual campechanía y sentido del
humor).
Todo es como en cualquier otra
misión rutinaria salvo que a bordo viaja un observador civil enviado por el
gobierno, Warren Lasky (interpretado por Martin Sheen, entonces en la cima de
su carrera tras haber protagonizado “Malas tierras” y “Apocalipse Now”). A
Lasky le asignan un camarote contiguo al del comandante Dick Owens (el
televisivo James Farentino, al que recordamos por la serie “El Trueno Azul”),
piloto de combate e historiador de guerra obsesionado con el ataque a Pearl Harbour de junio de 1941, del
que almacena abundante documentación.
Cuando la flotilla se encuentra
en alta mar, el meteorólogo del barco, al que el capitán apoda de forma jocosa “Nube
Negra”, advierte de una rápida, violenta e inesperada tormenta que se dirige
directamente hacia ellos. Sin tiempo casi para reaccionar, Yelland ordena al
resto de la flota que se aleje de la tormenta, mientras el portaaviones, más
pesado y difícil de maniobrar, mantiene proa a la misma para enfrentarla. La
tormenta es un fenómeno extraño, un gigantesco vórtice de color azul verdoso
que engulle al navío en medio de un ruido infernal.
Cuando termina, el día vuelve a
ser soleado y con el mar en calma. Como no hay señales de la flotilla, el
capitán ordena salir a los aviones en su búsqueda. En la patrulla, dos
cazabombarderos F-14 Tomcat, informan por radio de un encuentro inesperado: una
pareja de aviones de otra época, en concreto del modelo Mitsubishi A6M, apodado
“Zero”, el emblemático caza japonés de la Segunda Guerra Mundial, “y parecen
nuevecitos”, comenta el piloto sorprendido, “con todos los emblemas e insignias”.
Los Tomcats reciben la orden de
seguir a los cazas, que, al avistar un yate de recreo con bandera
estadounidense, le atacan para hundirlo. Sorprendidos, los pilotos piden
permiso para interceptar a los cazas japoneses, y los abaten sin dificultad.
Uno explota completamente, pero del segundo consigue salvarse el piloto. Los
helicópteros de rescate del portaaviones van a buscarlo, y también a los
supervivientes del barco.
Del yate consiguen salvar a un
hombre de mediana edad, una mujer joven y un perro, que rescata el comandante
Owens lanzándose al agua. El hombre se identifica como el Senador Samuel
Chapman (Carles Durning, en uno de sus clásicos roles secundarios), al que
acompaña su secretaria Laurel Scott (la estrella de los setenta Katharine Ross,
a la que antes vimos en “Dos hombres y un destino” o “El viaje de los malditos”,
y que, casi de inmediato se va a convertir en el interés amoroso del personaje
de James Farentino).
Ambos náufragos se muestran
sorprendidos por lo que ven y escuchan al ser rescatados. “¿Qué tipo de aparato
es este?”, pregunta Chapman cuando le suben al helicóptero, “¿Cómo un
portaaviones va a llevar el nombre de un almirante en activo?”. Por su parte,
el piloto japonés (interpretado por Soon-Tek Oh), perfectamente pertrechado, se
niega a hablar y es tratado como un prisionero, tanto que incluso intenta
escapar tomando a Laurel como rehén y termina abatido.
Tras evaluar la situación, el
capitán Yelland hace un aparte con Lasky, Owens, y otros oficiales, y llegan a
una misma conclusión: por alguna razón desconocida, la extraña tormenta ha
trasladado al portaaviones al pasado en el tiempo, en concreto a la víspera del
6 de diciembre de 1941, del ataque japonés a Pearl Harbour, que desencadenaría
la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Para confirmarlo, un
avión de reconocimiento localiza a la flota japonesa, que coincide con la que
el comandante Owens guarda en su archivo.
Ante esta situación, el capitán
se encuentra ante un dilema, una disyuntiva: destruir la formidable flota
japonesa y sus cientos de aviones (algo factible con la capacidad de un solo
portaaviones moderno y su potente y sofisticado armamento), lo que salvaría
miles de vidas, pero cambiaría para siempre la historia, o permanecer quieto
sin hacer nada y dejar que los acontecimientos sigan su curso sin intervenir
para no modificarlos. Todo un dilema y una paradoja espaciotemporal.
LOS AVIONES COMO PROTAGONISTAS
La
película contó con el apoyo total de la marina estadounidense, que cedió para
el rodaje el propio portaaviones Nimitz, y los escenarios originales de las
bases de Pearl Harbour o Norfolk.
En la película se mostraron casi
por primera vez en acción los recién estrenados cazabombarderos estrella de la
NAVY, los por entonces modernos y futuristas F-14 Tomcat (en ese aspecto se
adelantó a títulos icónicos de los 80 como “Top Gun”). Estos cazas eran la “joya de la
corona” del ala embarcada de Estados Unidos, y lo fueron hasta la llegada de los F-18
Hornet una década después.
Los aviones aparecen despegando,
repostando en vuelo, y, por supuesto, en combate, aunque fuera contra aviones
de época. Por cierto, los Zero japoneses que se utilizaron para la película son
las mismas réplicas construidas para el clásico de 1971 “Tora, Tora Tora”, la
película histórica sobre el ataque a Pearl Harbour que hicieron a medias EE.
UU. y Japón y que dirigieron Richard Fleischer, Kinji Fukasaku y Toshio Masuda.
También
se muestran el resto de aeronaves del portaaviones, los cazas RF-8 Crusader,
los bombarderos ligeros A-6 Intruder, el avión de reconocimiento E-2 Hawkeye, o
el helicóptero de rescate Sea King.
UBICACIÓN DENTRO DEL CINE DE VIAJES EN EL TIEMPO
Aparte
del componente de aventura bélica, la película se sitúa dentro del cine de
ciencia ficción, subgénero viajes en el tiempo, deudora de los clásicos de la
literatura del siglo XIX y XX, en especial de la novela de H. G. Wells “La
máquina del tiempo”, y su deliciosa versión cinematográfica de 1960, dirigida
por George Pal, y protagonizada por Rod Taylor e Yvette Mimieux, que aquí se
tituló “El tiempo en sus manos”.
Al
contrario que en ella, y que en la mayoría de títulos (el ejemplo más claro es su
emblemática versión ochenter “Regreso al
futuro” o “Terminator”), en este caso el viaje en el tiempo no se produce de
forma consciente y deliberada gracias a un ingenio inventado por el hombre, ya
sea “máquina” o Delorean, sino por un acontecimiento ajeno y aleatorio, un
fenómeno atmosférico, incluso cósmico, un vórtice temporal, un “agujero de
gusano”, que lo acercaría más a títulos como “2001, una odisea en el espacio” o
la posterior “Stargate” (aunque, en este caso, sin que los viajeros tengan
control alguno sobre su destino).
CONCLUSIÓN
“El final de la cuenta atrás”
fue la última película de Bryna, la productora de Kirk Douglas, que ya por
entonces era todo un veterano con más de cuatro décadas delante de las cámaras,
y aún seguiría sobre el escenario dos décadas más. De hecho aún tenemos la
suerte de contar con él, ya superados los cien años de edad.
El film tuvo una buena acogida
tanto de crítica como de público, y hoy es un pequeño clásico, tanto del cine
bélico y de aventuras como del de ciencia ficción. Para los que la vimos en el
cine de estreno, es un gusto revisionarla siempre que la reponen en televisión.
Tiene ritmo, un buen argumento y una fotografía espectacular tanto de paisajes
como de escenas aéreas y de acción.
Por Víctor Sánchez González
1 comentario:
Magnífica película de mi juventud que acabo de volver a ver. Me trae muy buenos recuerdos. Lo mejor las escenas en el aire. Lo peor las caracterizaciones del final. Pero una magnífica película sin duda.
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