Presentación

Amantes de mundos fantásticos, bisoños aventureros en busca de tesoros, criaturas de la noche, princesas estudiantiles y fanáticos de cachas de postín, ¡sed bienvenidos!. Invitados quedáis a rebuscar en nuestra colección de VHS, acomodar vuestras posaderas en una mullida butaca, darle al play, y disfrutar de lo bueno, lo malo y lo peor que dieron estas décadas.

ADVERTENCIA: Aquí no se escribe crítica cinematográfica (ni se pretende). Las reseñas son altamente subjetivas y el único objetivo es aprender y disfrutar del cine y, por supuesto, de vosotros.

Lady Halcón (Lady Hawke, Richard Donner, 1985)


Ochenters, vamos con uno de los títulos más icónicos de nuestra querida década, Lady Halcón (Lady Hawke, El hechizo del halcón, El hechizo de Aquila, La dama halcón, Richard Donner, 1985), protagonizada por Matthew Broderick, Rutger Hauer y Michelle Pfeiffer. Un film con temática medieval de espada y brujería, que cuenta una historia de amor, aventuras  épicas, y fantasía, con un estilo moderno, y la música de Alan Parson Project.


LA TRAMA Y LOS PROTAGONISTAS

La trama comienza en las mazmorras de un castillo, de las que consigue escapar un joven llamado Phillipe Gastón (interpretado por un adolescente Matthew Broderick, al que conocíamos del clásico ochenter Juegos de guerra).  "Gastón el Ratón" es un habilidoso y escurridizo ladronzuelo de poca monta, que con algo de fortuna, consigue ser el primer preso en escapar de la prisión de Aquila.


Perseguido por los guardias, a los que manda el capitán Marquet (Ken Hutchison), es descubierto en una posada, en la que está almorzando un misterioso caballero, Etienne Navarre (un Rutger Hauger que acababa de ser el replicante Roy Batty de Blade Runner, y que esta vez hace de héroe y no de villano). En un combate desigual, en el que identificamos por primera vez en el cine el sello inconfundible del “sonido Alan Parsons”, Etienne toma partido por Gastón, y ambos derrotan a los guardias y consiguen escapar.
El joven se pega al caballero, al que acompaña siempre un fiel halcón, y ambos pasan la noche en una granja perdida del bosque. A medianoche, el joven tiene un encuentro con una bella y enigmática mujer acompañada de un lobo. Es la primera vez que vemos en pantalla a Michelle Pfeiffer, que nos cautivó y nos enamoró en el cine solo con aquel instante (de hecho, y para muchos fans, Pfeiffer nunca ha estado tan bella como en Lady Halcón).

Poco después, entra en escena el villano del film, el malvado y abyecto obispo de Aquila, interpretado de forma tan convincente por el británico John Wood, que le convierten en uno de los malos más logrados de los ochenta. El obispo ordena a su capitán Marquet, que mate a Navarre pero salve al halcón.
Así, en una persecución a campo abierto, los guardias entran en combate con nuestros héroes y, aunque consiguen escapar, el halcón es herido accidentalmente. Navarre insiste en llevarle a un monasterio abandonado, para que un solitario monje ermitaño, Imperius (interpretado por el secundario Leo McKern), sea quien le cure.


Allí, Gastón conoce por fin la naturaleza de los extraños sucesos que le han venido ocurriendo desde que se unió al caballero Navarre, y quiénes son en realidad esa extraña y bella mujer, el halcón y el lobo. Lo que cuenta Imperius es sin duda una de las historias de amor más bellas y emotivas de la historia del séptimo arte, la de Isabeau y Navarre, “siempre juntos, eternamente separados”. Victimas del lascivo y depravado obispo de Aquila, que deseoso de obtener el favor carnal de la noble doncella, no puede tolerar que ella y el capitán de su guardia ,Etienne Navarre, se amen de forma sincera. Por ello, y, presa de la ira, los expulsa de Aquila, y lanza sobre ellos un terrible conjuro: durante el día ella será el halcón, durante la noche él será el lobo, y solo podrán verse apenas un instante en el amanecer y el ocaso.
Mientras Isabeau se recupera de su herida, Navarre cuenta Imperius su intención de volver a Aquila, entrar a escondidas ayudado por Gastón, y matar al obispo. Sin embargo, el viejo monje le dice que si lo hace sin más, el hechizo será irreversible, pero que hay una posibilidad de romper el maleficio, y es hacerlo en un día sin luz y una noche sin oscuridad, en un próximo eclipse.
Ya sabéis que, aunque sea una película muy conocida, y que los ochenters hemos visto muchas veces, no nos gusta contar el final, pero sí os diremos que es de lo más épico y romántico.

LOS ESCENARIOS Y LA BANDA SONORA

La película fue rodada en Italia, en exteriores de las regiones de Lazio, Lombardía y Veneto. La ciudad ficticia de Aquila, que administra con mano de hierro el malvado obispo, mientras él lleva una vida de lujo y mujeres, se inspira en el nombre de la capital de los Abruzzos, L’Aquila, y su fortaleza es en realidad el castillo de Torrechiara en Parma. Para el lejano monasterio, lleno de trampas, en el que habita y se da a la bebida el monje Imperius, se escogieron las ruinas de Rocca Calascio.

En cuanto a los espectaculares parajes naturales, también se rodaron muy cerca de los castillos, en la pradera alpina de Campo Imperatore, donde, casi sin efectos especiales, y solo con recursos de cámara y un excelente montaje, se rodó la impresionante secuencia de la transformación del halcón y el lobo con las primeras luces del amanecer.
En cuanto a la banda sonora, es uno de los aspectos más innovadores, aparte del diseño de vestuario, de la película, aunque no está exento de cierta controversia. Siempre hay algún purista que pone en duda la idoneidad de una partitura con música electrónica de un grupo de rock progresivo, en una película de temática medieval, y que hubiera preferido una banda sonora al uso, con música clásica de orquesta. Siendo admiradores y reconociendo el valor de la música clásica en el séptimo arte, tenemos que decir que es precisamente la original banda sonora de esta película, la que le da una de sus señas de identidad. No hubiera sido igual de emotiva, impactante y arrebatadora con una música convencional, por muy deliciosa que fuera. Es ese contraste entre la trama antigua y la música moderna, e incluso como hemos dicho, el diseño de producción y el vestuario con toques contemporáneos (y no olvidemos tampoco la fotografía de Vittorio Storaro), lo que da vigor a la película, y la convierte en lo que es. De hecho Richard Donner no tuvo ninguna duda, y, desde que puso en marcha el proyecto, y mientras localizaba exteriores en Europa, encargó a su equipo que contactara con Alan Parsons, ya que era muy aficionado al grupo.
Por otro lado, este tipo de música en las películas era la moda en los ochenta, porque, aunque algunos nuevos directores como George Lucas o Steven Spelberg, seguían apostando por la música sinfónica (en el caso de ambos del insigne e inigualable John Williams), también hay otros directores del momento, como Ridley Scott o Peter Weir, que optan por compositores de música electrónica, como el genial Vangelis, u otros ya directamente procedentes del pop o el rock como Giorgio Moroder o Brian May. Y no solo para producciones de ambientación contemporánea o futurista, sino también para películas de época, como Gallipoli en el caso de May, o Carros de Fuego en el caso de  Vangelis.
En cuanto a la banda sonora en sí, Lady Halcón es “sonido Alan Parsons”, y tiene el sello inconfundible del grupo británico, que entonces estaba en la cresta de la ola, con éxitos tan ochenters como Prime Time o Don’t answer me. Sin embargo,  gran parte de la composición corrió a cargo de Andrew Powell, habitual director de orquesta en los LPs de la banda, con Alan Parsons en la producción (algo que le apasiona también), y en labores de ingeniero de sonido, y con el resto del grupo a los instrumentos. Al parecer, solo Eric Woolfson se mantuvo al margen.

IMPLICACIONES RELIGIOSAS DE LA PELÍCULA

Otro de los rasgos de originalidad de la película es el hecho de poner como villano a un obispo, un prelado de la iglesia, algo impensable por aquellos tiempos, en los que el tema religioso de mantenía al margen o se tocaba muy de pasada, para bodas o cosas parecidas, y los eclesiásticos eran tipos bonachones o santurrones, tratados siempre desde un punto de vista positivo. Muy distintos de el de esta película, un personaje además, para el que no se ahorra ni un ápice en aberración y maldad, siempre bajo esa falsa sonrisa bondadosa del “rogando pero con el mazo dando”.
Sin embargo, en el film se trata de, digamos, “esconder” lo evidente. Por ejemplo, pese a que el personaje luce vestimenta y oropeles de prelado, no lleva símbolos que lo asocien a la iglesia católica o a otra confesión (es un detalle que pasa desapercibido, pero que en sucesivas revisiones se puede comprobar). Además, en los diálogos también se deja constancia, aunque también pueda pasarse por alto, que se ha “apartado de Roma”, y cultiva las artes malignas.


CONCLUSIÓN

Lady Halcón es hoy en día todo un clásico de nuestra querida década, y, aunque fue ignorada en los Óscar, como era habitual por entonces con films que hoy son leyenda, fue todo un éxito que la muchachada fuimos a ver al cine. Los chicos nos enamoramos para siempre de Michelle Pfeiffer, y todos en general pudimos reencontrarnos con un Rutger Hauger con el que nos podíamos identificar. Por poner tan solo un mínimo pero al film, sería quizás el papel de Mathew Broderick, que da un poco el toque de humor y se aparta del tono épico y romántico que impregna el resto de la película (eso de que se ponga a hablar solo pues puede parecer gracioso o ridículo). Sin embargo, como fans incondicionales de la película, y que la vemos siempre que la reponen, solo nos queda relamernos con la más bella historia de amor de los 80, la de Isabeau y Navarre.


Por Víctor Sánchez Escritor @VíctorSescritor