“After
hours” (porque me niego a mencionarla por el título en castellano)
es una rareza. Partiendo de que es una comedia y que es dirigida por
Scorsese ya podemos decir que no es una película normal. Martin
Scorsese se encontraba en los Ángeles, lejos de su ciudad (Nueva
York), esperando para dirigir “La última tentación de Cristo” y
Tim Burton era el elegido para llevar a cabo la realización de esta
comedia diferente y extraña que es “After hours”. Finalmente el
proyecto del director neoyorquino se aplazó y pudo hacerse cargo de
la realización de nuestra película. Martin Scorsese venía de
retratar Nueva York de una forma muy diferente en dos de sus trabajos
anteriores ambientados en la ciudad. Estas míticas películas eran
“Malas calles” (1973) y “Taxi driver” (1976). En este caso
sigue perfilando las diferentes identidades sociales que habitan en
los suburbios de Nueva York, ahora con el Soho de los 80, pero desde
un prisma diferente, desde el surrealismo, la comedia negra y con un
ambiente extraño y asfixiante para el personaje principal. Aquí se
juega a un juego de empatía donde si todo lo que le pasa a Paul nos
pasara a nosotros no sería para nada divertido y sí un verdadero
horror. Aún así Martin Scorsese logra que esta mezcla de géneros
no sea confusa, ya que en todo momento no dejamos de ver la película
desde el género de la comedia aunque el triste informático se
estrelle a cada momento con el fracaso. Martin Scorsese gana el
galardón al mejor director en Cannes con una película que a priori
es menor pero que le brinda este importante premio gracias a su saber
hacer y profesionalidad, aportando originalidad a una cinta que, en
principio, parecería vulgar y una más entre las miles de comedias
que se producían en la década de los ochenta.
Griffin
Dunne en el papel de Paul Hackett hace el papel de un personaje que
no socializa, no parece tener éxito con las mujeres y que, incluso,
nos hace recordar la timidez del personaje de Dustin Hoffman en “El
graduado”. Como si de una escena de “El apartamento” de Billy
Wilder se tratara, nos presentan el tedio en una gran oficina donde
Paul trabaja con desidia, envuelto en la monotonía de los trabajos
repetitivos y sin alicientes de una gran empresa en el corazón del
capitalismo mundial. Atrapado como un personaje kafkiano dentro de un
trabajo que no consigue que se sienta realizado, el trabajador escapa
de su jornada laboral con una excelente escena donde las puertas
exteriores se cierran aparentando rejas de una cárcel o bocas de un
gran monstruo que se alimenta de la vida, el ímpetu y el optimismo
de las personas que cada mañana entran para desarrollar su infinito
y perpetuo trabajo.
Y
es eso en lo que consiste la presentación de la película. Paul
parece que escapa de la monotonía para iniciar una noche donde él
podrá desarrollarse como persona y ser libre. Pero como un pájaro
que vive un encierro toda su vida y no escapa cuando abres la jaula,
la película nos muestra cómo el trabajador que huye de la monotonía
se envuelve en una soledad que acentúa las rutinas aburridas y
grises de quién ronda el pesimismo y la desidia. Ver un contenido en
la televisión que ha visto mil veces o leer un libro que ya ha
leído más veces (en este caso “Trópico de cáncer” de Miller).
Título importante porque en este libro se narra una vida bohemia
llena de experiencias de desenfreno sexual y etílico, lo cual
constituye el contrapunto de nuestro protagonista. Dentro de ese
sopor y acompañado por un ritmo de rodaje lento Paul conoce a Marcy
(Rossana Arquette), la cual se le insinúa y le da un número de
teléfono que consistiría en el billete a lo extraño y el
surrealismo.
Esa
misma noche el patético personaje vuelve a su casa y no tarda en
llamar ni media hora. A esas horas de la noche Marcy le cita en su
casa. Aquí se acaba el ritmo pausado y se inicia un ritmo frenético
que solo para cuando se presentan nuevos personajes que aderezan el
surrealismo que vivirá Paul Hackett toda la noche. Por fin nuestro
informático empieza a vivir la vida, una locura pero vida al fin y
al cabo.
Rossana
Arquette, la cual recibió una nominación al BAFTA a Mejor actriz
secundaria por su actuación en esta película, interpreta a un
personaje que no deja de ser el conejo blanco que persigue Alicia
hasta la madriguera. En este caso Paul también entra en una
madriguera donde se encontrará con una fauna extraña y envolvente,
creando una parodia de lo que era realmente la ciudad y que le dan
esa personalidad a una película que no deja de sorprendernos y que
posee un ritmo dinámico y tenso. Desde un taxi donde se escucha un
flamenco pasado de revoluciones hasta un movimiento de cámara
también excesivo en el ritmo que potencia la exageración del
momento hasta el esperpento. En medio de esa locura donde el taxi
derrapa la pérdida del billete, con el que se hubiera salvado de
toda la experiencia, es una auténtica belleza. El director disfruta
haciendo sufrir al personaje principal como nosotros lo hacemos como
espectadores.
El
guión de Joseph Minions es hilarante y brillante a partes iguales.
Los diálogos rozan el absurdo y reflejan genialidad y frescura.
Cuando Paul llega al apartamento donde augura una noche de sexo
desenfrenado no está Marcy pero sí una magnífica Linda Fiorentino
ejerciendo de amiga, compañera de piso y escultora. Queriendo
encajar sin lograrlo, como intuimos le ha pasado siempre al
personaje, opina sobre una escultura. “Se parece al chillido de
Munch…” no, es el GRITO le responde taxativa la escultora. La
cara de Griffin representa la idea que todos tenemos sobre la
incomodidad. Aún así todo le vale para tener sexo y se le pasa por
la cabeza intentarlo con la bella Kiki Bridges (Linda Fiorentino).
Evidentemente todo sale mal.
El
grito de Munch representa la asfixia, el agobio, la presión y la
ansiedad. Cosas que el personaje sufrirá a partir de ese momento
durante toda la noche. Concluimos que es una muy buena película que
no se limita a unos cuantos gags sino que nos brinda una serie de
aventuras y personajes pintorescos que nos harán reír y sufrir a
partes iguales en un viaje al centro de la noche imaginada desde una
mente realmente sádica. Paul Hackett es como una marioneta principal
sacudida hasta el límite, hasta casi romper los hilos que la atan a
la realidad.
Como
si de un espejo curvo se tratase, devolviéndote el reflejo de algo
diferente y deforme, Martin Scorsese escapa de la visión habitual
que suele aportar de Nueva York usando el esperpento, convirtiéndose
en un buen alumno de Valle-Inclán. Y como toda pesadilla o sueño
donde al final despiertas y estás donde empezaste, esta película
también cierra el círculo. Se vuelve al origen y esas bocas o
fauces vuelven a aparecer para tragarse a nuestro pobre amigo. Las
puertas se abren y engullen las ganas de aventuras o de libertad de
cada ciudadano medio que vivía en la sociedad feroz de competencias
que era la Nueva York de los ochenta; sociedad donde el triunfo de
los yuppies y el fracaso de los homeless plagan gran cantidad de
planos en las películas de dicha época. Cíclica como los son las
semanas de todo trabajador que huye cada fin de semana pero que cada
lunes vuelve a la rutina de un trabajo que monitoriza tu vida hasta
la extenuación.
Película
totalmente recomendable si quiere pasar un buen rato, nunca aburre y
es diferente.
“En
países en los que existen restricciones en cuanto a los horarios de
cierre de locales donde se puede bailar o expender alcohol (sobre
todo en el mundo anglosajón y algunos países de Iberoamérica),
se
denominan after hours a los locales abiertos después del horario de
cierre legalmente establecido.”
(WIKIPEDIA)
By
moanbe
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