Aunque está basada en la novela de Withley Strieber no es de extrañar que tras Lobos humanos se esconda una fábula ecológica con gran carga de crítica social siendo un trabajo de Michael Wadleigh. Y es que aparte de haber dirigido el documental Woodstock (1970) sobre el afamado y homónimo festival musical que supuso el culmen del movimiento hippie, Wadleigh, es en la actualidad - completamente apartado de la industria cinematográfica- un destacado activista ecológico.
Con un inicio demoledor en el que que intercala planos de la visión subjetiva del atacante y de las inminentes víctimas, junto con esa música inquietante a manos del compositor James Horner (en uno de sus primeros trabajos) unida al sonido de los carrillones de viento, Wadleight da a entender que se ha dedicado a esto del terror toda su vida, cuando, en realidad, supone tanto su primera incursión en el género como su debut (y obra final) cinematográfico.
Wadleight juega con la ambigüedad mezclando personajes estrafalarios como el detective Dewey (Albert Finney), el forense (Gregory Hines) o el zoólogo (Tom Noonan) , ácidos diálogos ("-¿Por qué te hiciste policía? - Porque me gusta matar-") y una supuesta trama terrorista internacional con la especulación urbanística, haciéndonos creer, además, que algunos de los nativos indios son verdaderos licántropos.
Todo esto queda envuelto en una atmósfera de terror y misterio que nos ofrece grandiosos momentos como el mencionado inicio o un final tremebundo en el que destacan las escenas de los espejos y la decapitación.
Para cuando nos enteramos del origen de los wolfen (lobos humanos), Wadleight ya ha cumplido su misión: ofrecernos, tras un envoltorio de entretenimiento, un mensaje ecológico, político y social cargado de connotaciones religiosas (espirituales).
Aún así, no queda del todo claro la naturaleza de estas entidades. ¿Son una especie de lobo ancestral? ¿Son proyecciones animistas provocadas por los indios?
Quizás la versión original del director nos hubiera explicado mejor este punto, pero esta jamás vio la luz; uno de los motivos, sin duda, de que Wadleight abandonase la industria cinematográfica.
Una verdadera lástima.
Germán Fernández Jambrina