Texas. Ray (Jonh Gerzt) contrata los servicios de un
detective privado ( M.Emmet Walsh) para que investigue la posible infidelidad
de su mujer Abby (Frances McDormand) con su empleado Marty (Dan Hehaya). Una
vez confirmada la sospecha vuelve a contactar otra vez con el detective con el
objetivo de asesinarlos. Pero lo que parece un asunto sencillo torna en un
puzzle de intrigas, conspiraciones, desconfianzas y muerte del que ninguno saldrá bien parado.
Da igual si eres el Papa de Roma, el presidente de los Estados Unidos o el Hombre del año, lo mínimo puede hacer que todo vaya mal.(Prólogo de “Sangre fácil”)
Bajo esta premisa han desarrollado su cine los hermanos
Coen. Ya se trate de secuestradores aficionados o de un marido codicioso en
Fargo, de un pasota cuarentón apodado “El nota” o de un pueblerino perseguido
por la mismísima encarnación de la
muerte en un país donde no hay sitio para viejos, si una cosa nos queda clara
en el cine de los Coen, es que la desgracia es inmisericorde y aplasta con su
peso. La desgracia será la más fiel acompañante de muchos de los personajes que
pululan por películas como “Fargo” y “No es país para viejos”- como referentes
más cercanos al caso que nos ocupa - o “Arizona Baby” y “El gran Lebowski” como
paradigmas en una vertiente cómica. Todos ellos comparten ese calamitoso tránsito en ocasiones debido al puro azar y en otras a la propia incompetencia
de los personajes; aunque posiblemente sea más bien causado por una mezcla de ambos.
Los protagonistas de “Sangre fácil” no escapan a este planteamiento.
Sus vidas serán truncadas por acontecimientos que escapan a su control y
entendimiento y serán dirigidos por un titiritero que bien podría
llamarse azar pero que de la mano de los Coen pasa a ser Destino. En “Sangre
fácil” sólo el espectador sabe lo que sucede realmente. Ray no sólo es engañado
por su mujer y su empleado, sino por el propio detective que contrata para
liquidarlos. Marty y Abby se acusan recíprocamente de haber asesinado a Ray, y
ésta sólo al final descubrirá lo que ha sido de su marido. Tanta paranoia es realzada por unos recursos fílmicos en
ocasiones muy acertados como en el caso de la fusión de las escenas del
ventilador o la imagen final de la gota de agua como símbolo de la muerte
inminente, pero que dejan regusto amargo por el empleo, a mi juicio desafortunado,
de algunas elipsis que embarran la narración en ciertas partes. También los ambientes electrónicos que
conforman la banda sonora firmada por Carter Burwell contribuyen a formar esa atmósfera malsana que se transmite en cada fotograma en el que parece respirarse, además, el hedor a sangre, sudor y suciedad emanante de las paredes y de los cuerpos. Aquí
podría estar el mayor acierto de “Sangre fácil” ;en lograr una atmósfera
desquiciada -sólo interrumpida en algunos momentos por unos toques de humor
negro y varios latigazos de violencia
salvaje, cruda y directa (destacando en este aspecto la escena del enterramiento y la del brutal apuñalamiento de la mano de Visser) - y esa estética visual para nada desnaturalizada.
Corría el año 1984 cuando se estrenó "Sangre fácil", un estreno dirigido por dos hermanos que no sólo imprimieron personalidad propia a una ópera prima de exiguo presupuesto y dieron un toque moderno al cine negro, sino que con el transcurso de los años siguieron firmando obras de cuño propio sin perder su carácter independiente. De ahí es nada.
GERMÁN
FERNÁNDEZ JAMBRINA
TRAILER
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