James
Maury “Jim” Henson, recordado por los teleñecos y por la
miniserie “El cuentacuentos” produjo y dirigió dos películas
imprescindibles en el imaginario de la infancia de toda una
generación. “El cristal oscuro” (1982) y “Dentro del
laberinto” (1986) son parte de ese catálogo mágico que formaron
algunas películas de la década de los 80 como “Willow” (1988),
“La historia interminable” (1984) o “La princesa prometida”
(1987) (entre muchas otras que aportaron ese halo fantástico a toda
una década). Ese cine fantástico tenía elementos en común, como
el tipo de público al que iba dirigido, una potente banda sonora, la
artesanía en los efectos, imaginación, fantasía y mucho cariño al
hacerlas. Titiritero como fue (además de productor y director)
siempre decía que sus expectativas, cada vez que entraba al cine, se
simplificaban en salir un poco más feliz de lo que entraba. Con
“Dentro del laberinto” lo consiguió. Aplaudiendo ese cine
“palomitero” que nos hizo disfrutar en nuestra infancia, hay que
decir que esta película, como muchas otras coetáneas, aguanta el
paso de los años. Revisionarla es un placer, no solo para saciar el
ansía de nostalgia, sino porque en sí misma es muy divertida y
redonda. Además tienen a Bowie, y una jovencísima y muy bella
Jennifer Connelly; imperdible.
Haciendo
alusión a los protagonistas principales que no son títeres, como
son Jennifer Connelly y Bowie, llegaron al papel de formas muy
diferentes. Ella era relativamente desconocida aunque no del todo,
porque ya había participado en una película llamada “Érase una
vez América” (1984), y antes de eso había sido modelo infantil;
de todas formas Bowie sí era ya una estrella estratosférica, a
diferencia de la joven de 14 años, que en esa época decía haber
querido ser veterinaria, carpintera y no actriz (el éxito le haría
cambiar de idea). En el casting tuvo la competencia de Helena
Bonham Carter, Jane
Krakowski, Sarah
Jessica Parker, Maddie
Corman, Laura
Dern, Lili
Taylor, Ally
Sheedy, Mia
Sara y Marisa
Tomei. Todo un catálogo del futuro de Hollywood.
En
el caso de Jareth “el rey de los goblins”, Henson tenía en mente
que fuera un títere, pero el fracaso en taquilla de “El cristal
oscuro” (película totalmente integrada por muñecos) le hizo
cambiar de parecer. Pensó en Michael Jackson, Mick Jagger, Sting o
Prince. Finalmente una decisión propia, ayudada por sus hijos le
hizo decantarse por David. Bowie, por su parte, había visto “El
cristal oscuro” y no se lo pensó, ya que quedó fascinado con
aquella película.
La
interpretación de sus dos actores principales completó un equipo
donde George Lucas (Lucasfilm) produjo, Jim Henson dirigió, Brian
Froud fue el director artístico, Terry Jones el guionista, Frank Oz
animador y Trevor Jones el creador de la banda sonora. En cuanto a
Trevor Jones, hizo la fantástica música pero las canciones fueron
compuestas por Bowie, uno de los reclamos más importantes de la
película. Se rodó en estudio, más concretamente en Elstree
(Hertfordshire, Inglaterra). El cuidado en el diseño de los
escenarios y de los goblins es maravilloso, Brian Froud haría un
trabajo sobresaliente junto a Henson para dotar de originalidad y
movimiento a los títeres más importantes del filme. El Monty Phyton
Terry Jones, guionista de la película, recibía diseños y dibujos
todos los días para integrarlos en la historia. Un trabajo en equipo
que salió bien, se hizo con cariño y resultó más que
satisfactorio.
En
cuanto a las influencias queda claro que Alicia en el país de las
maravillas, véase el gusano que Sarah encuentra al principio de su
periplo, la banda del fuego que pretende cortarle la cabeza y el
sentido metafórico que durante la película se hace ver del
crecimiento de su protagonista de niña a adulta, es la mayor del
filme. El mago de Oz con la búsqueda de un destino para salvarse, el
encuentro de acompañantes que la escoltan y le ayudan, también
supone una referencia clara. Aquí la ciudad esmeralda es el castillo
de los Goblins y Jareth supone una perversión de la imagen de “el
mago de Oz”; en ambos casos, sin embargo, suponen el destino de sus
protagonistas. Blancanieves y su “fruta prohibida”, la imagen de
la manzana envenenada aparece con forma de melocotón en el
laberinto. A nivel artístico hay referencias a Maurice Sendak
(conocido escritor de cuentos como “Donde viven los monstruos” o
“Al otro lado”, cuento que sirve de inspiración para el
desarrollo creativo de esta película) y a Escher (pintor conocido
por sus grabados xilográficos, los cuales buscan el concepto de
irrealidad y de infinito). En el encuentro final, el interior del
castillo es un cuadro de Escher, con escaleras encontradas que no
llegan a ninguna parte y que, al mismo tiempo, llegan a todos sitios.
Esto representa ese laberinto que es el interior de Sarah, el cual se
debate entre quedarse anclada o madurar, entre seguir siendo una niña
rodeada de fantasía (seguramente para huir del abandono de su madre)
o crecer
hasta la edad adulta. El laberinto, y ya no me refiero solo al final
de la película, supone para Sarah un ejercicio obligado, un trabajo
impuesto por la responsabilidad y por los adultos, empezando por su
padre y madrastra que le obligan a cuidar de su hermano, hasta la
figura del rey de los goblins que le obliga a sucumbir o a vivir, a
luchar por su vida y la de su hermano, o caer en el sopor de la
ignorancia y la ingenuidad. Dentro del laberinto Sarah tendrá que
tomar decisiones, dejar que su hermano se convierta en goblin o
rescatarlo, elegir la puerta de la izquierda o la de la derecha,
subir o bajar en el pozo de las manos, confiar en Hoggle o no
hacerlo. Madurar supone tomar decisiones y la película es en su
integridad un avance hacia la madurez.
Un
momento clave que define el papel que ella tomará durante toda la
película, eso sí con tentaciones que la harán dudar, es cuando al
principio Jareth le enseña el laberinto que tendría que cruzar en
trece horas para llegar al castillo, y así poder salvar a su
hermano. El rey de los goblins le advierte que no hay vuelta atrás,
dejando claro que cuidar de su hermano supondrá esa adquisición de
madurez que la alejará de la infancia. Una auténtica pena, dice
Jareth, una frase que parece hacer referencia a la pérdida de
inocencia que supondrá cruzar el laberinto. Como si de un espejo se
tratase, todo lo que ocurre en el laberinto ocurre, en cierta manera,
en la realidad. Salvar al hermano allí supone el compromiso de
cuidarlo en la vida real, que se convierta en goblin supone el miedo
a la pérdida, a la muerte o al abandono, como el que
sufrió de su madre; el rey de los goblins supone la atracción
sexual, otro indicio de madurez en la adolescencia de Sarah.
Hay
un momento maravilloso conde Sarah es tentada a seguir una parodia de
su vida, de su habitación, sin compromisos y viviendo una vida
ficticia imitadora del pasado y cuyo sentimiento sustentador y único
es la melancolía. La anciana que quiere convencerla no deja de ser
una infeliz que se quedó allí encerrada, que aceptó, que incluso
podría ser ella, o que es ella. Se hace referencia al apego a las
cosas que le recuerdan la niñez como muñecos, cuentos… formando
una pesada carga en la espalda del personaje y no dejándole avanzar
por el peso. Es donde se encuentra cómoda, donde solo tenía que
pensar en jugar a ser princesa, en estar con su madre y no tener
responsabilidades. Pero el tiempo es inexorable y aunque no se
quiera, uno deja ser un niño para convertirse en adulto.
Como
decíamos, no solo la responsabilidad de cuidar a su hermano le hace
madurar, sino que el despertar sexual también es relevante. La
escena del baile ocurre en la mente de Sarah y refleja cómo se
siente atraída por Jareth y todo lo que le rodea. Sin embargo no
solo hay atracción sino miedo a lo desconocido. El baile es la
única escena dentro del laberinto donde solo hay personas. Todos son
adultos disfrazados como en un carnaval veneciano del siglo XVIII,
representando la perversión y el sexo; con máscara de goblins,
mostrando la fealdad de la madurez, del paso de la niñez a la
adolescencia y afeando el tránsito y cambios que sufre el cuerpo,
pero también mostrándole a Sarah el placer y el gusto por lo
erótico. “As the world falls down” suena mientras Bowie y
Connelly bailan rodeados
de lujo y sin refererencias a lo infantil. Todo supone un
divertimento adulto y Sarah se deja seducir.
En
cuanto a Bowie, su estética, sus movimientos, sus canciones, hacen
de Jareth un icono del cine. Todas las canciones son compuestas por
él y es muy recomendable escucharlas, porque tienen el estilo
característico de “El Duque Blanco”. Michael Moschen,
malabarista, fue el encargado de doblar a Bowie en el manejo de las
bolas de cristal; esta virtud dota al personaje de un halo mágico
pero también de la sensación de controlar la hipnosis como medio de
influencia sobre las mentes más débiles. Es un personaje atractivo
y poderoso que le gusta divertirse y que quiere que quienes le rodean
le alaguen y le acompañen en su mundo idealizado. Es un Peter Pan
perverso que quiere raptar a Sarah para que esté a su lado para
siempre. Toby Froud, hijo del diseñador y director artístico Brian
Froud fue el partenaire en la mayoría de las escenas para Bowie y
Connelly. Hay una anécdota sobre él y es que el bebé (Toby Forud)
no solía hacer ningún ruido, no solía llorar ni reír cuando
estaban en escena y Bowie tuvo que doblar esos sonidos, haciéndolos
él mismo. Por otro lado el símbolo de la lechuza, representa a
Jareth, pero también representa la sabiduría, la que aporta la
madurez, y de la que carece, en el principio, Sarah. La lechuza se
convierte, así, en un símbolo representativo de lo que va
alcanzando Sarah en su deambular por el laberinto.
La
habitación de Sarah es otro personaje en la película, o más bien
es toda la película. El laberinto es la imaginación de Sarah, es la
madurez, los anhelos, los deseos, la nostalgia, el recuerdo, el apego
y la pérdida. Todo está en su habitación, desde un cuadro de
Escher (lo último que seguramente como niña pondría en su cuarto y
el último escenario que pisa dentro del laberinto), un muñeco del
rey de los goblins, un cuento de “Donde viven los monstruos” que
recuerda a Ludo… Cosas que son el pasado de Sarah y de las que irá
desprendiéndose, sin olvidarlas pero no con la unión que te lastra
sino con la que te hace ser mejor y más libre. Porque la película
no defiende que olvides tu infancia sino que forme parte de tu avance
sin anclarse en una época pasada que pudiera parecer más feliz.
La
película es técnicamente una maravilla. Se puede usar como
contrapunto al uso del CGI excesivo, como ejemplo del uso de la
imaginación frente al ordenador, y esto sabiendo que la lechuza de
los créditos es el primer animal realista hecho íntegramente por
CGI. El resto de la película, obviamente, es artesanía, maquillaje,
títeres, decorados y magia. El personaje de Hoggle, interpretado por
una actriz llamada Shari Weiser, disponía de una cabeza animatrónica
con 18 motores y cuatro técnicos manejándola, el títere más
complejo hasta la fecha.
Solo
en la escena de la sala del rey cuando suena la fantástica canción
“Magic dance” hay 48 títeres a la vez interactuando con Bowie.
Ludo pesaba inicialmente 45 kilogramos, y se tuvo que reconstruir
para rebajar el peso a 33 kilos porque lo llevaba una sola persona
(aunque dos actores se turnaban). Y el Humongous, que es el robot
gigante que sale de una de las puertas finales que impiden el acceso
al castillo, se convierte en la marioneta más grande que se hubiera
fabricado hasta entonces. Tenía 4’5 metros de alto y se movía a
través de una tecnología del movimiento basada en hidráulicos. El
esqueleto era de metal y el exterior de goma- espuma, para evitar que
el peso se disparase.
Muchos
esfuerzos que no lograron que fuera un éxito en taquilla. Fue un
fracaso que se compensó con el éxito que adquirió posteriormente
en su distribución en video; pero fue un fracaso de esos que después
se convierten en una película de culto, una película “palomitera”,
divertida, mágica, que consumíamos de niños y que aún hoy
disfrutamos por una cosa que no surge siempre, y que es la magia.
“Por
increíbles peligros e innumerables fatigas, me he abierto camino
hasta el castillo más allá de la ciudad de los goblins, para
recuperar el niño que me has robado. Porque mi voluntad es tan
fuerte como la tuya y mi reino igual de grande. Porque mi voluntad es
tan fuerte como la tuya y mi reino igual de grande…”
Vaya, nunca consigo recordar ese párrafo… “No
tienes poder sobre mí“.
Por MOANBE
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