Lo bueno , lo malo y lo peor del cine de los setenta , ochenta y noventa.
Presentación
Amantes de mundos fantásticos, bisoños aventureros en busca de tesoros, criaturas de la noche, princesas estudiantiles y fanáticos de cachas de postín, ¡sed bienvenidos!. Invitados quedáis a rebuscar en nuestra colección de VHS, acomodar vuestras posaderas en una mullida butaca, darle al play, y disfrutar de lo bueno, lo malo y lo peor que dieron estas décadas.
ADVERTENCIA: Aquí no se escribe crítica cinematográfica (ni se pretende). Las reseñas son altamente subjetivas y el único objetivo es aprender y disfrutar del cine y, por supuesto, de vosotros.
Muy
buenas ochenters, cogemos nuestro Delorean y nos vamos hasta el año
1986, año de estreno de esta película llena de acción y emoción
por doquier y con un elenco de actores, que no sé como se metieron
en semejante fregao.
SINOPSIS:
Un
avión lleno de ciudadanos estadounidenses es secuestrado por
terroristas libaneses, con lo que se requieren los servicios de los
Delta Force para resolver la situación.
ANÁLISIS:
Basada
en los hechos reales ocurridos el 14 de junio de 1985, cuando el
vuelo de la TWA 847 fue secuestrado, esta película dirigida por
Menahem Golam, sí, uno de los dueños de la Cannon, es una película
que puede considerarse un panfleto americanista en la que se nos
quiere dar a entender que lo mejor es no torear a los
estadounidenses, en cuanto al hecho de meterse con los suyos, porque
la respuesta que pueden dar, puede ser demoledora.
Para
quien esto suscribe, es una de las mejores películas de Chuck Norris
y además enriquecida con el hecho de tener a su lado a un nutrido
grupo de leyendas del cine y a futuras estrellas del celuloide o de
la pequeña pantalla.
Tenemos
a un Lee Marvin como el Coronel Alexander, el cual por desgracia en
esta película nos daría su última contribución al séptimo arte,
ya que fallecería un año después por la gran “C”.
En
papeles más secundarios nos encontramos a Robert Vaughn ( Napoleón
Solo en “El Hombre de la CIPOL”), George Kennedy ( “Doce del
Patíbulo”), Martin Balsam (“Psicosis”), Steve James (
“American Ninja”) y ya en papeles no acreditados encontramos a un
jovencísimo Liam Neeson, Kevin Dillon como “Deltas” o a un
William Baldwin interpretando a uno de los marines secuestrados por
los terroristas.
Por
supuesto no podemos olvidarnos del papel interpretado por Robert
Foster, muy delgado para lo que nos tiene acostumbrados,
interpretando aquí al terrorista Abdul, papel que si bien se nota el
esfuerzo por hacérnoslo creible, queda desdibujado en tanto en
cuanto, no es capaz de plantarle cara a Chuck Norris en las
secuencias en las que coinciden, eso sí, la muerte que tiene es un
momentazo al más puro estilo Chuck y si no me creéis ved la
película y adivinaréis porque muchos soñaban con tener el modelo
de moto Suzuki, que Chuck pilota en la película, la cual por cierto
fue un modelo exclusivamente diseñado por la marca japonesa para la
película.
La
película hay que reconocerlo, es brillante en las escenas de acción,
destacando las secuencias de persecuciones, el ataque a la base de
los secuestradores donde están los prisioneros y esos últimos
veinte minutos pletóricos, donde cobra especial protagonismo la moto
con cohetes de nuestro amigo Chuck. Sin embargo se hace algo pesada
en las escenas en las que habría que incidir más en la tensión del
momento, como pudieran ser las escenas dentro del avión en el
momento del secuestro o por ejemplo en los preparativos de los Delta
Force para abortar el secuestro del avión.
Para
la música se contó con el maestro Alan Silvestri que nos ofreció
una magnífica melodía, la cual es imposible que se nos borre de la
cabeza, por lo pegadiza que es y porque además, estaba perfectamente
conectada con las escenas de más acción de la película, activando
en cierto modo nuestras ansias de ver tiros y puñetazos por doquier.
Dicha
partitura de hecho se hizo muy famosa no sólo gracias a la película,
si no al hecho de que sería usada por la ABC en las retransmisiones
de las quinientas millas de Indianápolis desde 1988 hasta el año
2001, cuando dicha cadena perdió los derechos de dicha competición.
En
cuanto a nuestro Chuck, el papel es un calco de los que hacía en
aquella época, prácticamente el mismo modo “action-man” que nos
presentaba en “Invasión USA” o estableciendo cierto paralelismo
con el Braddock de “Desaparecido en Combate”, no en vano en el
inicio del film, lo que hace es salvar a uno de sus soldados de
perecer en el incendio de un helicóptero.
De
todos modos en conjunto es una de las mejores películas de Chuck y
si bien la ví con nueve años en el cine en su estreno y haría unos
diez años que no la había visto, he de reconocer que ha envejecido
mejor de lo esperado y además siempre es una alegría ver tanta
leyenda suelta en la gran pantalla, especialmente a Lee Marvin a
quien siempre tuve como uno de los mejores actores americanos.
Especial
Roger Moore, James Bond de los ochenta: Programa doble, La espía que
me amó y MoonrakerPor
Víctor Sánchez González
En
Cine
de los 80 estábamos
deseando dedicar un especial al Bond de los primeros ochenta, Roger
Moore, y al repasar la serie de sus películas nos dimos cuenta de
que no podíamos comenzar, con un criterio exclusivamente de fecha,
por Solo
para tus ojos
de 1981 (por cierto una de las más flojas de Moore junto con
Octopussy),
y dejar fuera los dos títulos que reinician la serie tras el parón
de 1974, y marcan el comienzo del “Bond de los 80”: La
espía que me amó
y Moonraker.
Además,
las dos son de las pelis más emblemáticas y sin duda las más
espectaculares del ciclo Moore, anticipan los avances de la década,
la estética ochentera, y contienen momentos y personajes
inolvidables. Y es tanto también lo que tienen en común que hemos
querido mostrároslas juntas, en “programa doble”, así que,
ochenters, no miréis la fecha y… ¡A disfrutar!
La
espía que me amó que me amó
(The
spy who loved me,
Eon,1977) y Moonraker
(1979) son la décima y la undécima películas del superespía
británico creado por el escritor Ian Fleming y que lleva al cine el
productor Albert R. Broccoli. Las dos están interpretadas en su
papel principal por Roger Moore, y en los roles femeninos por Bárbara
Bach y Lois Chiles en cada una.
Aparte
de su actor protagonista, comparten director (el británico Lewis
Gilbert), temática futurista casi rozando la ciencia ficción (son
las más originales y ambiciosas hasta entonces, Moonraker
costó 34 millones de dólares), el coche Lotus Spirit, y, por
supuesto, el malo
malísimo
de las dos y auténtico alter
ego
del Bond de Moore: El gigante de dientes de acero Tiburón.
EL
REPARTO
El
protagonista principal de las películas es el actor inglés Roger
Moore, que en los años sesenta había protagonizado la serie
televisiva El
Santo, sobre
un ladrón de guante blanco, con la que obtuvo mucha popularidad.
Cuando el primer Bond (y para muchos el más genuino), el escoces
Sean Connery, se hartó del personaje que hasta entonces había
interpretado en cinco películas desde 1962, le ofrecieron a Moore el
papel del famoso espía, al que aportó su natural porte y elegancia,
su fino sentido del humor, un toque menos masculino y más
sofisticado que el de Connery, y, por supuesto su característico
“enarcar la ceja” (En España también la inconfundible voz de
Constantino Romero).
Para
enfrentarse a Bond no puede faltar el villano de turno, en este caso
interpretado en La
espía que me amó
por Curd
Jürgens (un veterano del Hollywood dorado),
y Michael
Lonsdale en Moonraker,
pero su
antagonista verdadero en ambas películas es Richard Kiel, que da
vida al incombustible asesino a sueldo Tiburón,
un gigante con los dientes de acero que no habla pero consigue una
química con el personaje de Bond que les convierte a ambos en
auténticos enemigos simbióticos, con sus sonrisas recíprocas y sus
escenas de lucha (Como curiosidad, Kiel, un actor marcado por su
físico, había aparecido antes en otros filmes como Los
rompehuesos
o El expreso
de Chicago,
en esta última ya por primera vez como el sicario silencioso de
dientes de metal).
Otro
signo de identidad de la serie son las conocidas como “Chicas
Bond”, un concepto sexista pero que ha conseguido lanzar al
estrellato a muchas actrices, empezando por la primera de ellas:
Ursula Andress, y su mítica salida del agua en el primer film de la
serie 007
contra el Dr. No de
1962. La típica “chica Bond” es una mujer joven, atractiva y
ligera de ropa cuyo cometido principal es ser salvada y sucumbir al
irresistible James Bond de turno. Sin embargo, las protagonistas
principales en estas dos películas no responden en absoluto a ese
arquetipo. Las dos en su estilo son heroínas por ellas mismas,
mujeres independientes, que se sitúan al mismo nivel que su
partenaire
masculino (como la princesa Leia de Star
Wars).
En
La espía que
me amó,
Bárbara Bach es Ana Amásova, la agente Triple
X del KGB
soviético (una especie de análoga al 007 británico). Amásova es
inteligente, sagaz y escurridiza; tiene una cuenta pendiente con Bond
y rivaliza con él hasta que ambos se ven obligados a unir sus
fuerzas contra el malvado Stromberg que planea destruir ambos países.
En todo momento, incluso en el amor, Bond y ella mantienen una
relación de igual a igual hasta la escena final.
En
el caso de Moonraker,
Lois Chiles es Holly Goodhead, doctora en física y agente de la CIA
infiltrada en Industrias Drax para averiguar los pérfidos planes del
multimillonario fabricante de las lanzaderas espaciales Moonraker.
Como en el caso anterior, une sus fuerzas con Bond, esta vez sin
rivalidades geopolíticas y ambos de nuevo en el mismo plano.
Junto a ellos, los personajes
habituales del universo Bond de la época: Lois Maxwell como
Moneypenny, Bernard Lee como “M”, su jefe en el Mi6, Desmond
Lewelyn como “Q”, el hombre de los gadgets, o Walter Gotell como
el general Gogol, jefe de KGB. Además, en pequeños papeles,
actrices como Caroline Munro, musa de la serie B, o Corinne Clery.
LA
TRAMA
Las
películas del sello Bond siguen todas un esquema parecido: La
sintonía de Monty Norman y John Barry, una primera escena de acción,
los créditos coloristas con el tema musical de la película, y
después la historia:
En
La espía que
me amó,
Bond y Amasova han de resolver el misterio de un submarino nuclear
británico y otro soviético desaparecidos misteriosamente en alta
mar. Ello les llevará desde Egipto hasta Córcega para descubrir que
el responsable es el millonario Karl Stromberg que ha construido una
ciudad submarina y planea destruir el mundo provocando una guerra
nuclear para habitar el mar.
En
Moonraker lo que desaparece es un transbordador espacial, y Bond ha
de averiguar si el responsable es el millonario fabricante, Hugo
Drax. Para ello viajará desde Venecia a Rio para descubrir que Drax
oculta en la selva brasileña una base de lanzaderas espaciales con
las que planea bombardear el planeta con un virus y refundar una
nueva sociedad en el espacio exterior.
AMBIENTACIÓN
Y ESCENAS MEMORABLES
Aunque
las películas de James Bond siempre ocurren en el tiempo presente,
en este caso la ambientación y la temática es claramente futurista:
Una ciudad bajo el mar en el caso de La
espía que me amó y
la conquista del espacio en Moonraker.
Ambas gobernadas por el mismo tipo de villano: un millonario
excéntrico, megalómano y visionario que quiere destruir el mundo,
que considera lleno de maldad y vileza para crear un nuevo paraíso
en el que la humanidad parta de cero (en La
espía que me amó bajo
los océanos y en Moonraker
en el espacio). Ambos malvados también comparten perfil: hombres de
cierta edad que ejercen la violencia de forma contenida y mediante la
palabra (para las escenas de acción ya está Tiburón).
En
ambos casos, aparte de las típicas peleas, disparos y explosiones,
las películas utilizan profusamente los efectos especiales (puestos
también muy de moda por La
guerra de las galaxias),
y en las dos resultan muy creíbles aunque hoy en día nos puedan
parecer artesanos (las maquetas tanto de la gigantesca ciudad
subacuática como de la fastuosa estación espacial resultaban
impresionantes en el cine).
En
cuanto a las secuencias memorables, las encontramos en las dos
películas y algunas se han convertido en icónicas:
En La
espía que me amó
podemos ver una escena rodada en las pirámides de Egipto durante un
espectáculo nocturno que se celebra realmente; también la
persecución del helicóptero pilotado por Caroline Munro, del que
escapan lanzándose al mar en el Lotus que bajo el agua se convierte
en minisubmarino (quizás la imagen más icónica de todos los coches
de Bond y su gatget
más espectacular); y, al final, la escena del interior del
superpetrolero en el que se esconden nada menos que tres submarinos
nucleares, y en la que se desarrolla quizás la más lograda
coreografía de batalla de la serie Bond y una de las mejores del
cine de acción, y que se rodó en los gigantescos estudios Pinewood
de Londres.
En
Moonraker
encontramos también escenas muy reconocibles como la del simulador
de velocidad G en la que Bond da vueltas hasta que consigue soltarse;
la persecución en el teleférico del Pan de Azúcar de Rio de
Janeiro, en la que Tiburón
para el motor con sus manos, corta el cable de acero con los dientes
y resiste el impacto de la cabina antes de conocer al “amor de su
vida”; También la espectacular persecución de lanchas motoras en
el Amazonas (en la que, si nos fijamos, los perseguidores que saltan
por los aires son muñecos); y para terminar la parte final que
ocurre en el espacio: las logradísimas secuencias del transbordador,
La lucha en la estación espacial y la batalla de rayos láser en la
estratosfera entre los esbirros de Drax y el oportuno y bien armado
comando americano, en la que, al final, en medio de las explosiones
que destruyen la estación, Tiburón
se vuelve bueno y ayuda a Bond a escapar para salvar la Tierra.
CONCLUSIÓN
Las
películas de James Bond son cine comercial y de entretenimiento
(abunda la publicidad inducida, coches estrellándose contra carteles
publicitarios o la descarada promoción del entonces novedoso
transbordador espacial que iba a tener en los ochenta un uso
predominantemente comercial), no obstante, tienen un público fiel
que ha seguido la serie incluso hasta nuestros días. En cuanto a
estas dos películas, son de las mejores del ciclo Moore; son
originales, novedosas, con un mensaje optimista y de deshielo en
plena Guerra Fría, y combinan, en dosis justas, la acción, el humor
y los tópicos del “mundo Bond”.
Los
80, la década por antonomasia de las películas y los llamados
héroes de acción; un género, el de acción, que arrasó en cines y
videoclubs.
Nos
encontramos en1988 y Sylvester Stallone era la estrella del género
más cotizada tras los incontestables éxitos de las cuatro entregas
de “Rocky” y las dos entregas de “Rambo” (ese mismo año se
estrenaría la tercera).Tras él, Arnold Schwarzenegger estaba
próximo a alzarse con el cetro del género tras “Conan”,
“Commando”, “Perseguido” o “Depredador”.
Sin
embargo, dos figuras irrumpían con fuerza a finales de esa década
para consolidarse posteriormente en los 90. Ellos eran, Jean Claude
Van Damme y nuestro protagonista de hoy, Steven Seagal.
Aikido,
un arte marcial desconocido
Que
puedo decir de este noble arte marcial desarrollado por el maestro
japonés Morihei Ueshiba en la primera mitad del siglo XX. Yo mismo
practico desde hace tiempo aikido y no puedo decir más que
maravillas sobre este arte que hasta la irrupción de Seagal, era
prácticamente desconocido para la gran mayoría del mundo
occidental.
Steven
Seagal se crió en California y ya en su juventud, cuando trabajaba
como lavaplatos en un restaurante, practicó karate gracias al
maestro Sakamoto que trabajaba en dicho local. Más tarde, por el
trabajo de su padre, tuvo que emigrar a Japón a los 17 años de edad
donde entró en contacto con el Aikido. Y cabe diferenciar que Seagal
no era un “artista marcial”, sino un auténtico maestro que
alcanzó el grado de 7º Dan y se convirtió en el primer occidental
en abrir un Dojo de dicha especialidad en el propio Japón.
Seagal
se ganó la vida de muchas maneras por aquel entonces, una de ellas
como guardaespaldas de personalidades estadounidenses que por
diversas circunstancias, ejercían actividades en Japón; así es
como conoció a la modelo y actriz, Kelly Lebrock, que posteriormente
se convertiría en su esposa.
A
mediados de los 80 regresó a Estados Unidos para trabajar como
coreógrafo de películas de acción, y fue gracias al caza talentos
Michael Ovitz lo que le llevó a conocer al productor y director
Andrew Davis, para más tarde, firmar un contrato con la Warner.
El
héroe de acción de la Warner
La
Warner produjo prácticamente todas las películas de éxito de
Steven Seagal, y pese a ser un hombre de carácter difícil y dotes
interpretativas mínimas, lo cierto es que esta mítica productora
repleta de éxitos, supo reconocer la profesionalidad y el talento
marcial de Seagal dotándole de un poder de decisión en las
producciones, inusual para un tipo recién llegado a la escena
Hollywoodiense. Quiero destacar a su vez, que si bien fue Jean Claude
Van Damme el que gozó de la simpatía y el cariño de todos nosotros
forjándose como un icono de nuestra infancia/adolescencia, fue
Seagal el que gozó de un mayor éxito comercial consiguiendo cada
una de sus producciones una gran recaudación económica.
Seagal
nos mostró un arte marcial nuevo para la gran mayoría de nosotros,
siendo predominantemente defensivo y usando la inercia del oponente
contra si mismo; con unas coreografías elegantes a la par que
brutales. Si bien Chuck Norris y Van Damme nos habían enseñado como
hacer morder el polvo a los maleantes, Seagal iría un paso más allá
mostrando una violencia sin par a la hora de luxar y romper rostros y
articulaciones.
La
primera película de Steven Seagal
Fue
Andrew Davis, director y productor de películas de acción el
encargado de dirigir a Steven Seagal en su primera producción. Años
más tarde el propio Davis dirigiría el mayor éxito de Seagal,
“Alerta Máxima” y la extraordinaria “El Fugitivo” con
Harrison Ford. Y si bien la producción contaba con un escaso
presupuesto, hay que reconocer que el resultado final fue
tremendamente efectivo y consiguió el favor del público
estadounidense asegurando a Seagal un sin fin de películas
posteriores.
Reconociendo
a su vez que la película adolece del típico guión de
narcotraficantes zafios contra policías que han de usar técnicas
fuera de la ley, destaco que el film posee uno de los elementos
característicos de las producciones de Seagal, y es la denuncia a
las malas prácticas de la CIA y ciertos organismos gubernamentales
estadounidenses; algo bastante valiente en la era Reagan.
También
podemos disfrutar de una reaparecida Pam Grier, musa del cine de
acción de serie B de los 70, y una Sharon Stone previa a la mega
estrella en la que se convertiría años después.
Conclusión
“Por
encima de la Ley” o “Nico” (como se la conoció también en
España) es una película sencilla, que no llega al nivel de otras
producciones como “Señalado por la muerte” (mi peli favorita de
Seagal), pero es la primera producción de uno de los héroes de
acción de nuestra infancia/adolescencia, donde podemos verlo fibroso
y en plena forma, y que nos enseño una nueva manera de repartir
“hostias como panes”, y eso es mucho.
Desde
el primer minuto donde surge la imagen de una ciudad desde una
perspectiva casi topográfica siendo aniquilada por una explosión
similar a la Bomba de hidrógeno, sabes que no estás ante una
película de animación habitual. El miedo de todo una país, el
único que ha sufrido un ataque contra población civil con una bomba
atómica, queda reflejado en una escena donde el creador del manga, y
del anime homónimo, Katsuhiro Otomo plasma lo que, como niño,
japonés y ciudadano de un mundo invadido por el miedo al apocalipsis
nuclear ha podido experimentar. La “Guerra Fría” es el estado
político permanente que Otomo había vivido durante toda su vida.
Aquí las víctimas son la población de Tokio pero reflejan, o son
ejemplo, de la situación que podría vivir cualquier país. La
cuerda del equilibrio político internacional está tensa y cercana a
la rotura en varias ocasiones. Por supuesto para Otomo si hay
víctimas hay culpables. En la película se culpa al gobierno, estado
militar, religión, incluso ciencia.
De
las cenizas renace Neo
Tokio, un
personaje más de la película. Un escenario prototípico de la
imagen que se tiene de la ciudad del futuro, influenciada claramente
por el Blade Runner de Ridley Scott. En este nuevo espacio, el miedo
a Akira (culpable físico y metafísico del desastre de Tokio) se usa
para imponer un estado de terror y represión. Las fuerzas del orden
se muestran continuamente usando el abuso de poder y la violencia, demostrando
el fracaso del gobierno para desarrollar una sociedad pacífica y
equilibrada. Otomo vivió en su infancia una época convulsa repleta
de protestas estudiantiles contra el gobierno, en plena década de
los 60, algo que queda reflejado en su obra. A su vez, la muerte de
Tokio representa también la dualidad de la cultura japonesa donde la
tradición va dejando paso a la modernidad; la magnífica música, de
Shoji
Yamashiro, que
suena en los primeros quince minutos están basados en los tambores
japoneses, tan arraigados a la tradición, y a la misma vez se
mezclan con una imagen futurista donde una ciudad repleta de luces,
hologramas y motos eléctricas aparece con un gran esplendor visual.
Esta dualidad se alarga en toda la película, donde hay pilares
dobles que se retroalimentan, se atraen o se repelen formando una
imagen muy parecida al concepto del Yin y el Yang.
La
pareja principal es la formada por Kaneda (金田正太郎Kaneda Shōtarō)
y Testsuo (島鉄雄Shima Tetsuo).
Kaneda es el líder de una banda bosozoku (motociclistas
delincuentes) llamada “Los cápsulas”, en honor al tipo de droga
que consumen. Tetsuo es el amigo y protegido desde la infancia, de
Kaneda; este representa el personaje frágil que necesita de la
protección, muchas veces paternalista y condescendiente, de Kaneda.
Este desequilibrio en la relación provoca un sentimiento de
amor-odio de Tetsuo hacia Kaneda, un sentimiento que se basa
principalmente en la dualidad admiración-envidia y que provoca que
Tetsuo fluctúe durante toda la película como compañero o
antagonista del líder de la banda. Es una
cuerda en tensión que está al borde de la rotura. Hay una
ensoñación de Tetsuo donde el mundo alrededor se desmorona mientras
él y Kaneda se miran separados por pocos metros. Aparecen como niños
y él intenta alcanzarlo para ser salvado de la destrucción. En una
imagen de gran belleza sus manos, brazos y cuerpo empiezan a
desmoronarse y romperse como si un jarrón de porcelana chocase
contra el suelo. Su fragilidad lejos de Kaneda aumenta, pero también
su independencia.
La
película tiene momentos épicos con escenas de acción e imágenes
elevadas al cine de culto. La moto de Kaneda, que a veces recuerda al
estilo de moto de la película Tron, es una moto eléctrica de gran
cubicaje y de gran belleza. Kaneda representa el héroe y su moto es
su montura. Esta moto ya es un icono del cine.
La
JUVENTUD, en contraposición al gobierno y al ejército, se muestra
en la película como una generación sin esperanza y sin futuro, un
sentimiento de pérdida muy habitual en la década de los 80 y del
estilo de música PUNK de la época cuando fue escrito el manga.
Esta visión ciberpunk de esa diferencia generacional se acentúa por
la crisis que NeoTokio parece estar sufriendo.
“¡Si
fracasáis en esta escuela no tendréis más oportunidades!”- se le
escucha a un profesor. Se intuye que aunque estudien no parece
existir una salida para la juventud. De hecho hay un mensaje en la
puerta del bar donde advierte “Adults only” y da la sensación de
que es un mensaje del sentir de una sociedad que excluye a la
juventud en general, y no solo un mensaje de acceso al local.
En
resumen, una sociedad de bases injustas donde las revueltas, el
terrorismo, el integrismo religioso y los grupos filoanarquistas
constituyen la oposición a un gobierno autoritario, violento y
represor. La representación del gobierno es reflejada en el filme
mediante un consejo de adultos y ancianos, de banqueros y políticos,
incapaces de entenderse mientras el país perece. Caos.
En
el lado rebelde aparece otro doble pilar. Key
(ケイ)
y Ryu. Key es una activista que lucha por la libertad y cuyo líder,
al que admira, es Ryu. Key es la conexión necesaria para el
desarrollo de la historia de Kaneda con Tetsuo. Cuando Kaneda se une
a Key, Tetsuo inicia su periplo en solitario al autoconocimiento y la
transformación. Ese periplo es la emancipación, la independencia
pero también la corrupción, el poder y la búsqueda del concepto de
“superhombre”, de evolución y destrucción. Akira, que, sin
aparecer, está presente en toda la obra empieza a plantar su semilla
en el alma de Tetsuo.
El
otro doble pilar es el coronel Taisa, jefe militar del proyecto
AKIRA, y el doctor, responsable científico del mismo. Y hay una
trinidad de niños-ancianos llamados los números, (25,26 y 27) que
provocan el renacer de Tetsuo-Akira y guían su camino. Estarán
omnipresentes en toda la película. La crítica al desempeño de una
ciencia sin bioética, y al uso del conocimiento humano sin fronteras
con el único objetivo de aumentar la capacidad de destrucción de un
estado militar imperante en NeoTokio, es uno de los temas
fundamentales de la película en cuanto a la crítica sobre el poder
y la responsabilidad inherente que la humanidad debe poseer. Jugar a
ser Dios, el moderno Prometeo que se vuelve contra su creador, y el
salto evolutivo, referencia de “2001, una Odisea en el espacio”
(Kubrick). Referencias claras de un escalón representado por Akira
en esta película y por el impresionante monolito negro en la de
Kubrick. El mono que adquiere la consciencia, aquí pretende ser el
hombre que se eleva al concepto de superhombre en busca de una
supracultura.
Como
si de una alegoría del mito clásico se tratase tenemos al oráculo
representado por la niña-anciana del proyecto AKIRA, un héroe
montando su “caballo rojo” y un monstruo nacido de la
incomprensión, la soledad y el complejo.
Una
línea temporal que se inicia en la antigua Tokio, en la tradición,
que sigue con la destrucción de Akira, la guerra, la posguerra, el
terrorismo, el integrismo religioso, el miedo y la represión. Nace
un integrismo religioso que clama y reza por la segunda venida de
Akira, como si de un Mesías de la destrucción se tratase. Una
sociedad corrompida, necesitada de un diluvio universal, una
explosión divina y un renacimiento de la virtud. Todo es una bomba
y no se necesita a Akira, realmente, para que todo explote.
La
muerte de Yamagata, un personaje menor, supone la inflexión donde
Kaneda deja de ser el protector para convertirse en el ejecutor. Hay
que parar a Tetsuo-Akira cuyo poder inconmensurable le hace
convertirse en un monstruo, en la amenaza de la destrucción total.
El
simbolismo en la película es constante y un ejemplo es cuando
Tetsuo agarra un trapo rojo y se lo coloca como capa. Se ha
convertido en un superhombre, en un hombre fuerte, independiente de
Kaneda, y con mucho poder.
Akira
es una obra de arte, es una película única cuyo presupuesto fue de
10 millones de dólares, algo inaudito para un proyecto de animación,
y que no hubiera sido posible sin la conjunción de diversas
productoras formando el proyecto de financiación llamado “COMITÉ
AKIRA”. Se basa en su manga homónimo, incompleto en 1988, y que
fue terminado (de forma diferente) por Otomo años después.
Algunos rumores apuntan a que fue una charla con Alejandro Jodorowsky
(creador de “El Incal”, entre otras muchas obras) lo que inspiró
a Otomo para el final del manga (cómic). El caso es que la
recaudación solo en Japón fue de 50 millones de dólares y la
distribución al resto del mundo también fue igual o más
productiva. En cuanto a la distribución en EEUU se dice que
Spielberg y George Lucas rechazaron distribuirla aludiendo que no
sería entendida por el público occidental. La realidad fue que se
convirtió en un triunfo mundial y supuso la apertura del manga y el
anime al mundo de una forma que antes hubiera sido impensable. Los
hechos reafirmaron que estábamos ante una historia de carácter
universal y no centrada en el sentir japonés. Esta obra ciberpunk,
aunque influenciada por referentes como Blade Runner, Mad Max, 2001,
Odisea en el espacio, … es y será una obra única y original.
Su
ritmo es correcto y aunque alguno lo niegue sus tres actos
principales, véase 1- persecución de los motoristas y presentación
de los personajes, 2- huida del hospital y retrospección de Tetsuo
, 3- desenlace de Tetsuo y estadio olímpico de NeoTokio, reparten el
ritmo con abundantes escenas de acción y está perlada de filosofía
metafísica. Un cóctel complejo y lleno de éxito.
Se
convierte así en un anime imprescindible donde su persecución de
motos se coloca entre las mejores escenas de acción del cine, y que
por su belleza quería dejarle el honor de cerrar este
comentario-crítica. “The Clowns vs The Capsules” : las luces
de los faros se alargan dibujando la trayectoria de unas motocicletas
unidas a unos caballeros que luchan por la victoria. Una escena única
que todo cinéfilo debe conocer y que sirve como excusa para mostrarnos
las capacidades técnicas de una animación que no tenía rival. Nos
muestran en una escena de 5 minutos a los personajes, sus
vinculaciones y a la gran ciudad que es y será en el mundo del cine
NeoTokio.
Muy
buenas “ochenters”, cogemos nuestro Delorean y nos trasladamos a
1985, fecha en la cual tuvo lugar el estreno de la película que
vamos a comentar hoy: “Desaparecido en Combate II”.
Lo
primero que hay que decir de ella, es que no nos dejemos engañar por
su título, puesto que no es una secuela, sino que es una precuela,
es decir, se nos cuentan los hechos acaecidos previamente a lo
ocurrido en “ Desaparecido en Combate”.
SINOPSIS:
El
coronel James Braddock es apresado por el ejército vietnamita en
1972, acusado de crímenes de guerra contra el pueblo vietnamita.
Diez años después y ante los continuos abusos a los que son
sometidos él y sus soldados, Braddock decide tomarse justa venganza
y escapar de su cautiverio.
OPINIÓN:
Como
he comentado previamente lo que se nos cuenta, son los hechos
acaecidos anteriormente a “Desaparecido en Combate”. El caso es
que ambos films fueron rodados a la vez y viendo el resultado de una
y otra, se decidió estrenar primero “Desaparecido en Combate” y
posteriormente ésta, que visto lo visto, mejor se hubiesen ahorrado
estrenarla y lo mejor hubiese sido dejarlo en la caja de los guiones
olvidados.
En
esta ocasión pasamos de lo que era un panfleto puramente patriota
como era la anterior película de Norris, “Invasión USA” a un
panfleto también patriota pero a la vez de denuncia por el abandono
al que eran sometidos los soldados que aún perduraban encerrados en
los campos de concentración o de cultivo de opio vietnamitas, sin
que la por entonces administración Reagan hiciese nada por
remediarlo.
El
inicio nos lleva a la captura de nuestros soldados, cuando son
abatidos en su helicóptero y de ahí directamente damos un salto en
el tiempo de diez años y aquí empieza la fase más anodina de la
película.
Nos
pasamos una hora viendo como el coronel Yin y su cómplice Lao, hacen
la vida imposible a Braddock y cía y teniendo como cómplice al
americano Nester, cuyo papel no es más que el de un maniquí puesto
para hacer bulto en el film, puesto que se limita a poner su sonrisa
y lucir palmito en la pelea que tiene con Norris, aparte de ser un
mero colaborador sin nada que aportar siendo un personaje aburrido y
carente de sentido.
A
Chuck Norris en ciertos momentos parece que el personaje le provoca
desgana y el Profesor Tanaka ( Lao) y Soon-Tek Ho ( Yin) están
completamente desaprovechados y parece que están en pantalla por el
mero hecho de llenarse los bolsillos. La pena es que ni siquiera la
banda sonora de Brian May ayuda a que se nos haga más liviano el
metraje…hasta que llegamos a la media hora final y hombre, ahora sí
que merece la pena haber aguantado sin dormirse para ver la película.
Braddock
desesperado, decide dar rienda suelta al guerrero que lleva dentro y
nos empieza a dejar escenas marca de la casa, como aquella en la que
prende fuego a los soldados vietnamitas que vigilan el puente
colgante o como hace volar el campamento entero.
Luego
la huida con Mazilli es muy dinámica, con el cerco por parte de los
soldados vietnamitas y como se deshacen de ellos, con granadas y a
base de darle buen uso a la metralleta.
Lo
mejor se supone que quedaría para el final con el enfrentamiento
entre Yin y Braddock, pero…la pele es un querer y no poder, los
golpes no son nada realistas y nunca parece que esté equilibrada la
pelea, puesto que se ve desde el inicio que Braddock le va a dar una
buena tunda de palos…pero claro está, siendo Norris, las cosas
deben finalizar al más puro estilo americano, es decir, con muchos
fuegos y para eso nos quedamos con esa voladura por los aires de la
casa de Yin.
Una
película ciertamente olvidable y que sin duda es una de las peores
que hizo Norris para la Cannon.