Jason entrena Karate en Los Angeles con su padre, Tom
Stillwell. Una noche, miembros de la mafia irrumpen en el "dojo" y tratan de
presionarle para que se lo venda. Ante la negativa, Tom es atacado por uno de
los matones, Ivan Kraschinsky, y resulta herido gravemente en su pierna.
Deciden entonces mudarse a Seattle para empezar una nueva vida, pero Jason no
podrá rehuir los problemas y un día, cuando pide ayuda al mismísimo Bruce Lee
frente a su tumba, obrará el milagro ...
Ni retirada, ni rendición
Cachis la mar. Mientras veo esta película no puedo dejar de
gritarme, ¡vivan los ochenta! Sí, amigos. ¿En qué década rodaron películas
plagadas de despropósitos, excesos y chorradillas, pero resultando al mismo
tiempo entretenidas y divertidas? Exacto, ¡en los ochenta! Y Retroceder nunca,
rendirse jamás es un ejemplo perfecto de esto. Como habréis supuesto
leyendo la sinopsis, sigue el esquema propuesto por Karate Kid (1984) casi a
pies juntillas: chaval karateca que se muda a otra ciudad y recibe palos por
todos los lados conoce a maestro que lo convertirá en el mejor mamporrero cuya
valía demostrará en un combate final. Otro ejemplo que me viene a la memoria es
Karate Kimura (1987), pero claro, a raíz del éxito de Karate Kid las copias se
multiplicaron como setas. Otra fuente de la que bebe directamente es de Rocky IV (1985) por ese enfrentamiento final entre el estadounidense y el ruso. Ya veis cómo queda plasmada en la carátula del VHS la confrontación EEUU/ URSS, aunque en este caso se obvia el discurso final. Aquí se presenta al ruso como un hijo de puta y punto. Y sí, las escenas del entrenamiento serán la hostia e irán acompañadas por una música molona 100%.
Dirigida por Corey Yuen, un
veterano del cine de artes marciales, Retroceder nunca, rendirse
jamás resulta tan excesiva y maniquea tanto en situaciones como en personajes que
parece una parodia del subgénero. Pero claro, no lo es, al menos
voluntariamente. Del padre de Jason nos queda claro que a raíz de su conflicto
rechazará toda pelea, a esta conclusión llega cuando está postrado en la cama
del hospital y mediante un primer plano de su jeta y una desopilante voz en off
nos cuenta que deben pirarse para no poner en peligro a su familia; ésta
motivación no la dejará de repetir a su hijo durante toda la película de manera
incesante: pelear es malo, pelear es malo, pelear es malo y etcétera. Jason,
por el contrario, es el fan “number one” de Bruce Lee: posters, libros,
aparatos… El chaval tiene el kit completo del Dragón y no deja
de visitar su tumba; hecho decisivo para que el propio Lee se materialice y sea
quien lo convierta en una máquina de matar por medio de un entrenamiento
tortuoso a más no poder. El actor que interpreta a Bruce Lee (Tai Chung Kim) es
el mismo que lo interpretó en Juego con la muerte (1978), y nos ofrece un
despliegue de tics y chascarrillos propios del difunto fundador del Jeet Kune
Do. Luego tenemos a R.J, el coleguilla negro que Jason conoce al llegar a
Seattle, tremendo personaje que tanto juega al baloncesto como baila Break
Dance o imita a Michael Jackson al tiempo que ayuda a Jason en sus progresos. Flipante la escena en la que, mientras Jason hace unas flexiones
muy raras, este permanece sentado encima de sus partes nobles jalándose un
helado y gesticulando de placer (no se sabe si por comer el helado o por otra
cosa).
Los malos son la repanocha. El
mafiosete es la encarnación del mal, sólo le faltan dos cuernos y cola para ser
Satán. Tremendísimas frases durante el combate final cuando micro en mano
suelta perlas como “esa impresionante máquina aniquiladora”, refiriéndose a
Kraschinsky, o “que empiece la destrucción", para dar paso al combate. Mención
aparte merece Juan Claudio en el papel de Ivan Kraschinsky. Su primer papel
importante, aunque sea secundario, y que sin duda le abrió el camino para
protagonizar las películas que todos conocemos: Contacto sangriento, Kickboxer,
etc. De su actuación poco hay que hablar, todo el mundo conoce sus caretos
legendarios y demás, sólo decir que aquí hace de malo malote bastante bien y
que las coreografías de artes marciales me parecen bastante buenas y mucho más
realistas (no es broma) que la mayoría de sus películas. Digamos que en ciertos
momentos uno duda que no se les haya escapado algún golpe. Imperdible el
momento de su entrada en el ring secundado por ocho gorilas que gritan al
unísono: “Uh, uh, uh, uh”. Cuando Van Damme se hizo famosete, la película se promocionó como si hubiese sido protagonizada por él, pero no.
El resto de reparto secundario
resulta bastante indiferente, la novieta de Jason, Kelly Reilly (Kathie
Sileno), cuando no directamente irrisorio, como el gordo de Scott o el capullo
que pretende a la novia de Jason (de cuyo nombre no quiero acordarme). El
hermano de Kelly, el campeón de karate Frank Peters, es Peter Cunningham, un
verdadero campeón retirado de Kick Boxing del que queda claro que lo suyo no es la actuación.
La verdad es que uno se lo pasa muy bien revisándola, y quien no la haya visto, sabiendo ante lo que se encuentra, probablemente la disfrutará en compañía de unos coleguillas con ganas de cachondeo. Es lo mejor que se puede decir de este película, que divierte, que entretiene, lo cual hoy no es poco, que retrotrae a la infancia y que resume a la perfección todos los excesos de las películas más delirantes de los ochenta. Las cifras en taquilla fueron bastante buenas teniendo en cuenta que con un presupuesto de 400.000 dólares se recaudaron más de 4.600.000 y las secuelas (al parecer un porrón de ellas) no se hicieron esperar.
La verdad es que uno se lo pasa muy bien revisándola, y quien no la haya visto, sabiendo ante lo que se encuentra, probablemente la disfrutará en compañía de unos coleguillas con ganas de cachondeo. Es lo mejor que se puede decir de este película, que divierte, que entretiene, lo cual hoy no es poco, que retrotrae a la infancia y que resume a la perfección todos los excesos de las películas más delirantes de los ochenta. Las cifras en taquilla fueron bastante buenas teniendo en cuenta que con un presupuesto de 400.000 dólares se recaudaron más de 4.600.000 y las secuelas (al parecer un porrón de ellas) no se hicieron esperar.
GERMÁN
FERNÁNDEZ JAMBRINA