Presentación

Amantes de mundos fantásticos, bisoños aventureros en busca de tesoros, criaturas de la noche, princesas estudiantiles y fanáticos de cachas de postín, ¡sed bienvenidos!. Invitados quedáis a rebuscar en nuestra colección de VHS, acomodar vuestras posaderas en una mullida butaca, darle al play, y disfrutar de lo bueno, lo malo y lo peor que dieron estas décadas.

ADVERTENCIA: Aquí no se escribe crítica cinematográfica (ni se pretende). Las reseñas son altamente subjetivas y el único objetivo es aprender y disfrutar del cine y, por supuesto, de vosotros.

“En busca del arca perdida” (Raiders of the lost ark, Los cazadores del arca perdida, Steven Spielberg, 1981)


    Ochenters, tenemos el honor de comentar uno de los grandes hitos del séptimo arte de los años 80, el clásico de aventuras “En busca del arca perdida” (Raiders of the lost ark, Los cazadores del arca perdida, Steven Spielberg, 1981), producida por George Lucas, dirigida por Steven Spielberg, y protagonizada Harrison Ford, Karen Allen, Paul Freeman, John Rhys-Davies y Denholm Elliott. Convertida en icono, y tras su éxito arrollador, daría paso a una serie de películas que seguiría con “Indiana Jones y el templo maldito”, que reseñaremos también.

ANTECEDENTES DE LA HISTORIA
        
         Aunque en los títulos de crédito veamos en primer lugar al maestro Steven Spielberg, todo el mérito de la idea y la puesta en marcha del proyecto se lo debemos al genio y la visión del gran George Lucas. El propio Spielberg lo confiesa en cada entrevista: “todo el mérito es de George”, dice, “a mí solo me eligió para dirigirla”.
         Y es que fue así: tras el éxito arrollador de la saga Star Wars, y con todavía el capítulo final sin estrenar, el creador cinematográfico George Lucas ya estaba pensando en una nueva historia de aventuras, aunque esta vez no la ambientaría en “Una galaxia muy, muy lejana”, sino más cerca, en exóticos parajes de nuestro planeta, y tampoco en un contexto de fantasía futurista, sino en la reciente historia del siglo XX, en concreto en el contexto de los años previos a la Segunda Guerra Mundial, caracterizados por las ansias expansionistas de la Alemania Nazi ante el estupor y la pasividad de la Sociedad de Naciones, que le permitió anexionarse Austria y los Sudetes, apoyar a la Italia de Musolini, o participar en la Guerra de España apoyando a los sublevados para instaurar un régimen fascista.

         Si para Star Wars, Lucas se inspiró en comics, y viejas películas de viajes espaciales, en especial en el Flash Gordon de Alex Raymond, para esta nueva película prefirió inspirarse en el modelo clásico de aventuras de los años cincuenta, y los seriales de bajo presupuesto de la productora Republic, que veía de pequeño.
         Rápidamente, se puso a escribir una historia de acción, humor y aventura, protagonizada por un intrépido arqueólogo, que busca por todo el mundo reliquias de gran valor. En un principio, llamó a este personaje Indiana Smith. El apelativo Indiana hacía referencia, no tanto al estado de la Unión que lleva ese nombre, sino a un perro que Lucas tuvo en su infancia, y por el que guardaba un gran cariño y recuerdo.
         Como es sabido, tras la crisis de stress que sufrió tras el rodaje de La guerra de las galaxias (que hizo que su por entonces esposa Marcia Lucas completara el montaje de la película casi en solitario), George Lucas era reticente a seguir dirigiendo sus films porque los médicos le tenían amenazado con un posible ataque cardíaco (de hecho, El imperio contraataca, la había dirigido uno de sus profesores de la Escuela de Cine, Irvin Kershner, con él como productor ejecutivo). Por ello, debía buscar un director solvente y de su absoluta confianza para dirigir este nuevo proyecto.
         Inmediatamente, pensó en su amigo Steven Spielberg, el único que había creído en La Guerra de las Galaxias cuando, antes del estreno, en su casa de las afueras de San Francisco, mostró un premontaje del film a un selecto grupo de nuevos cineastas de su círculo, entre los que estaban, entre otros, Brian de Palma, Martin Scorsese o su mentor, Francis Ford Coppola.

         Sin embargo, la cosa no iba a ser fácil; Spielberg acababa de estrenar con éxito arrollador Encuentros en la tercera fase, y ya planeaba otros proyectos. Lucas no sabía si quiera si podría proponérselo, cuando, casualmente, ambos se encontraron de vacaciones en Maui, y Spielberg le comentó que estaría interesado en dirigir alguna película de James Bond. Animado por esta confesión, Lucas le dijo: “Yo tengo un personaje mejor que James Bond”, y entonces le habló de su proyecto. Se pusieron de acuerdo enseguida, solo con una salvedad; a Spielberg no le convencía el apellido “Smith”. “¿Qué te parece Jones?”, le respondió Lucas. Y así se quedó.
Aunque la historia ya estaba clara desde un principio, y tanto Lucas como Spielberg la perfilaron a medias, para la redacción del guión recurrieron a todo un profesional de su círculo, el reputado Lawrence Kasdan, convertido en otro de los pilares de la trama y los personajes. Y a ellos se unió el equipo de efectos especiales “marca de la casa”, con la ILM de Lucasfilm al frente,  y el responsable de la banda sonora sería, como no, el habitual de ambos directores, el superlativo John Williams, que compondría una partitura épica y romántica a la altura, que se ha convertido en todo un clásico, y la gran familia ochenter puede tararear de memoria.
Y para producir la película, George Lucas se guardaba una pequeña venganza con la XX Century Fox: dolido aún por el despido de Alan Ladd Jr., que tanto le apoyó en La guerra de las galaxias, y enfadado por la cicatería presupuestaria del estudio para El imperio contraataca, que le obligó a pedir un crédito él mismo para financiarla, Lucas les dio con la puerta en las narices para este nuevo proyecto, y se lo ofreció a Paramount, estudio caracterizado por su apuesta desde siempre por el cine de aventuras.

LA ELECCIÓN DEL PROTAGONISTA

Contrariamente a lo que se pudiera pensar, Harrison Ford no era la primera opción para el personaje de Indiana Jones. El hombre en quien primero pensaron Lucas y Spielberg fue en Tom Selleck, y, hay que reconocer que el personaje le cuadraba por completo: era alto, apuesto, fornido, con sex apeal y sentido del humor. Ideal para el papel. Así que ambos se fueron a por él como el Séptimo de Caballería. Sin embargo, se chocaron contra un muro. Por entonces, Selleck era la estrella de una serie de televisión de gran éxito, Magnum P. I., y tanto Universal Televisión como CBS se negaron en redondo a “cederles” al actor, que ya estaba decidido a embarcarse en el nuevo proyecto. Tan es así que incluso esgrimieron su contrato para impedirlo por completo, algo que al propio Tom Selleck, aunque no abiertamente, siempre le ha dolido, porque, aunque ha sido y es una estrella indiscutible, Indiana Jones le hubiera convertido en mito de Hollywood. Solo podemos conformarnos con un vago remedo de cómo hubiera sido el Indi de Selleck, y lo tenemos en la cinta de aventuras de serie B La gran ruta hacia China (1983), con la que sus productores televisivos quisieron compensarle.
Descartado Selleck para el papel, Lucas y Spielberg tiraron de lista, y el número dos era un actor de su total confianza, la estrella emergente Harrison Ford, que ya trabajaba con Lucas en la saga Star Wars, y que también reunía todos los atributos del personaje: Apostura, carácter, atractivo y vis cómica. Así, aparte de Han Solo, Ford se convertiría para siempre en Indiana Jones. 

LA TRAMA Y LOS PERSONAJES

         El protagonista de la película es el arqueólogo y aventurero Indiana Jones (Harrison Ford), inseparable de su sombrero Fedora, su chaquetilla de cuero marrón, su pistola Webley, y su látigo. Se ha hablado mucho del atuendo del personaje, y de su parecido con otros anteriores, ya sea de la ficción o de la realidad, como el personaje de Humprey Bogart en El tesoro de Sierra Madre (1948), el de Charlton Heston en El secreto de los incas (1954), o el famoso arqueólogo descubridor de Machu Pichu, Hiram Bingham, que también vestía de explorador y con un sombrero de ala ancha.
Vemos, al principio de la película, al protagonista del film en la selva de Sudamérica, entrando en una cueva perdida, y llena de trampas, en busca de un ídolo de oro, y de la que sale escapando de una gigantesca piedra rodante, en una secuencia que quita el aliento, emociona, y se ha convertido en uno de los símbolos del personaje (En esa secuencia, por cierto, le acompaña un por entonces joven y desconocido Alfred Molina).
         Al salir de la cueva, se da de bruces con el villano de la película, Monsieur Belock (interpretado por un malo de manual Paul Freeman), un arqueólogo como él, aunque francés, más mayor, y con menos escrúpulos, que le roba el ídolo y manda a los indios óbitos que lo persigan y maten.

         Tras escapar, volvemos a verle, pero esta vez como profesor de universidad, en esa dualidad propia de los superhéroes, que alternan su identidad y personalidad. Tras la clase, en la que tiene que “vérselas” con embelesadas alumnas mientras habla del neolítico y un túmulo cerca de El Cairo, le espera su superior, el Dr. Marcus Brody (un espléndido, como siempre Delholm Elliott), que dirige el museo en el que se aceptan “sin preguntas” todas las reliquias que Jones encuentra por el mundo.
         Brody le lleva con dos hombres del gobierno, que desvelan la trama de la película: La búsqueda del Arca de la Alianza, que han emprendido en Egipto los nazis alemanes, porque Hitler está convencido de sus poderes sobrenaturales, y que, si la encuentra, sus ejércitos serán invencibles. Este aspecto de la trama, también tiene un apoyo histórico: Efectivamente, en su maniática locura, Adold Hitler sí que estaba "chiflado por el tema" del ocultismo, como se dice en la película, y más todavía que él, su segundo Heinrich Himler, que buscó reliquias y objetos sagrados por todo el mundo (de hecho estuvo en la España franquista buscando por las catedrales el "Santo Grial", y tuvo una embarcación dragando el Rhin durante toda la guerra buscando el famoso "Oro del Rhin" de la leyenda germánica y las óperas de Wagner).  
         Para encontrar el arca, Jones debe ir primero a Nepal, en busca de su mentor cuando era estudiante, el legendario profesor Abner Ravenwood. Sin embargo, allí a la única que encuentra es a su hija Marion. Para este papel, la heroína de la película y el interés romántico del protagonista, se barajaron varias actrices jóvenes del momento, y de hecho, tanto Sean Young como Debra Winger hicieron audiciones, pero Spielberg tenía claro que quería a Karen Allen para el personaje, con ese punto de sarcasmo que la joven actriz había desplegado en su pequeño papel en Desmadre a la americana. Marion es decidida y valiente, y, en su primera escena hace una exhibición de aguante bebiendo, en otra de las escenas legendarias de la película. Además, Marion tiene una historia anterior con Jones, ya que ambos fueron novios por un tiempo cuando él era el ayudante de su padre, y sigue dolida porque la dejó para irse por el mundo en busca de reliquias.

         Marion guarda un medallón egipcio, el cabezal del Bastón de Rá, que también buscan los nazis, y que es la clave para encontrar el Pozo de Almas, donde supuestamente estaría el arca . Al no querer deshacerse de él, Marion se unirá a la aventura, que les llevará a Egipto. Y en El Cairo, encontrarán a Salah, un viejo amigo que les ayudará en su búsqueda, y que interpreta un genial y siempre solvente John Rhys Davis. En un principio, Spielberg pensó en Danny de Vito para el papel por su carácter cómico, pero no estaba disponible. Quizás De Vito hubiera dado al personaje un cariz más histriónico, incluso ridículo, mientras que Rhys-Davis pone el punto justo de humor, y también el poso y el temple del experto y amigo.
         En las afueras de la capital egipcia, los nazis han montado una gigantesca excavación, empleando a cientos de obreros locales, y al frente de los trabajos tienen a un viejo conocido de Jones, el Dr. René Belock.

NIÑOS, AVIONES Y SECUENCIAS ÉPICAS

         Si algo no puede faltar en las películas de Spielberg son niños, aviones, y espléndidas secuencias de acción, posibles o imposibles, narradas paralelamente por la batuta sinfónica de John Williams.
         Podemos ver un pequeño hidroavión biplano al principio de la película. Si nos fijamos bien en las letras de su código de identificación, podemos ver que hacen referencia a Obi Wan y a C3PO, de La guerra de las galaxias (también encontramos a los dos androides de Star Wars en un jeroglífico egipcio).
           Otro avión emblemático es el soberbio Clipper de pasajeros, en el que Jones viaja al Tibet, seguido de cerca por la Gestapo, y un DC-3 que le lleva a Egipto. En estos dos últimos casos, Spielberg aprovecha el vuelo de los aviones, superpuesto sobre un mapa con el trayecto, para realizar las transiciones a nuevos escenarios, en un alarde propio del cine clásico.
         En otra de las escenas emblemáticas de la película, los nazis planean llevarse el arca a Berlín en un extraño monoplano de dos hélices que, aunque fue diseñado y construido expresamente para la película en Inglaterra por la Vickers Aircraft Company, y pintado en los estudios Elstree, se inspira en los innovadores prototipos nazis de la Segunda Guerra Mundial, especialmente en los diseños de Blohm y Voss y el Lippisch P 04-106 de una sola ala. Junto a él, y en otra secuencia espectacular, Indi recibe una soberana paliza de un forzudo alemán.


         En cuanto a la participación infantil, bien es cierto que en este film en particular no tiene un protagonismo especial, como ocurre en otras muchas del director, pero sí son un grupo de niños los que salvan a Jones al correr a abrazarle en un bar de El Cairo, cuando Belock iba a matarle con una pistola. Son los hijos de su amigo Salah, que hace un comentario muy estadounidense: “Son mejores que los marines americanos”.
         En cuanto a secuencias épicas, las tenemos a raudales. Desde el principio, con la famosa secuencia de la bola que ya hemos comentado, y que se rodó también en los estudios Elstree, cerca de Londres, pasando por la escena de disparos en el bar de Nepal, o la famosa persecución en camión, una secuencia de más de veinte minutos, rodada en Túnez, en los mismos escenarios del Tatooine de La guerra de las galaxias, y en la que podemos ver a Indiana Jones arrastrado por el suelo con su característico látigo, o peleando en la cabina del camión con un soldado alemán del Africa Corps.
         Cómo no comentar la famosa escena del combate en las calles de El Cairo entre Indiana Jones y un gigantesco árabe con turbante y una enrome cimitarra. Inicialmente, se había previsto una larga y épica pelea, brillantemente coreografiada, y para la que el especialista contratado se había estado preparando a conciencia. Sin embargo, ya iban bastante sobrados de metraje y otra larga escena de acción podía hacer la película excesivamente extensa, así que Spielberg quería acortarla como fuera, pero no se le ocurría cómo, y fue el propio Harrison Ford el que dio con la solución, y le dijo: “¿Por qué no le pego un tiro y ya está?”. La solución convenció al director, y la verdad es que la secuencia resultó, y además provocaba carcajadas en el cine. También circula otra versión en la que se dice que no se pudo rodar porque Ford estaba enfermo. La verdad, me quedo con la primera.
         Como anécdota diremos también que la primera secuencia en rodarse fue la del submarino alemán, que fue filmada en el puerto francés de La Rochelle, y se utilizó uno de los submarinos del film Das Boot (El submarino), original de la Segunda Guerra Mundial.
         En cuanto a la parte que se desarrolla en el yacimiento arqueológico, esta llena de "momentos Spielberg", como cuando Marion trata de emborrachar a Belock, cuando Indi la rescata en la tienda, o la mágica secuencia de la Cámara de mapas.


     Y cómo no referirnos también a la famosa escena de las serpientes en el Pozo de Almas, rodada también en los estudios Elstree, y para la que se utilizaron diez mil ejemplares vivos, de las que solo las cobras eran venenosas, aunque una pitón mordió a un técnico del equipo. Pese a que en la trama, Indiana Jones tiene miedo a las serpientes, no era el caso de Harrison Ford, pero el actor confesó que sintió repugnancia al encontrarse con tantas, y de hecho nunca estuvo en contacto cercano con ninguna, ya que, en el primer plano en el que aparece junto a la cobra, el equipo de producción colocó un cristal entre él y la serpiente.

         En la otra escena con bichos de la película, la del principio con Alfred Molina, también se utilizaron tarántulas vivas, que se le pusieron por toda la espalda. Sin embargo, como no se movían, la escena no lograba transmitir la tensión necesaria, así que los especialistas se vieron obligados a colocarle también un ejemplar hembra para “excitarlos”.

CONCLUSIÓN

         En busca del arca perdida es hoy un referente del cine de aventuras de todos los tiempos, y una película emblemática. En su estreno fue un éxito total en todo el mundo, con una recaudación de casi 400 millones de dólares. Tuvo 9 nominaciones a los Óscar (curiosamente ninguna por su banda sonora), de las cuales obtuvo 5 estatuillas, de los llamados “premios técnicos” (una vez más, Hollywood ninguneaba a las “películas de verdad”), aunque cabe destacar que uno de ellos fue un reconocimiento especial a Ben Burtt y Richard L. Anderson por la edición de sonido. La película ha tenido hasta hoy, tres secuelas: la soberbia “Indiana Jones y el templo maldito”, que también comentaremos, la muy notable “Indiana Jones y la última cruzada”, y la más reciente y mucho menos notable “Indiana Jones y la calavera de cristal”.
Así que solo nos queda decir: “¡Están excavando en lugar equivocado!”
          

Por Víctor Sánchez escritor @VictorSescritor








2 comentarios:

Juanpa dijo...

Una película te increíble

Han Solo dijo...

LA primera de Indy, un clásico de culto